Por Andrea Sosa Cabrios, dpa
El sargento Bravo luce imponente. La figura publicitaria de cinco metros de altura del Ejército, en uniforme de camuflaje verde, se eleva sobre los espectadores en el día de puertas abiertas del nuevo aeropuerto internacional de Ciudad de México. Es una imagen elocuente: en México los militares están cada vez más en primer plano.
Con el presidente Andrés Manuel López Obrador, que se describe a sí mismo como izquierdista, los militares acumulan más poder que el que han tenido en décadas en México en el ámbito civil.
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Video con el sargento Bravo en el aeropuerto en TikTok
Otros jefes de Estado de América Latina también se rodean cada vez más de generales, lo que hace saltar las alarmas, sobre todo en una región que sufrió sangrientas dictaduras militares con decenas de miles de muertos y desaparecidos en las décadas de 1970 y 1980.
Expertos consideran este aumento del poder de los militares un peligro para los derechos humanos. Los soldados no están entrenados para tareas policiales. Según la organización de derechos humanos Amnistía Internacional. Documentos obtenidos recientemente por el grupo de hackers Guacamaya muestran, además, que los militares vigilan a organizaciones no gubernamentales en México y Perú.
En México, los violentos cárteles de la droga desafían al Estado. La policía con frecuencia es impotente frente a los delincuentes. A nivel local principalmente la policía es vista como muy corrupta. Por eso, desde hace unos años los gobiernos mexicanos recurren cada vez más a los militares para luchar contra la delincuencia.
El Congreso mexicano prorrogó semanas atrás el mandato de las Fuerzas Armadas para labores de seguridad pública hasta 2028. La Guardia Nacional también pasó a depender del Ministerio de Defensa. Eso implica que el país de 128 millones de habitantes se quedó sin una fuerza policial civil a nivel federal.
Los militares están de igual forma cada vez más presentes en el ámbito económico en México. Son responsables de importantes proyectos de infraestructura, como una línea ferroviaria en la turística península de Yucatán. También dirigen aduanas, gestionan aeropuertos y ahora quieren crear su propia aerolínea comercial. Por si fuera poco, detienen también inmigrantes sin papeles y vacunan contra el coronavirus.
«Los peligros son totales. En México el gobierno dice que él está decidiendo, pero siempre decide en favor de lo que los militares quieren», dijo Ana Esther Ceceña del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) a dpa.
«Nunca habían tenido un presupuesto como el que tienen ahora ni una amplitud de funciones como la que tienen ahora. En el Ejército hay además esta cuestión de que no hay rendición de cuentas», señaló la especialista mexicana en geopolítica. El proyecto del Tren Maya en Yucatán, que los ecologistas critican, fue declarado, además, asunto de seguridad nacional. En otras palabras: es intocable.
México es un caso llamativo, pero no está solo en este proceso de nueva militarización. En países como Brasil, El Salvador, Cuba, Venezuela o Colombia, los gobiernos también confían a los militares tareas que no son de su competencia real. Costa Rica es una excepción: en el pequeño país centroamericano no hay Fuerzas Armadas desde 1948.
En Brasil el presidente derechista Jair Bolsonaro -él mismo un capitán retirado- es considerado un admirador de la dictadura militar (1964-1985). Muchos puestos de su gobierno están ocupados por militares. En el país más grande de América Latina, que decidirá el futuro de Bolsonaro en el palacio presidencial en la segunda vuelta electoral del 30 de octubre, sus partidarios han llamado abiertamente a una intervención militar contra el poder judicial independiente.
En 2020 el popular presidente conservador Nayib Bukele de El Salvador envió una señal peligrosa. Hizo entrar a soldados armados en la Asamblea Nacional para obligar a los diputados a aprobar un préstamo para su plan de seguridad.
En Colombia, el anterior gobierno de derecha utilizó a los militares contra manifestantes en las protestas sociales. Ahora, según el deseo del presidente izquierdista Gustavo Petro, las Fuerzas Armadas se convertirán en un «ejército de paz».
Los uniformes verdes también tienen presencia en Cuba. Como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, el líder revolucionario Fidel Castro, fallecido en 2016, siempre vestía de verde oliva en público. Los militares siguen desempeñando un papel importante para asegurar el dominio del Partido Comunista sobre el Estado caribeño y están representados en el poderoso Politburó. También controlan gran parte de la economía a través del holding Gaesa.
Los gobiernos autoritarios de Nicolás Maduro en Venezuela y de Daniel Ortega en Nicaragua se han mantenido en el poder durante años con el apoyo de los militares, entre otro factores. A cambio de su lealtad, las fuerzas armadas reciben amplios poderes y acceso a lucrativos campos de negocio.
Sin embargo, según Ceceña, la influencia de los militares no sólo está creciendo en América Latina. «El proceso de militarización en el mundo es creciente», dijo la experta mexicana en Geopolítica. «Hay una sanción militar para todo lo que ocurre en el planeta. No veo ningún lugar en proceso de desmilitarización y de restringir el poder de los militares»