Roberto Artavia L.
No es por el empleo rural, puesto que en la estrategia de CINDE y los compromisos asumidos a cambio del financiamiento destaca la búsqueda de inversiones fuera del GAM y CINDE nunca ha dejado de cumplir con los compromisos que asume como parte del convenio.
No es porque CINDE haya disminuido en sus capacidades, pues ha venido evolucionando y adaptándose a las necesidades cambiantes de los inversionistas extranjeros, desde empresarios de flores frescas y plantas ornamentales en los años 80 del siglo pasado, hasta los microchips, implementos médicos y servicios de valor agregado de nuestra economía actual. Esto lo puede hacer por la flexibilidad que le da ser una agencia privada, mientras las entidades públicas solo pueden hacer lo que dictan las leyes y sus estatutos, lo que limita su velocidad para responer a cambios en el contexto.
No es por falta de crear valor a los inversionistas extranjeros, porque quienes interactuamos con las empresas extranjeras en zona franca, sabemos que hay algo llamado «el factor CINDE» que se reconoce como la capacidad única de esta institución para tender puentes, resolver cuellos de botella, encontrar profesionales y trabajadores para sus empresas y llenar todas sus necesidades en éste y otros campos. Y ni qué decir del valor creado al país, a sus jóvenes en busca de empleo, a sus inversionistas y desarrolladores, a fondos inmobiliarios, a la banca nacional y a miles de PyMEs que se encadenan con los inversionistas extranjeros.
No es por ineficacia o ineficiencia operativa, pues el retorno sobre la inversión muy modesta que representa CINDE es clara en los casi 200,000 empleos directos y muchos más -al menos otro tanto igual- creados de manera indirecta en proveedores de insumos, servicios, logística, etc. en el país y de los muchos millones de colones que desde las zonas francas se aportan a entidades públicas como el ICE, la CCSS, el INA o del impacto de la colaboración con muchas universidades públicas y privadas del país. Esto adicional a exportaciones por más de 10 mil millones de dólares, con valor agregado creciente, que ayudan a la balanza comercial, balanza de pagos y reservas internacionales del país.
Si no es por ninguna de las razones anteriores -sí, claramente no le creo a Tovar y Beirute- entonces, ¿qué hay detrás de esta ruptura?
¿Y las Cámaras que votaron por romper el convenio en la directiva de PROCOMER, habrán pensado en lo que esto implica cuando les llegue el turno de disentir con el Poder Ejecutivo?
¿No será más bien otro paso en la concentración de las decisiones y funciones clave y valiosas en el Poder Ejecutivo? Un Poder Ejecutivo demasiado centralizado en la figura de un presidente que, o se hacen las cosas a su modo , o se rompen relaciones y se aísla y diminuye a entidades valiosas como CINDE.
¿No es precisamente la diversidad de pensamiento, y la colaboración entre sectores la esencia misma de la democracia?
La alianza entre CINDE, COMEX (antes MINEX) y PROCOMER (antes CENPRO y Consejo Nacional de Inversiones) ha sido ejemplo para el mundo de una política de estado con 40 años de vigencia y que ha transformado la estructura económica, capacidad exportadora, modernización y diversificación productiva del país, generadora de empleos de calidad y fuente de encadenamientos productivos; posiblemente en esas dimensiones la economía más robusta de América Latina.
No se dan cuenta que esa colaboración transparente, abierta y eficaz es precisamente la magia de la atracción de inversiones, que las empresas internacionales se sienten cómodas en un ambiente en que lo público y lo privado se unen para recibirlos, atenderlos, guiarlos y facilitar su instalación y operación. Pues bien, esa comunión, ese ambiente balanceado y colaborativo, se acabó anoche.
No hay razón, más que la obvia: mayor concentración de poder en el Ejecutivo y su líder. Pero es un retroceso en la confianza interna e internacional; otro golpe a la independencia y diversidad de pensamiento y acción, un golpe a la posibilidad de avanzar por medio de la colaboración entre lo público y lo privado en éste y otros campos que lo requieren y -ojalá que no, pero posiblemente- un golpe casi mortal a la capacidad del país de seguir atrayendo inversiones y diversificando y modernizando su economía.
Tomado de FB
Cualquier persona que haya visitado las instalaciones de COMEX, CINDE, PROCOMER y las compara con las de cualquier otro Ministerio, o de cualquier otra entidad del estado costarricense se percatara de una notable diferencia: los inmuebles, muebles, sistema de seguridad, atención al usuario, no tienen equivalencia con lo que uno observa en el Ministerio de Eduación, Salud, MOPT, Cancillería. Todo es distinto. Claramente hay que poner un poco de orden en casa con el uso de recursos públicos que faltan a muchas otras entidades públicas.
Que extraño que nadie tampoco haya detectado que son los mismos personeros de cámaras y empresas transnacionales los que entran y salen con puestos de designación en CINDE, PROCOMER, COMEX. Lo que tenemos es una verdadera casta empresarial muy cómoda haciendo muchos beneficios con recursos públicos sin que esto impacte positivamente en indíces sociales: ricos cada vez más ricos, pobres cada vez más y más pobres. Ni hablar del estado calamitoso en el que se encuentran las finanzas públicas y la falta de recursos de Costa Rica en temas como Salud, Educación, Seguridad, Ambiente.
No veo que estos puntos sean realmente abordados por el señor Roberto Artavia.
En otras partes de América Latina, quien está a cargo de atender a inversionistas extranjeros, son oficinas públicas o una dependencia estatal. No hacen falta esquemas publico/privado para esas cosas.