Por Deike Uhtenwoldt (dpa)
El puente de Loschwitz es uno de los símbolos más emblemáticos de la ciudad de Dresde, en el este de Alemania. La imponente estructura que cruza el río Elba se conoce coloquialmente como «Blaues Wunder» (Maravilla Azul).
Sin embargo, el historiador Alexander Klein destaca que naturalmente es falsa la historia de que el puente cambió repentinamente de color verde a azul de la noche a la mañana.
En cualquier caso, se trata de un puente muy especial, que si bien fue construido sin una base de cálculos estructurales exactos logró mantenerse firme desde que se puso a prueba en 1893 con carros que pesaban varias toneladas.
«Así Dresde vivió su milagro azul, que también es el primer puente voladizo sin pilares en el agua», destaca Klein, quien trabaja como guía en uno de los históricos barcos de vapor de paletas de la «Weisse Flotte» (Flota Blanca) sajona.
Hoy en día, la construcción permite a los barcos realizar maniobras de giro incluso con aguas bajas. Antiguamente daba paso a los barcos que transportaban a Dresde materiales de construcción a bajo costo. «La ciudad está construida con piedra arenisca», revela Klein.
La arenisca del Elba, los prados del Elba, el ensanchamiento del valle del Elba, pero también, una y otra vez, las inundaciones. Nada ha influido tanto en Dresde como el río que atraviesa el centro de la ciudad.
La Unesco reconoció esos atractivos y en 2004 designó el valle del Elba de Dresde Patrimonio Cultural de la Humanidad. Sin embargo, tan solo cinco años después, en 2009, volvió a salir de dicha lista.
La manzana de la discordia fue la construcción de un nuevo puente de cuatro carriles entre la ciudad vieja y la «Maravilla Azul». Para la construcción del puente «Waldschlösschen» se excavó la llanura de inundación del Elba. Eso provocó una reacción inmediata por parte de la Unesco y el consiguiente retiro del título de Patrimonio Cultural a la ciudad sajona.
En tanto, a la mayoría de los habitantes de Dresde no les afectó la decisión e incluso aumentó el número de visitantes.
«Hay lugares que dependen más que otros de este título de Patrimonio Mundial. No es el caso de Dresde», resalta Karla Kallauch, portavoz de la Sociedad de Marketing de la ciudad.
En el estado federado de Sajonia-Anhalt hay tres lugares que llevan el título de Patrimonio de la Humanidad: la ciudad de Lutero -Lutherstadt Wittenberg-, la ciudad de Dessau que alberga la escuela de diseño y arquitectura Bauhaus y los Jardines de Dessau-Wörlitz, donde el príncipe Francisco de Anhalt-Dessau mandó construir un parque de estilo inglés en el siglo XVIII.
En el parque se funden los castillos, los canales y las esculturas. Las pequeñas islas, a las que ahora los turistas pueden acceder en pequeñas embarcaciones, formaban parte del paisaje del valle del Elba mucho antes de que se utilizaran espigones para aumentar el calado en el lecho del río.
Por lo tanto, los jardines no solo son patrimonio cultural, sino que también forman parte de la reserva de la biosfera del Elba medio.
«Eso tiene sentido», enfatiza Erik Aschenbrand, profesor de conservación internacional de la naturaleza en la Universidad de Ciencias Aplicadas de Eberswalden, en Alemania oriental.
«Desde el principio, el Reino de los jardines de Dessau-Wörlitz tuvo la misión de probar y explorar un paisaje modelo y, al mismo tiempo, hacerlo accesible a todo el mundo. Y eso se ha conseguido», destacó Aschenbrand, que trabajó durante mucho tiempo en la reserva de la biosfera del Elba.
Con la reserva de la biosfera, la Unesco también quiere crear una región modelo para el desarrollo sostenible, teniendo en cuenta además diferentes grupos de interés como los silvicultores, los expertos en turismo y los visitantes. Pero esto no siempre funciona exitosamente.
Muchas veces la reubicación de los diques va en detrimento de los turistas, sobre todo de los ciclistas, que llegan a recorrer varios kilómetros de diques sin ver el Elba.
Por ello, Aschenbrand recomienda el recorrido por el agua. Al menos durante el verano, cuando baja el nivel del agua y hay poco tráfico marítimo.
«Uno se deja llevar por un paisaje melancólico con un horizonte amplio y plano», señala el geógrafo y agrega que el núcleo de la reserva de biosfera es un bosque de llanura aluvial llamado Steckby-Lödderitz.
Cerca de allí, en la localidad de Brambach, se encuentra el «Elbterrasse», un hotel y restaurante asociado a la reserva. Los huéspedes pueden pasar la noche con vista al Elba, ser trasladados por el propio piloto de barco del hotel y, con un poco de suerte, avistar águilas marinas.
En los últimos años, la reserva de la biosfera del Elba central se extendió hacia el norte. Desde 1997 forma parte del paisaje fluvial del Elba, que abarca cinco estados federados, entre los cuales no se encuentra Sajonia.
«Sería fantástico para el Elba que todos los estados federados tiraran de la misma cuerda», resalta Aschenbrand.
Un poco más adelante, cuando el río hace un giro hacia Brandeburgo en la ciudad de Mühlberg, aparece otro cartel: el búho negro de la conservación de la naturaleza sobre un fondo amarilla.
Pero la referencia a la reserva de la biosfera no parece conmover a los pocos visitantes, que en realidad solo están a la búsqueda de una cafetería sin éxito. En lugar de ello se topan con un imponente edificio gótico de ladrillo de un antiguo monasterio cisterciense.
Junto al monasterio, un museo da cuenta de la historia de Mühlberg, que en 1547 fue escenario de las guerras de la Reforma de Alemania central. La ciudad a orillas del Elba se presenta también con el sello de Patrimonio Europeo.
dpa