Por Christina Horsten (dpa)
Para llegar desde cualquier punto de Estados Unidos a Point Roberts, en el estado de Washington, solo se puede ir en barco, avión o en choche a través de territorio canadiense y cruzando dos fronteras.
Desde el noroeste del estado de Washington hay que pasar la frontera con Canadá, conducir unos 40 minutos a través de la provincia de Columbia Británica y entrar nuevamente a Estados Unidos al sur de la metrópoli Vancouver.
Un cartel colorido recibe al visitante al llegar a la localidad ubicada en el extremo sur de la península de Tsawwassen, unida a Canadá y separada del resto de Estados Unidos.
«Bienvenido a la Pequeña América. Buena comida, gente amable, playas cálidas».
«Todo es un poco diferente aquí», comenta uno de los guardias fronterizos mientras controla el pasaporte. «Es un lugar muy especial», agrega.
Point Roberts tiene sólo unos 12 kilómetros cuadrados y se puede recorrer en coche en menos de 15 minutos.
Unas 1.300 personas residen en la península rodeada por el océano Pacífico y desde la cual se pueden ver en invierno los picos nevados de la Cordillera de las Cascadas. En verano, la población aumenta a más de 4.000 personas.
En tiempos normales, sin coronavirus, unos 100.000 coches y camiones cruzan la frontera cada mes.
Point Roberts tiene varias gasolineras, tiendas y restaurantes, una biblioteca, una pequeña escuela primaria y un hospital. Para todo lo demás, los habitantes tienen que cruzar a Canadá o bien dos fronteras para llegar a Estados Unidos.
La frontera se encuentra cerrada actualmente debido a la pandemia del coronavirus, aunque hay excepciones para el intercambio de mercancías, para los trabajadores del área de salud o los cruces fronterizos justificados desde el punto de vista médico.
«Aquí todo es tranquilo y pacífico. Nadie te roba el coche», relata la camarera del Saltwater Café. Ella es oriunda de Hawái y se mudó hace unos años con unos parientes a Point Roberts.
«Puedes ver todas las estrellas por la noche y dormir hasta tarde en la mañana junto al canto de los pájaros».
En tiempos normales, a los canadienses les gusta ir a esa especie de «mini Estados Unidos», porque allí la gasolina y las casas de veraneo en la playa son más baratas y las hamburguesas se cocinan a un punto medio, algo que las autoridades sanitarias de Canadá desaconsejan.
Muchos canadienses que viven en las cercanías se hacen llevar las compras realizadas en Estados Unidos a un centro de recepción de paquetes en Point Roberts para ahorrar gastos de envío.
Una y otra vez se levantan voces en el lado canadiense pidiendo la compra de Point Roberts, pero hasta ahora sin éxito.
El hecho de que exista este enclave se debe al «Compromiso de Oregón» de 1846, cuando la antigua América del Norte británica, actualmente Canadá y Estados Unidos, acordó que la frontera pasara por el paralelo 49.
Esta demarcación funcionó bien en casi todo el territorio, salvo en algunos rincones de la frontera que se encuentran al norte o al sur de esta latitud. De esta manera, Point Roberts se convirtió en un enclave de Estados Unidos en Canadá.
«La mayoría de la gente se muda aquí por la seguridad. Uno se siente más protegido, porque la única ruta terrestre de entrada o salida es a través de la frontera», destaca la camarera hawaiana.
Se rumorea que a menudo se radican en Point Roberts personas que pertenecen al programa de protección de testigos de Estados Unidos.
Para el informe mensual del sheriff, el periódico local «Boletín de All Point» no necesita más que un cuarto de página.
«Para familias con niños pequeños, Point Roberts es maravilloso: es seguro, hay mucho espacio, un clima templado y mucha naturaleza», agrega la joven residente.
«Luego, con niños más grandes, se hace más difícil: las escuelas secundarias están del otro lado en Estados Unidos. Además, muchos jóvenes aquí se aburren o se sienten solos. Es que no hay mucho que hacer en Point Roberts», acota.
dpa