Patrulla de Bares: Levioris Judicii Homo (Cascos Ligeros)

Patrulla de Bares Especial para Cambio Político

Misión: Bar y Restaurante Cascos Ligeros
Dónde: Barrio México, 50 mt oeste de “Castro’s” (ver mapa)

Cascos Ligeros

Ya lo había dicho Cicerón (no el chanchito) sobre la racionalidad humana, aunque por extrañas razones en este rincón del mundo la ligereza de cascos ya no se refiere tanto a ser metiche y ser de poco seso sino a la de no ser muy riguroso en eso de serle fiel a la pareja. Pecadillo insignificante. Pero llama la atención que algún cantinero ingenioso bautice a su criatura como “Cascos Ligeros” lo cual obviamente es un nombre que motiva la curiosidad patrullera.

El bar en cuestión es uno más que compone la gloriosa pléyade de templos culinarios asentados en Barrio México, justo 50 metros al oeste de la famosa esquina en donde la “Río de Janeiro” y el “Castro’s” se encuentran frente a frente. Para convocar a los estudiosos se lanzó la consigna de que este lugar no tiene boquero, sino chef y por supuesto los patrulleros haciendo gala de su tradicional espíritu de sacrificio, acudieron a comprobar si tal aseveración era cierta.

 
Para ser más específicos, debe decirse que “Cascos ligeros” es un hijo del “Castro’s”. Como el padre involucionó para convertirse más en bailongo y en horrible karaoke, sus propietarios haciendo gala del mayor espíritu cívico, decidieron abrir un negocio alternativo que volviera a sus raíces exclusivamente cantinescas. Para ello aprovecharon la parte trasera de un enorme parqueo que tienen para sus clientes. Lo que no sabemos es si el nombre se debe a la famosa canción ranchera o a las costumbres de sus comensales.

Dado que a La Patrulla siempre le encanta meterse con la decoración de los lugares, fue fácil despellejar al “Cascos ligeros”, primero para comenzar con sus muebles de metal brillante, que despertaron toda clase de comentarios encontrados, desde quienes dijeron que los podían encontrar en un café europeo al aire libre hasta quienes simplemente los calificaron de polos. Lamentablemente aquellas sillas toscas ya nadie las hace y la gente de los nuevos bares pretende ser más tu you, vale que todavía quedan cantinas de verdad como “El Ballestero” y el “Volga”. Lo cierto es que el lugar al final no convence por su pinta, tal vez porque el salón es muy grande como para ser acogedor y porque a fin de cuentas es evidente que uno está al fondo de un parqueo. Además el baño de hombres es muy incómodo y no tiene ni siquiera un orinal.

Tratándose de comida, hay un menú bastante amplio, con un interesante diseño gráfico pero bastante ajadito por el uso. Hay una parte de bocas y otra de platos de restaurante, pero como algunos por su precio podrían calificar como bocas, igualmente fueron abordados. El ceviche es grande, fresco y muy bien presentado, nada de tiburón. Hay varias sopas, la sopa azteca asusta por su tamaño, no la hacen con pollo y le ponen buen aguacate, buena de sabor. La crema de espárragos tiene el gran defecto de la cocina tica de que supuestamente para que sepa mejor, la cargan demasiado con “olores”, así que más que una crema parecía una ensalada. El chifrijo la tenía muy dura, pues con el famoso vecino de la esquina era difícil mejorar la calidad del chifrijo más famoso del país, aunque lo sirven muy bien presentado, le faltó más caldito el aguacate estaba duro y en fin, no le llega al de la “Río de Janeiro”. Se pidió una quesadilla de carne y hasta que asustó por lo enorme, parecía más bien una pizza, aunque luego quedó en evidencia el truco, porque la ponen sobre una enorme cama de zacate, igual debe mencionarse que estaba muy bien de sabor y el plato se dejó con la dignidad que le corresponde a un patrullero, con las hortalizas sin tocar. En el menú hay algunas bocas medio enigmáticas, pues simplemente dicen el tipo de carne que tienen, así que se degusto una “boca de pollo” la cual vino tan grande y bien presentada como las antecesoras, era una pechuga a la plancha, de buen sabor y acompañada con unos deliciosos frijoles molidos, solo tenía un problemita: llegó fría. Hay espagueti a la boloñesa que está demasiado bueno, el olor estaba exquisito. El maduro con queso estaba en general bueno, aunque el queso se les pasó de sal. Donde sí se la pelaron fue con el mondongo, pues en el menú anuncian un mondongo en salsa, pero no quisieron atender la petición del patrullero de quitarle algunos ingredientes que no eran de su agrado, o sea, nada de chef que lo prepara contra la orden, lo tenían en una olla o se come sí o sí tal y como lo hicieron.

El lugar no es precisamente barato, pero es que la comida viene en generosas porciones que así lo compensa. Los sacrificados patrulleros la tuvieron de verdad dura para poder cumplir con su cuota de bocas evaluadas, ya ven los que piensan que este oficio es pura alcahuetaría. Y aunque hay que reconocer que aunque se comió bien y abundante, el lugar es cómodo y tranquilo, tampoco es que le movió tanto las hormonas a los patrulleros como para incluirlo entre los favoritos, preferimos pensar que el famoso chef estaba de vacaciones ese día. Y cerramos citando de nuevo al sabio Cicerón (que no es el chanchito, no sea necio) Cibi condimentum est fames potionis sitis, en cristiano: “El hambre es el condimento de la comida, la sed de la bebida”.

Cascos Ligeros Cascos Ligeros
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PATRULLA DE BARES

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