Memorial del Monte Rushmore

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Carlos Revilla Maroto

Carlos Revilla

Después de visitar el Memorial de Caballo Loco, fuimos al Monte Rushmore, que queda cerca, a unos 16 km de distancia en un lugar conocido como Keystone en Dakota del Sur. El memorial está en lo profundo de las Colinas Negras (Black Hills), una cadena montañosa de pinos oscuros y cañones de granito, donde se levanta uno de los íconos más reconocibles de Estados Unidos, el Memorial Nacional del Monte Rushmore. Con los rostros de cuatro presidentes tallados en la roca —George Washington, Thomas Jefferson, Theodore Roosevelt y Abraham Lincoln— la obra se ha convertido en símbolo de identidad nacional de Estados Unidos, atracción turística y, al mismo tiempo, en un recordatorio de tensiones históricas que aún continúan vigentes.

La iniciativa nació en la década de 1920, cuando el historiador estatal Doane Robinson buscó crear una atracción que revitalizara el turismo en Dakota del Sur. Su propuesta inicial contemplaba figuras del Viejo Oeste, pero el escultor Gutzon Borglum, contratado para dirigir la obra, planteó un enfoque más ambicioso: representar a cuatro presidentes que simbolizaran el nacimiento, la expansión, la preservación y el desarrollo del país.

Los trabajos comenzaron en 1927 y se prolongaron durante 14 años. Más de 400 trabajadores participaron en las tareas de perforación y tallado, que incluyeron el uso masivo de dinamita para dar forma al granito. Pese a las condiciones peligrosas, no se registraron muertes durante la construcción, un dato que el Servicio de Parques Nacionales considera uno de los grandes logros del proyecto.

El diseño original contemplaba figuras completas hasta la cintura y un gran salón interior, denominado “Hall of Records”, destinado a albergar documentos esenciales de la historia estadounidense. Sin embargo, la falta de fondos y la entrada del país en la Segunda Guerra Mundial obligaron a reducir las ambiciones. Tras la muerte de Borglum en 1941, su hijo Lincoln Borglum supervisó las últimas etapas antes de declarar el monumento oficialmente terminado.

A pesar de su estado incompleto, Rushmore es ampliamente considerado una proeza de ingeniería. Cada rostro mide aproximadamente 18 metros de altura, lo que lo convierte en uno de los trabajos escultóricos más significativos del siglo XX.

Hoy, el Monte Rushmore recibe entre dos y tres millones de visitantes al año. El complejo incluye un mirador principal, un centro de visitantes, una alameda de aproximación y el anfiteatro donde se realiza la ceremonia de iluminación nocturna durante los meses de verano.

Para Dakota del Sur, el monumento es un pilar de su industria turística y una fuente importante de empleo y actividad económica. Localidades cercanas como Keystone se han transformado en zonas de servicios dedicadas casi exclusivamente a los visitantes del memorial.

Sin embargo, el Monte Rushmore es también un punto de tensión. Las Colinas Negras fueron cedidas a la Nación Lakota por el Tratado de Fort Laramie de 1868, pero el gobierno federal tomó el control del área pocos años después, en violación del acuerdo. Para muchos líderes y comunidades lakota, la construcción del monumento en territorio sagrado representa una afrenta cultural y espiritual.

Estas tensiones han dado mayor visibilidad al cercano Memorial de Caballo Looco, una obra independiente en honor al líder lakota Tasunke Witko (Caballo Loco), concebida como una respuesta simbólica a Rushmore. Aunque aún en construcción, su escala supera con creces la del monumento presidencial.

En el memorial tuve sensaciones mixtas. El lugar es impresionante, eso es indiscutible. Hay que caminar la alameda de aproximación de unos 300-400 metros, con las banderas de los 50 estados de la unión a ambos lados durante el recorrido. Uno ve a lo lejos las caras talladas en la montaña, y como se van haciendo más grandes conforme uno se acerca al mirador llamado Grand View Terrace. Sin embargo es un sitio muy gringo, con el que un extranjero se identifica poco. Lo visitamos porque pasamos por ahí, de camino a Rapid City. Me sentí más identificado en la visita al Memorial de Caballo Loco.

Lo que nadie pone en duda es su capacidad para provocar reflexión. En una época donde los monumentos públicos son objeto de renovados cuestionamientos, Rushmore permanece como un símbolo poderoso: imponente, contradictorio y profundamente ligado a la historia —y a las heridas— de Estados Unidos.

A casi un siglo de su creación, el Monte Rushmore continúa siendo uno de los espacios más emblemáticos y a la vez más debatidos de Estados Unidos. Para millones, es una expresión de los ideales fundacionales del país. Para otros, es un recordatorio de los conflictos no resueltos entre el Estados Unidos y los pueblos indígenas.

En los anexos incluyo unas breves biografías de los cuatro expresidentes, cuyos rostros están tallados en la montaña, y la del escultor Bolgrum.

La galería es pequeña, en realidad el lugar no da para mucho.

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Anexo 1

Biografías de los cuatro expresidentes de Estado Unidos

George Washington (1732–1799)

Primer presidente de los Estados Unidos (1789–1797), George Washington es considerado el arquitecto político de la nueva república. Nacido en Virginia, comenzó su carrera como agrimensor antes de incorporarse a la milicia colonial. Su liderazgo durante la Guerra de Independencia, especialmente en Valley Forge y en la decisiva victoria de Yorktown, lo consolidó como figura nacional.

