Línea Internacional
Guadi Calvo
En el contexto de la ofensiva que los grupos terroristas Boko Haram y Estado Islámico Provincia de África Occidental (ISWAP) lanzaron a comienzo de año después de un silencio de casi dieciocho meses, un año, el jueves veintiuno, en un ataque coordinado por una khatiba de Boko Haram contra la mezquita de la localidad Ungwan Mantau y varias viviendas cercanas, en el Estado de Katsina, al noroeste del país, asesinaron al menos a cincuenta civiles, además de haber secuestrado a otros sesenta.
La masacre provocó que miles de vecinos de los barrios Karfi, Marabar Kankara y Layin Minista, los manifestantes marcharan a la ciudad de Malumfashi, un centro comercial al sur de Katsina, bloqueando por horas la carretera Funtua-Malumfashi, exigiendo mayor presencia de las agencias de seguridad ante la emergencia.
Las primeras señales de esta nueva ofensiva se dieron en enero con una emboscada tendida por el ISWAP, matando a una veintena de soldados nigerianos, al tiempo que en otra acción ejecutaron a cuarenta agricultores y causaron la pérdida de ganado, víveres y herramientas.
Mientras Boko Haram, en una serie de acciones coordinadas, atacó las aldeas cristianas de Njila, Banziir, Shikarkir y Yirmirmug, en Chibok, Estado de Borno, donde quemó viviendas, iglesias, y asesinó una media docena de personas, además de obligar a varias decenas a convertirse al islām. Lo que obligó al desplazamiento de unas cuatro mil personas.
En el ataque reciente a la aldea Ungwan Mantau, un centenar de muyahidines llegaron a ella en motocicletas, un hecho habitual en prácticamente todas las bandas que operan en el Sahel y en el noroeste de Nigeria. Tras ingresar a la mezquita, abrieron fuego contra los fieles mientras otros terroristas hacían lo mismo en el interior de las viviendas cercanas.
Alertadas, las fuerzas de seguridad de la región consiguieron interceptar a algunos asaltantes e impedir ataques a otras dos aldeas cercanas.
El estado de Katsina, fronterizo con la República del Níger, gracias a la falta de controles, permite que los milicianos circulen sin mayores inconvenientes de un lado a otro, para operaciones transfronterizas y en búsqueda de refugios seguros.
Esta área se ha convertido desde principio de año en un pasadizo por donde circulan sin molestias la violencia wahabita y bandas criminales comunes: bandas de ladrones de ganado, secuestradores extorsivos, traficantes de armas, drogas y de bienes saqueados, a uno y otro lado de la frontera. Lo que dio lugar a la generación de una activa economía paralela, independiente, que, a cualquier poder legal. Esto demuestra la incapacidad del gobierno para controlar sus fronteras y los territorios donde los terroristas pueden instalarse y replegarse según sus necesidades tácticas. Por lo que, más allá de la virulencia de las campañas militares contra los terroristas, jamás han podido, en los veinticinco años del estallido de la insurgencia en el noroeste del país, desactivarlos totalmente.
Si bien el gobierno del presidente nigeriano, Bola Tinubu, heredó la crisis de seguridad, a poco más de dos años en el poder, no ha conseguido, más allá de algunos meses de tranquilidad, impedir que la crisis continuara. Más allá de algunos éxitos, impidiendo la concreción de algún ataque, no han conseguido alcanzar el núcleo de la violencia.
Con estrategias erradas como la de perseguir con grandes cuerpos de batalla a grupos de gran movilidad en lugares donde se pueden esfumar rápidamente, donde además los combatientes se confunden con la población en regiones boscosas que además comportan fronteras entre diferentes estados y con países como Chad y Malí, ya afectados por otros grupos terroristas que se expanden por el Sahel.
