Luis Paulino Vargas Solís
No tengo cómo saber sí es cierto que hubo negociaciones entre el gobierno de Rodrigo Chaves y los carteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación. Tampoco contamos con pruebas que permitan afirmar nada en ese sentido, puesto que El Universal de México se limitó a mencionar fuentes, presuntamente de alto nivel, pero anónimas. Y, sin embargo, y como bien se sabe, esto último no necesariamente significa que deba descartarse lo informado, ya que es usual que la prensa recurra a ese tipo de fuentes, y muchas veces ello ha conducido a destapar casos graves.Si eso fuera cierto, sería extremadamente grave, y las responsabilidades caerían directamente sobre el propio presidente Chaves, al punto, creo yo, que ameritaría exigirle su renuncia.
Por mi parte, prefiero absolutamente que sea una información falsa, ya que, de otro modo, ellos nos lanzaría a una crisis institucional de imprevisibles consecuencias. No puedo, de ninguna manera, desear eso para Costa Rica. Tengo la peor opinión sobre este gobierno, pero prefiero infinitamente que concluya en paz sus cuatro años, antes de tener que pasar por traumas institucionales tan graves.
Es obvio que el problema de la inseguridad y la violencia no nació con este gobierno. Se han acumulado a lo largo de años los factores que, gradualmente, han ido incrementando el hervor en la olla. Y hoy esta nos está explotando en la cara.
Pero también es cierto que el abordaje que hoy se le da al problema es totalmente desacertado. Desacertado, primero que nada, por parte de Chaves y su equipo, pero desacertado en general: las élites que manejan los hilos del poder en Costa Rica -no solo las dirigencias políticas, sino también la prensa y el empresariado- han preferido meter la cabeza en la arena, lo cual implica dejar de hacer lo que es urgente hacer.
Admito que hay en todo esto una faceta policial y represiva ineludible. Dada la gravedad de la situación, ello es necesario. Pero se pierde de vista que el país ha puesto en bandeja de plata a nuestros jóvenes, para que las mafias del narco hagan con ellos lo que les dé la gana.
Los que dirigen el país, han decidido comprarse todos los números de la rifa.
Tratan, por todas las vías, de reducirles impuestos a los más ricos y legalizar el fraude tributario. Y, entretanto, se desfinancian y recortan los presupuestos para educación, vivienda popular, salud, atención de la niñez, redes de cuido. Miran la cultura y el arte como prescindibles vagabunderías, y si se trata del deporte, todo queda en manos del negocio futbolero.
¿Y el empleo? Insisten en la mentira de que entregar el país a los caprichos de las transnacionales, nos sacará de la catástrofe. Pero, entretanto, permanece bloqueado cualquier programa serio, y de las amplias dimensiones que es indispensable, para promover la creación de empleos decentes.
Y, además, ¿por qué no admiten que la fracasada “guerra contra el narco” nos ha llevado al territorio de desastre al que era totalmente previsible que nos empujaría? Si al menos tuvieran el coraje y la honestidad de admitirlo, ya quizá podría entrarse en un debate más serio, en vez de seguir enredados en tanta frivolidad y nadería.
Y, lo peor, es que estamos sacrificando cobardemente a nuestra juventud, arrastrada en el río de sangre en que nuestro país se está convirtiendo.