Partidos tradicionales: cuando la experiencia no basta

Mauricio Ramírez Núñez

Mauricio Ramírez

Parte de las grandes razones de la crisis de los partidos políticos en Costa Rica, especialmente los tradicionales, tiene que ver con las grandes contradicciones que subyacen dentro de las propias dinámicas partidarias, sus estructuras y luchas de intereses (no entender solo desde lo negativo esta palabra) de distintos tipos. Somos una sociedad cada vez más heterogénea en todas sus formas, donde lamentablemente la verdad y la historia han dejado de importar a la hora de tomar decisiones electorales en momentos históricos cruciales, vaya paradoja. Quizás nunca han sido de mucha relevancia, pero, en definitiva, hoy han perdido total y absoluto valor. Cuando la historia y la verdad mueren de esa manera, la caja de pandora está abierta al advenimiento de cualquier tipo de fenómeno político.

Y es que incluso las viejas categorías de la ciencia política clásica de partidos de masas y demás se quedan cortas, así como las perspectivas ideológicas estilo Guerra Fría. Muchos partidos políticos han abandonado sus principios frente al imperio del mercado libre y la globalización (hoy en tela de juicio), donde según pensadores, “el fin de la historia” obligaba a todos a seguir un único camino sin vuelta atrás. Entonces claro, poner la economía por encima de la política llevo a dejar de lado también la formación política, ideológica y de formas nuevas de luchas, algo que tiempos atrás, partidos que han sido muy relevantes para el país tenían claro. Llegó así la época de los tecnócratas, que empiezan a ver, hacer y entender la política como algo no político, desvirtuando absolutamente su naturaleza. Algo así como querer que un perro nunca ladre.

Así las cosas, los partidos se convirtieron solamente en maquinarias electorales que trabajan como un motor bien aceitado cada 4 años que hay elecciones presidenciales o municipales, confundiendo medios con fines y haciendo de la lucha por el poder, la única razón de existir de estos, dejando de lado por mucho, la reflexión seria, profunda y las grandes causas de su salida del camino histórico original. Las violentas luchas internas que se dan desde lo local hasta lo nacional muestran que el pensamiento individual y egoísta priva por sobre el colectivo. La lucha de egos hace que esa naturaleza humana que hablaba Maquiavelo y Hobbes se manifieste mostrando así su cara más cruda y realista, poniendo en entredicho todo principio altruista que se predique hacia fuera.

Algunas paradojas que miro en partidos políticos después de participar por varios años en la política costarricense, tienen que ver con que quienes tienen la vida muy bien acomodada, cosa que no es pecado ni está mal, pero es real, tienen en sus manos la superestructura del partido; comité político, órganos de dirección y toma de decisiones importantes, padecen de una especie de superioridad intelectual que les hace creer que son los únicos que pueden dirigir por “buen puerto” la agrupación, aunque una y otra vez sigan perdiendo elecciones. El propio Sócrates dijo en su momento: “el mayor acto de sabiduría es reconocer nuestra propia ignorancia”. Esa casta en definitiva defiende por mucho lo indefendible con un discurso vacío, todo lo que la gente ya no soporta de ninguna manera.

Por otro lado, quienes la pulsean, o sea, aquellas bases que son pueblo y trabajan de verdad en esa maquinaria electoral y que muchas veces sí tienen credibilidad local (por eso sacan alcaldes y diputados), no pasan de ser estructura, sin capacidad de llegar a otros espacios, pues son utilizados como marionetas por los de arriba, aquella casta bien acomodada, que creen saberlo todo y, amparándose en el argumento de la “experiencia”, no ceden espacio alguno a quienes consideran “inmaduros” o “poco prudentes políticamente”. Como si al pueblo realmente le importara ese “criterio” de los “sabios de siempre” a la hora de elegir un presidente.

Además, con lo rápido que cambia el mundo hoy, hay mucha experiencia que se desperdicia, lamentablemente, pues de la misma manera en que un mecánico de los 70´s desactualizado no puede arreglar un vehículo 2022 con computadora o eléctrico, igual sucede con la política y los políticos, los médicos o los ingenieros. Nada es estático, todo se mueve, todo cambia, aferrarse a una experiencia de hace muchos años para sostener un poder y defender intereses particulares, no solo es vergonzoso, sino antiético y poco responsable en un país lleno de profundad crisis y búsqueda de identidad.

