Para ser Feliz

(No hace falta el celular)

Conversaciones con mis nietos

La verdadera felicidad comienza cuando uno aprende el arte de adaptarse correctamente a otras personas, y este ajuste implica olvidarse de uno mismo y amar a los demás.” –Meher Baba

Arsenio Rodríguez

Estaba

El otro día se me olvidó llevarme el teléfono celular para una cita médica, y estaba ansioso. Alguien me podría llamar o enviarme un texto. Y sabe Dios la de noticias importantes que me iba a perder, y los comentarios sobre éstas. Y que voy a hacer ahora, pensaba, mientras espero en el consultorio, y si pasa algo, como se van a comunicar conmigo. A la verdad que no sé, cómo pude vivir mis primeros 55 años de vida sin un celular. Estos aparatitos, por donde uno ve tanta gente y se entera de tantos disparates, y no tiene que estar hablando con nadie, ni conociendo a nadie, mientras espera en un consultorio o en un aeropuerto. Huy.

Siempre escuchaba cuando niño –no hables con extraños. Esos otros, los que no eran del círculo de la familia o de amigos, los extraños. Y ahora gracias a Dios, tenemos los teléfonos celulares, para no tener que hablar con nadie ni aun con los conocidos. Y nos sentamos alrededor de la mesa, en familia, y sí, intercambiamos algunas palabras, pero estamos “conectados” cada uno por su lado con el mundo, a través de textos, TikTok, WhatsApp y Facebook, además de noticieros constantes en línea. Y así nos enteramos de la vida, compartimos, y hasta amamos electrónicamente. A la verdad que la modernidad es un bono irrefutable para encontrar la felicidad.

Bueno, llegué a mi cita médica de larga espera, y tampoco traje mis lentes de leer, así que ahora si iba a sufrir, a pasar un rato largo sin contacto con la vida. Estaba deprimido, apenas empezando a esperar la hora u hora y media, típica del consultorio. ¡Que tragedia!

Frente a mí, sentado en una butaca, había alguien que se veía un poco mayor que yo, y yo soy octogenario. Además noté que era ciego. Parece que quien lo trajo, lo había dejado ahí, hasta que vinieran de la oficina del doctor a buscarlo. Pobre, pensé, este hombre aunque no hubiese olvidado su celular, tendría problemas para usarlo. Pobre infeliz. Aunque debo decir que su rostro mostraba una sonrisa y se veía muy tranquilo perdido en sus pensamientos.

Me animé a saludarlo y le dije, ¿hola como está, lleva mucho tiempo esperando? Se sonrió, volteando hacia el sonido de mi voz y me contestó: “no sé cuánto, pero quizás hace como una media hora que me dejo mi esposa aquí, y aún no han venido por mí. Y continuó “pero es bueno porque he estado pensando mucho sobre lo que es la felicidad, y haciéndolo me he convencido a mí mismo, de que soy muy feliz”, me contesto con una amplia sonrisa.

A ver, cuénteme, le contesté, eso es importante y yo también tengo una larga espera.

Y comenzó: “Pues pienso, que uno puede tener muchos defectos y dificultades, estar ansioso o irritado, pero uno no debe olvidar, que vivir es el mejor regalo del mundo. Y que solamente uno mismo puede protegerlo. Que ser feliz, no es tener un cielo sin tormentas, o un camino sin accidentes, o tareas sin agotamiento, ni relaciones sin decepciones. Ser feliz, es encontrar fortaleza al perdonar, y esperanza en nuestras batallas, seguridad en uno mismo ante las amenazas y el miedo, y amor en nuestras desavenencias con los demás. O sea, que uno debe ser feliz, no solo al recibir sonrisas y celebrar éxitos, sino al aprender de nuestros fracasos. Sentir la felicidad, no solo cuando uno es reconocido, sino también al ser ignorado.

Su voz proyectaba una suave emoción, como alguien que había recibido una visita de un ángel, que le aconsejó, mientras lo acompañaba.

Continuó: “Ser feliz, es reconocer que la vida merece la pena ser vivida, sin importar los desafíos, las incomprensiones y las crisis. Que ser feliz no es gratis, sino más bien es una recompensa, para quienes han sabido cómo viajar adentro de sí mismos. Es dejar de sentirse uno víctima de sus problemas, y convertirse en un actor de su historia. Es atravesar los desiertos que nos rodean, para encontrar el oasis en lo más profundo de nuestra almas. Es estar agradecido cada mañana, por el milagro de la vida. Ser feliz, es no tener miedo de nuestros propios sentimientos. Saber cómo hablar con nosotros mismos. Es ser valiente para aceptar un «no» y no perder la calma cuando otros te critican, aunque sean injustos. Es querer a nuestros hijos, honrar a nuestros padres, y poder tener momentos poéticos con nuestros seres queridos, aunque a veces nos hieran.

Ser feliz, es dejar salir a esa criatura simple, alegre y libre que vive adentro de nosotros. Es tener la madurez para decir -me equivoqué-, el valor para decir -perdóname-, la sensibilidad para decir -te necesito-, la capacidad de decir -te amo-

Sus palabras venían con una fuerza interior y me tocaban por dentro. Me conmovieron. En eso, vinieron por él del consultorio de su doctor. Lo ayudé a levantarse, y la asistente le ofreció su brazo para llevarlo. El hizo una pausa y me dijo, “gracias por hablar conmigo- por escucharme”. Lo medio abracé y le dije, gracias a usted, que me dio una gran lección sobre la vida en nuestro intercambio, que le vaya bien.

Y él me contestó: “Que tu vida se convierta en un jardín de oportunidades para ser feliz. Que en tu invierno te hagas amigo de la sabiduría. Y que cuando cometas errores, empieces de nuevo. Que descubras que ser feliz no significa tener una vida perfecta, sino usar tus lágrimas para regar tu tolerancia, tus pérdidas para refinar tu paciencia, tus fracasos para esculpir la serenidad, y tu dolor para enmarcar tu placer.

Que aprendas a usar los obstáculos para abrir las ventanas de tu corazón. Y que nunca te rindas ante los problemas, ni abandones a las personas que amas, y nunca dejes de ser feliz, porque la vida es un espectáculo maravilloso.

Y se me olvidó, que se me había olvidado el teléfono celular. Ahora lo cargo menos cuando salgo, y si lo llevo no lo uso en las salas de espera. Pienso en mi vida, en todo lo que me ha pasado, y por razones que no entiendo, me rodea entonces desde adentro, una sensación de ser y haber sido. Y un sentimiento de gratitud y de empatía hacia los demás.

Revise también

Caryl Alonso

¿Qué hacer para convertir la ética en un bien público…?

Somos lo que hacemos, no lo que decimos que vamos hacer… Caryl Alonso Jiménez Np …

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *