Manuel Damián Arias Monge
Si bien es cierto, desde que gobierna Rodrigo Chaves, la sociedad costarricense, merced a la demagogia, el populismo y la manipulación del actual titular del ejecutivo, se ha polarizado, de manera que hay expresiones políticas cada vez menos coherentes con la normalidad democrática y con el sano debate ideológico, lo que deja abierta la peligrosa caja de Pandora de la violencia, la intolerancia y el fanatismo, también es verdad que, ante las manifestaciones radicales, ajenas al más mínimo escrutinio racional, lógico y científico, tampoco cabe un silencio cómplice.El miedo no puede instalarse como útil paraguas para evitar que, como debe suceder en una República, siempre existan voces críticas, que puedan cuestionar el discurso oficial. De lo contrario, quienes entendemos la amenaza que representan Chaves y sus secuaces para la paz social en Costa Rica, estaremos amordazados, mientras se desmonta la institucionalidad democrática.
Los mundos de la academia, la ciencia, la intelectualidad, el arte, la cultura, el periodismo y las organizaciones sociales, tenemos de nuestro lado, todavía, por fortuna, tanto a las leyes, como al Estado de derecho. Por ahora, y esto debe ser motivo de cierta esperanza, los pesos y contrapesos del sistema institucional republicano funcionan y han dado muestras de una sana autonomía y de un sólido desempeño. La alienación, la enajenación y la manipulación de las que son víctimas miles de costarricenses, si bien es cierto debe llamarnos a la reflexión sobre la importancia de la educación y de la formación crítica de las nuevas generaciones, son parte de una estrategia discursiva que, simple y llanamente, no es sostenible, por lo que pronto, como le ha sucedido a otras figuras de la extrema derecha en América Latina, como Bolsonaro, terminarán por colapsar, bajo su propio peso.
Una mentira, que se cuenta mil veces, no se convierte en verdad, menos aún para sectores populares, desgraciadamente identificados con esta administración, que irán tomando consciencia de que han sido una masa de “tontos útiles”, para un sector hegemónico que, a pesar del maquillaje para parecer diferente a los “mismos de Siempre”, defiende intereses análogos, que sólo benefician a la elite y que, en consecuencia, atentan contra la calidad de vida, las oportunidades de movilidad social y las alternativas de progreso económico de las grandes mayorías, cada vez más empobrecidas y vulnerables, por causa de la salvaje aplicación de políticas económicas neoliberales, cuyo único objetivo es, a todas luces, derribar las grandes conquistas del Estado social y democrático de derecho, solidario y del bienestar.
No puede ser, de esta manera, que toleremos que los tradicionales victimarios de la extrema derecha, que ahora se autodenominan “conservadores”, vengan a disfrazarse de víctimas. La gran diferencia, que separa a quienes creemos en los derechos humanos, en la libertad, en la justicia social, en la democracia y en el desarrollo sostenible, es que no le imponemos nuestros valores éticos, nuestro estilo de vida y nuestra visión de mundo, por medio de la ideología, la religión y la propiedad de los medios de comunicación, a quienes no piensan como nosotros. En cambio, en contraste, esos autodenominados “conservadores”, ahora empoderados por el discurso machista, misógino, intolerante y reaccionario del presidente, toda la historia han tratado de cercenar la libre autodeterminación de quienes son etiquetados, sobre la base de prejuicios, mitos y estereotipos, como “diferentes”. Mujeres, feministas, personas con discapacidad, población LGTBIQ+, socialistas, comunistas, ambientalistas, libre pensadores y, en general, intelectuales, siempre han sido objetivos para los dardos del enfermizo fascismo, ahora institucionalizado en el Poder Ejecutivo de la República.
Chaves, precisamente, es experto en darle la vuelta a la tortilla, para aparecer como la víctima, un modus operandi que, afortunadamente, cada vez le da menos réditos, incluso entre sus partidarios.
Por ende, la peor estrategia, ante el apabullante discurso excluyente que emana de Zapote, cargado de barbarie, de chauvinismo, de violencia y de prepotencia, sería el silencio. El silencio de las mayorías, ante los excesos, como bien lo dijo el doctor Marthin Luther King Jr., se vuelve cómplice de quienes detentan el poder, para oprimir.
Está bien, no hay que caer en provocaciones vacías, ni arriesgar la integridad física y moral alegremente, frente a fanáticos adoctrinados por la maquinaria chavista y, del mismo modo, hay que huir de los lugares comunes, de las falacias y de los argumentos sin sustento, a la hora de confrontar al gobierno. Sin embargo, es preciso unir fuerzas, para que sobre la base de la solidaridad, de la empatía y la razón, los que entendemos en su justa dimensión el reto que significa esta administración para el país, podamos adversarla con fuerza, entereza y determinación.
En este contexto, cabe subrayar la solidaridad con los grupos políticos que, desde el Primer Poder de la República, la Asamblea Legislativa, han realizado una valiente oposición a este presidente y su pandilla, especialmente el Frente Amplio y un sector del Partido Liberación Nacional.
Chaves sabe que se le acabó el tiempo y que sus argucias ya convencen a cada vez menos personas, como no sea a las granjas de trollles que con entusiasmo le apoyan desde Vietnam. Ante esta realidad, hay que estar alertas, porque el mandatario, fiel a su vocación fascista y a su talante autoritario, hará hasta lo imposible por perpetuar su régimen. El señor está tan desconectado de la realidad nacional e internacional, así como de quienes le rodean, que no sería raro que intente una escapada hacia adelante, desconociendo, en todo o en parte, el sistema constitucional que actualmente le legitima en el cargo. Esperemos que, en ese momento, no sólo sus críticos, sino todo la institucionalidad costarricense, sepamos utilizar los cauces legales adecuados, para revertir cualquier intento de ruptura del orden constitucional.
– Máster en Comunicación Política