En Chad acaba de ser detenido Muslim Mohammed Yusuf, junto a otros seis combatientes, pertenecientes a una célula del ISWAP. Muslim es hijo de Muhammad Yusuf, fundador de Boko Haram, y hermano de Abu Musab Al-Barnawi, líder y fundador del ISWAP, muerto en combate en octubre del 2021.
Socialmente, la crisis social en las regiones afectadas se profundiza: con casi tres millones de desplazados, comunidades campesinas literalmente arrasadas, miles de muertos y secuestrados, que podrían regresar a un alto precio pagado por sus familiares, o permanecer cautivos durante meses; ser incorporados de manera compulsiva a las filas terroristas, y como ha sucedido desde 2009, muchos nunca regresaron con los suyos. Sin asistencia sanitaria, centenares de escuelas cerradas, sin abastecimiento de productos de uso cotidiano: combustibles, pesticidas, herramientas, lo que hace imposible el trabajo en los campos, que en su mayoría han quedado abandonados. Lo que deja a la población al borde de la seguridad alimentaria y de convertirse en posibles víctimas de cualquier tipo de epidemia.
Boko Haram en Camerún
A partir de mayo, la presencia de Boko Haram en el norte de Camerún ha ido en aumento, lo que ha encendido las alarmas del gobierno del anquilosado Paul Biya, que con sus noventa años es el presidente más viejo del mundo.
El siete de mayo, en un tramo de la carretera Guidjiba-Tcholire, fueron secuestradas seis personas, junto a un cura católico, de la parroquia “San Juan Bautista Madingring” de la Arquidiócesis de Garoua, en la provincia Extremo Norte. Uno de los rehenes fue asesinado antes de que el resto fuera liberado, a excepción del párroco, por lo que los terroristas exigen unos cuarenta y tres mil dólares.
Si bien estas noticias han provocado inquietud en todo el país, particularmente lo ha hecho en la provincia de Extremo Norte, donde al menos han sido treinta los muertos provocados en diferentes acciones de los terroristas nigerianos contra blancos, tanto militares como civiles.
En estas operaciones, Boko Haram ha desplegado su menú de acciones: secuestros extorsivos en los que entre sus víctimas se incluyen mujeres y niños; reclutamientos compulsivos, provocando la desestabilización de las comunidades más implicadas.
El pasado once de agosto, dos efectivos del ejército camerunés murieron en el asalto al puesto militar en Kerawa, próximo a la frontera con Nigeria. Después del ataque, los muyahidines nigerianos retornan de inmediato a su país.
En previsión de que estos ataques continúen desde los altos mandos del ejército camerunés, ordenó el despliegue de un importante contingente de fuerzas especiales a la provincia Extremo Norte, para reforzar la frontera y la persecución de los extremistas.
A tres días de la acción de Kerawa, Boko Haram asaltó un autobús de la empresa camerunesa Touristique Express, secuestrando a sus cincuenta pasajeros, los que en su mayoría fueron liberados a medida que sus familiares han ido pagando los rescates exigidos, unos ochenta y ocho mil dólares por cabeza. Aunque para el día dieciocho, una decena de niños, de entre doce y dieciocho años, continuaban en manos de sus secuestradores, ya que sus familias no han podido pagar lo exigido.
La oposición política al presidente Biya reprochó su silencio ante la crisis y la inacción para resolver la liberación de los niños y la actual crisis de seguridad en la frontera con Nigeria.
La población de la provincia, cada vez más aterrorizada por las acciones terroristas, además es incentivada por los dichos del popular pastor televisivo TB Joshua, que hace meses había “profetizado” una importante operación en Camerún de Boko Haram.
Según el gobierno de Biya, las tropas destinadas a la región han quebrado el núcleo de los terroristas en la región, una información difícil de confirmar en el contexto de una guerra contra el terrorismo que excede a Camerún y a Nigeria y se extiende desde el Sahel a la costa del golfo de Guinea, amenazando con incendiar todavía muchas más regiones de un continente en plena disputa de las grandes potencias.