Patrulla de Bares: Rediseñando manjares (Tanta Restaurantes)

Especial para Cambio Político

Misión: Tanta Restaurantes Dónde: Lima, Perú (ver mapa)

Una vez más, este Cronista es llamado a acudir a algún lejano rincón del orbe para que con gran sacrificio de su parte, documente las glorias culinarias de algunos nobles expendios de licor. Esta vez el periplo lo llevó al antiguo Virreinato de Nueva Castilla, a su opulenta capital, la Ciudad de los Reyes, en donde en correspondencia a su alta dignidad fue recibido nada menos que por el César Inca en persona.

Advertido el anfitrión de la delicada misión de este Cronista, escogió con muy buen tino una tasca de nombre Tanta, creación de Gastón Acurio, el mesonero más famoso de la comarca. Para más referencias y aumentar la cultura general del lector, en efecto este aclamado caballero es considerado por muchos el mejor cocinero de Latinoamérica y aparte de coleccionar premios, posee restaurantes en ocho países, con conceptos que van desde la fusión de la alta cocina francesa con la peruana, hasta la famosa chifa, la unión de la comida china con la peruana, pasando por hamburgueserías orgánicas artesanales.

Una de las cosas que más extraña un tico del paisaje urbano limeño, aparte de la falta de canoas (en la ciudad prácticamente no llueve nunca), es la total ausencia de cantinas. Pero el buen tino del augusto baquiano local lo llevó a lo más parecido que puede haber con un bar de bocas, derivado de los bistros franceses, con una nutrida lista de piqueos en su menú, que son lo más parecido que se puede conseguir a nuestras gloriosas boquitas por aquellas latitudes.

 
El lugar escogido es uno de los ocho locales que existen en Lima y de los diecinueve que hay en el mundo (también hay en Madrid, Barcelona, Chicago, Panamá, Santa Cruz de la Sierra y Santiago de Chile). Para más señas, está en el número 888 de la calle 28 de julio, una de las zonas popof limeñas. ¿Qué de unas señas a la tica? En el cruce de cinco esquinas que hay con la avenida Vasco Núñez de Balboa y la avenida Reducto, un lugar por cierto muy bueno para torear carros.

El festín comenzó con unos causushis, o sea, el popular plato japonés que en lugar de tener el horrible arroz agrio lleva la deliciosa papa amarilla peruana, sirven un platito con ocho rellenos distintos, ya sólo con esa apertura, nuestro baquiano se ganó un lugar en el olimpo. Después la cata prosiguió con unas croquetas triunfadoras, que son unas croquetas de ají de gallina que es básicamente un pollo en salsa de leche, sazonadas con rocoto un chile muy parecido a nuestro chile dulce, pero más picantito, dado que el ají de gallina de uno de los platos preferidos de este Cronista, luego de esta degustación comenzó a reflexionar sobre la conveniencia de emigrar a Perú. El único problema después de semejante entremés, es que la reducida delegación sólo tenía capacidad para probar un tercer plato, por lo que procurando homenajear a alguna receta bien representativa de la cocina tradicional peruana se pidieron unas papas a la huancaína de rocoto, con más pretensiones de parecerse a la receta de la abuela que de hacer una fusión vanguardista, este plato, después del ceviche es el más representativo de la comida peruana y son unas rodajas de papa bañadas en una salsa de queso y adornadas con huevo duro, sencillito pero delicioso.

Obviamente esta crónica no se puede quedar tan corta y aunque al día siguiente había que seguir las labores de conquista, el Cronista corrió la voz entre sus compañeros de delegación y obviamente sin mucho esfuerzo reclutó voluntarios para proseguir en tan sacrificada labor, esta vez en otro local de la cadena, ubicado en un centro comercial de nombre Larcomar, ubicado en un acantilado frente a la bahía de Lima, con una imponente vista al mar. La nueva sesión comenzó con unos tequeños de ají de gallina, el tequeño sería lo que aquí llamamos dedos de queso y hasta donde se sabe, aunque por su nombre parece obvio, es una receta originaria de Venezuela en donde hay una ciudad que se llama Los Teques, la versión libre de Tanta los rellena del ya mencionado ají de gallina, acompañados de guacamole, otro éxito total. Otro de los superclásicos del menú peruano es la causa limeña, que es una masa suave de papa y ají (chile) la cual se puede acompañar de distintos rellenos, aquí tenía pollo, aguacate, tomate, huevo, mayonesa y la salsita huancaína a base de queso, tan sabrosa como su apetitosa apariencia. Como este Cronista no puede resistir su adicción a las hamburguesas, se pidió unas torrejitas mancoreñas, las torrejas son tortas, en este caso de atún y quinoa, según una receta típica de la ciudad de Máncora, ubicada al norte de Perú, bañadas con salsa de yogurt y crema de ají y en pan de hamburguesa. Pero todo se echó a perder por haber pedido una fuente de montaditos, una fiesta de sabores con papa, carne y huevo, que por su generosa ración acabó con el apetito de los rigurosos y sacrificados catadores.

El viejo Enrique IV dijo que París valía una misa, definitivamente la comida peruana valió el viaje. Y aunque Tanta no es precisamente barato, sobre todo si se sucumbe a la tentación de probar la abundante variedad de cervezas artesanales, los altos precios de la comida en Tiquicia permiten que uno se comporte como turista rico en Ultramar. Sólo de pensar que quedaron una veintena de piqueos por probar, este Cronista vuelve a hacer lo que acostumbra en sus viajes, esto es, acordarse y llorar…