Tras la guerra, presidió la Convención Constitucional de 1787 y fue elegido unánimemente como primer presidente. Su administración estableció bases perdurables: la neutralidad en política exterior, la creación del Banco Nacional y el funcionamiento del gabinete ejecutivo. Rechazó un tercer mandato, estableciendo un precedente democrático crucial.

A pesar de defender la unidad nacional, Washington fue propietario de personas esclavizadas, un elemento que hoy matiza su legado. Tras retirarse, regresó a su plantación en Mount Vernon, donde murió en 1799. Su figura sigue simbolizando la transición de un experimento revolucionario a un Estado estable.

Thomas Jefferson (1743–1826)

Tercer presidente de Estados Unidos (1801–1809) y uno de los pensadores políticos más influyentes del país. Nacido en Virginia, Jefferson fue abogado, filósofo ilustrado, botánico aficionado, arquitecto y diplomático. Redactó la Declaración de Independencia en 1776, articulando principios que aún definen el discurso político estadounidense.

Como presidente, supervisó la Compra de Luisiana, que duplicó el territorio del país y abrió paso a la expansión hacia el oeste. También impulsó la Expedición de Lewis y Clark, promovió políticas de gobierno limitado y buscó evitar conflictos europeos, aunque el embargo comercial de 1807 generó tensiones internas.

Jefferson defendía la libertad individual y el autogobierno, pero su legado está marcado por contradicciones: mantuvo a cientos de personas esclavizadas y su relación con Sally Hemings sigue siendo objeto de análisis histórico. Tras su presidencia, dedicó sus últimos años a la educación, fundando la Universidad de Virginia. Murió el 4 de julio de 1826, exactamente 50 años después de la Declaración de Independencia.

Theodore Roosevelt (1858–1919)

Vigésimo sexto presidente (1901–1909), Theodore Roosevelt encarna el auge del progresivismo estadounidense. Proveniente de una familia acomodada de Nueva York, superó una infancia marcada por problemas de salud y construyó una imagen pública de energía y vigor. Sirvió como comisionado, policía, secretario adjunto de Marina y gobernador, y adquirió fama como coronel del regimiento “Rough Riders” durante la Guerra Hispano-Estadounidense.

Como presidente, aplicó políticas para controlar a los grandes monopolios, defendió la protección del consumidor y promovió un rol activo del Estado en asuntos económicos y sociales. Fue pionero de la conservación ambiental: estableció parques nacionales, monumentos y refugios que hoy son pilares del sistema de áreas protegidas.

En política exterior, impulsó la construcción del Canal de Panamá y reforzó la presencia estadounidense en el hemisferio occidental, bajo la llamada “Doctrina Roosevelt”. Recibió el Premio Nobel de la Paz en 1906 por mediar el fin de la guerra ruso-japonesa. Figura compleja y carismática, dejó una huella profunda tanto en la política interior como en la proyección internacional del país.

Abraham Lincoln (1809–1865)

Décimosexto presidente de Estados Unidos (1861–1865) y figura central de la historia estadounidense. Nacido en una familia humilde en Kentucky y criado en Indiana e Illinois, Lincoln fue autodidacta, abogado y legislador estatal antes de ocupar un escaño en el Congreso. Su ascenso nacional se consolidó con su oposición a la expansión de la esclavitud en los nuevos territorios.

Elegido presidente en 1860, enfrentó de inmediato la secesión de varios estados del sur y el estallido de la Guerra Civil. Lincoln guio al país a lo largo de su conflicto más devastador, combinando firmeza militar con visión política. Emitió la Proclamación de Emancipación en 1863, que declaró libres a los esclavos en territorios rebeldes, y promovió la aprobación de la 13.ª Enmienda, que abolió la esclavitud en todo el país.

Su liderazgo se caracteriza por la claridad moral de sus discursos, como el de Gettysburg, y por su compromiso con preservar la Unión. Lincoln fue asesinado en abril de 1865, poco después de la victoria del norte. Desde entonces, se le venera como uno de los principales defensores de la libertad y la unidad nacional.

Anexo 2

Gutzon Borglum (1867–1941)

Escultor estadounidense de origen danés y director artístico del Memorial Nacional del Monte Rushmore. Nacido en Idaho y formado en Estados Unidos y París, Borglum desarrolló un estilo monumental influido por Rodin y caracterizado por obras de gran escala y fuerte carga simbólica.

Tras ganar notoriedad con un busto de Abraham Lincoln exhibido en la Casa Blanca, fue contratado en 1915 para trabajar en el monumento confederado de Stone Mountain, aunque abandonó el proyecto por disputas internas. Su experiencia allí lo consolidó como especialista en escultura colosal.

En 1927 asumió la dirección del Monte Rushmore, donde eligió la temática presidencial y supervisó durante casi 14 años las labores de dinamitar y tallar la montaña, aplicando métodos innovadores y dirigiendo a cientos de obreros. Su plan original, más extenso e inclusivo, quedó incompleto por limitaciones presupuestarias y por su muerte en 1941.

Además de su obra artística, Borglum fue una figura polémica por su carácter fuerte, su ambición personal y sus relaciones tensas con diversos comités y patrocinadores. Aun así, su visión de crear esculturas capaces de perdurar milenios definió su legado. Hoy, Monte Rushmore sigue siendo la pieza central que resume su talento, sus excesos y su impacto en el arte monumental estadounidense.

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