Esta paradoja que viven varios partidos políticos en Costa Rica se ve reflejada como una excelente comprobación de hipótesis en los resultados electorales de los últimos tres periodos, y puede entenderse como una especie de cáncer casi llegando a hacer metástasis, que los pone en cuidados intensivos y los lleva a sus mínimos históricos como agrupaciones políticas deslegitimadas, con poca credibilidad, muchos casos de corrupción comprobada, poca coherencia y sin capacidad de mostrar el cambio que dicen pregonar con tanta fuerza. Por el contrario, caen en una especie de autofagia partidaria que les hunde más en el fango del rechazo colectivo y la pérdida de interés por parte de la ciudadanía consciente que mira aquello desde afuera como una verdadera “carnicería”.

Como en todo, nada es lineal ni tiene una sola cara, en lo malo hay algo de bueno, y en lo bueno hay algo de malo, es ley universal. Existen muchas personas buenas y llenas de intenciones nobles que aún tienen fe y creen que la lucha interna vale la pena, algo totalmente respetable y comprensible, pero no necesariamente puedo estar de acuerdo con eso. El mundo cambió y las experiencias del pasado no siempre son buenas enseñanzas para el hoy, y mucho menos para el futuro. Esto no es descalificar la experiencia, desde luego que no, pero sí entender que por ser experiencia no es infalible o absoluta, pues sería creer que nada cambia y todo permanece igual. Se requiere experiencia con humildad y apertura a seguir aprendiendo. Esa es precisamente la falta de autocrítica que tienen estas agrupaciones, por darle prioridad a lo inmediato, dejan de lado lo importante. De ahí el inicio de todo fracaso.

Ahora bien, vamos a las juventudes (sin generalizar a todas las personas jóvenes que participan), que, sin ningún tipo de formación, solo se suman a la lucha partidaria pensando en acceder a un puesto y estar dispuestos a hacer cualquier cosa para alcanzarlo; desde “serruchar pisos”, hasta mentir y aplicar todas aquellas formas más poco éticas que existen en contar de obtener lo que buscan. Parece que ese tipo de “experiencia” si ha sido bien transmitida. La política seria no son borracheras, fiestas y libertinaje, al contrario, es una responsabilidad muy grande que debe implicar formación, pensamiento, discusión y acción para la transformación de la realidad.

Uno no se mete a un partido político para sacarse fotos y selfies o andar de fiesta nada más, así no es la vida. Sucede que quienes tienen el poder de esa superestructura, ese es el tipo de juventudes que les conviene tener: obedientes, que no cuestionen y que solo aprendan a decir que sí a todo lo que les dicen, algo realmente repugnante. Ahí adentro, literalmente, “quien piensa pierde”. Si un partido olvida realmente sus raíces, su historia y a sus bases las utiliza solamente como un instrumento para conseguir votos, queda muy claro que quienes realmente la pulsean jamás estarán siendo parte de esa lucha superior o muchos menos sus criterios y legítimos intereses serán tomados en cuenta a la hora de decidir aquello realmente estratégico para el futuro del país.

Esa gran disociación que existe entre la superestructura de quienes tienen el control partidario y su vida resuelta, por un lado, y de quienes forman la estructura local y las bases, que son quienes la pulsean, es lo que precisamente genera la pérdida de elecciones nacionales pero su supervivencia legislativa y municipal. No obstante, no descarto que esto también pueda llegar a un punto de quiebre en los próximos años, pues los complejos y democráticos, pero amañados y manipulados procesos internos están haciendo despertar a muchas personas que simplemente terminan por decepcionarse de lo mismo, apartarse y alejarse de esa estructura manoseada.

Construir el futuro político de una nación en un mundo de cambios turbulentos, crisis y guerra requiere de líderes con un estado superior de conciencia intelectual, espiritual y planetaria. Como decía el líder revolucionario Don Pepe Figueres en su segunda proclama allá en Santa María de Dota el 23 de marzo de 1948: “el hombre ya tiene los medios de producción capaces de colocar en un plano elevado, material y espiritual, a todos lo miembros de la comunidad”. ¿Están dispuestas estas fuerzas políticas a trascender en la historia o irán a perecer ahogados en su propia ambición? es algo que el tiempo nos dirá.

Académico.

Revise también

William Méndez

La verdad incómoda

William Méndez Garita Pretendo llamar a la reflexión en estas cortas líneas sobre el uso …

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *