Gideon Levy
No es el primer ministro Benjamin Netanyahu, o al menos no solo él. Uno no puede culpar a una persona, por influyente y poderosa que sea, de cada maldad, como hacen sus opositores y enemigos. Ellos dicen que el racismo, el nacionalismo extremo, la división, la incitación, el odio, la ansiedad y la corrupción se deben a Netanyahu.
Pero no es así. Sus pecados son innumerables, el daño que ha hecho es inconmensurable y sería genial tenerlo fuera de nuestras vidas, pero culparlo de todo es engañoso y sacudirse la responsabilidad.
Si Netanyahu tiene la culpa de todo, entonces si pudiéramos deshacernos de él todo volverá a ser bueno. No es así. Si Netanyahu tiene la culpa de todo, entonces no tenemos nada que ver con el estado actual de las cosas. Tampoco es así.
Netanyahu ha causado graves daños, pero detrás de él hay una nación y votantes y otros funcionarios electos, la mayoría de ellos no diferentes de él, y un público, una sociedad y medios de comunicación. La culpa recae en todos ellos, al menos tanto ó más.
En pocas palabras, la gente es el problema. Netanyahu tiene votantes. Hay quienes [la mayoría, por eso gana las elecciones] votan por su propuesta. Hay quienes han odiado a los árabes mucho antes de Netanyahu. Hay quienes desprecian a los negros, detestan a los extranjeros, explotan a los débiles y miran por encima del hombro a todo el mundo, y no a causa de Netanyahu. Hay quienes [la mayoría de los judíos] se creen personas elegidas y por lo tanto lo merecen todo.
Hay quienes piensan que después del holocausto se les permite hacer cualquier cosa. Hay quienes creen que Israel es lo mejor del mundo en todos los aspectos, que el derecho internacional no va con él y que nadie puede decirle qué hacer.
Hay quienes piensan que los israelíes son víctimas, siempre víctimas, las únicas víctimas, y que el mundo entero está contra nosotros. Hay quienes están convencidos de que a Israel se le permite hacer cualquier cosa, simplemente porque puede [o porque el mundo tiene una deuda con los judíos después del holocausto].
Hay quienes creen solo en la espada. Hay quienes defienden la agresión en los territorios y en las carreteras y no conocen ningún otro idioma. Hay niveles de ignorancia sin precedentes.
Hay un lavado de cerebro en un grado desconocido en una «democracia». ¿Es Netanyahu responsable de todo esto? Vaya.
El problema es el ambiente, el espíritu de los tiempos, los valores y perspectivas que se han arraigado aquí durante las décadas del sionismo.
Netanyahu no los sembró y no desaparecerán cuando él se vaya. El racismo y la xenofobia están profundamente arraigados aquí, mucho más profundamente que cualquier Netanyahu. ¿Cómo podría atribuirse esto al hombre de la calle Balfour cuando comenzó mucho antes de que fuera elegido para enviado en Washington?
El apartheid no comenzó con él y no terminará con su partida. Ni siquiera se verá afectado. Una de las naciones más racistas del mundo no puede quejarse del racismo de su primer ministro.
¿Cuando el discurso público está dominado por la derecha se debe a Netanyahu? ¿Cuando los medios de comunicación están controlados por una sola narrativa, en la que la derecha [aparentemente] se desplaza hacia el centro, es culpa suya? ¿Cuánto se pueden descartar los deseos, creencias, valores y elecciones de un pueblo? ¿Cómo se puede culpar de todo esto a un político?
Que no haya alternativa ideológica no tiene nada que ver con Netanyahu. Que la campaña electoral solo trate tonterías no es por él. Que el centro-izquierda tenga miedo de pronunciar una palabra no es culpa suya.
Netanyahu es lo mejor que le ha pasado a la política israelí: puedes deshacerte de todo; es un incitador que siembra el miedo y difunde mentiras, pero muchos están comprando lo que está vendiendo y sus oponentes son escasos. No lo hagas el chivo expiatorio, todos somos culpables.
El problema no es Netanyahu, sino la admiración por él y el vacío de oposición que lo rodea. La provocación es para los débiles. Si los israelíes se dejan llevar tan fácilmente por su primer ministro, el problema está en ellos, no en él. Netanyahu, a quien la gente llama cínico, dirige su veneno a lugares donde sabe que podrá propagarlo fácilmente.
Sería fantástico si surgiera algún Nelson Mandela local, un líder valiente con visión que cambiara los valores básicos del país y liderase una revolución. Pero tal persona no ha nacido aquí y es dudoso que alguna vez aparezca. Ojalá Netanyahu desapareciera. Pero no digas que arruinó todo y que una vez que se haya ido todo florecerá. Netanyahu es Israel e Israel es Netanyahu, incluso si Benny Gantz lo sucede.
Haaretz. Traducido del inglés para Rebelión por J. M. Extractado por La Haine.