Manejo de la crisis por el COVID-19

Iván Andrés Brenes Reyes

Coronavirus: "en un año de peste"

Varias personas me han pedido amablemente que les integre en unas líneas mi parecer referente a los acontecimientos en torno al COVID 19 en Costa Rica.

Para las personas que no me conocen debo decir que soy Cirujano General, fui presidente la Comisión Nacional de Emergencias en el periodo 2014-2018 en donde tuve la experiencia de trabajar con personas extraordinarias de nuestro país, durante situaciones críticas como el paso del huracán Otto o la tormenta tropical Nate.

Desde hace seis años no estoy vinculado a ningún partido político, sin que eso haya impedido ayudar a alguna persona con capacidad, buenas ideas con principios y valores afines a los míos.

Las siguientes opiniones corresponden a las de un ciudadano de a pie que hace uso de su libertad de expresión. No deben ser vista como de carácter experto en virología, sino que están más enfocadas en como un tomador de decisiones podría ver este suceso.

Quisiera empezar por reconocer que al inicio del mes de marzo, al igual que muchas personas sentí mucho temor por los acontecimientos que se visualizaron en varias partes del mundo. Sentí mucha incertidumbre por lo que pudiera suceder en Costa Rica.

Por ello, estoy de acuerdo con las medidas restrictivas adoptadas al inicio de esta emergencia, debido a que permitieron dar tiempo para valorar el comportamiento del virus entre la población costarricense y el resto del mundo.

Las informaciones en torno al COVID-19 se han caracterizado por su volatilidad, desde el inicio hasta la actualidad, lo cual ha generado mucha confusión en temas como el distanciamiento físico adecuado, el uso de mascarillas, las actividades deportivas al aire libre, la permanencia de partículas virales en el aire, en superficies, en un organismo muerto, los modos de transmisión, uso de medicamentos e incluso manifestaciones clínicas.

Lo único que se tiene certeza, es que no hay una vacuna disponible, que elaborar una vacuna lleva procesos de hasta diez y seis meses y que el manejo del cuadro clínico es netamente sintomático con terapias de sostén para los casos más serios.

Nadie puede asegurar tener la verdad acerca del uso de algún tipo de medicamento.

Hasta hoy, en nuestro país se han reportado 2058 casos de pacientes positivos por COVID-19, esto corresponde al 0,0375 % de la población nacional.

Nos faltarían 3 850 000 (tres millones ochocientos cincuenta mil) personas infectadas para llegar al 70%, que permitiría la inmunidad de rebaño.

La cantidad total de pacientes que han requerido hospitalización en estos tres meses han sido sesenta y uno (61), según lo dijo la presidencia de la CCSS, lo que corresponde a un porcentaje del 3% del total de infectados y lamentablemente doce (12) personas han perdido la vida, lo que deja un porcentaje de letalidad de 0, 58%.

Como lo muestran estos números, hemos estado lejos del escenario de saturación de servicios de salud y mucho más de un escenario de calamidad pública que amerite la emisión de un Decreto de Emergencia Nacional.

Para tener una idea comparativa es importante señalar que durante la pandemia por la H1N1 del año 2009, se reportó en nuestro país un total de 3774 personas contagiadas y 71 fallecidos. También, que entre el año 2014 y el 2017 murieron 294 personas por enfermedades relacionadas a virus respiratorios (según el Estado de la Salud del MINSA del 2018) o que según el INEC, en el año 2017 murieron 594 costarricenses debido a bronconeumonías.

No hay que pasar por alto que anualmente el virus de la Influenza deja alrededor de medio millón de personas fallecidas en el mundo.

Por supuesto que la vida de las personas está por encima de cualquier otro interés, pero si nuestras decisiones no se basan en nuestra realidad, se podría afectar mucho, precisamente, la vida de muchas personas.

Por esto considero que es necesario detenerse y pensar un momento:

¿Cómo van el resto de cosas?

El Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC) reveló este jueves la situación del empleo de Costa Rica en medio de la pandemia de COVID-19, encontrando que la tasa de desempleo llegó al mes de abril a 15,7%, la cifra más alta de la historia (en lo personal considero que debe estar todavía más alta).

Por ello es que el abordaje del COVID-19 va más allá del punto de vista epidemiológico.

Acá deben intervenir aspectos sociológicos, económicos, psicológicos, salud pública, entre otros, debido a las problemáticas colaterales que pueden crecer en magnitud como: la descompensación de enfermedades crónicas, violencia domestica, violaciones, delincuencia, suicidios, prostitución, tráfico de drogas, entre otras situaciones relacionadas a la crisis económica.

Es necesario analizar porqué el comportamiento del virus en el país ha sido distinto al de otros países de América.

Una de las posibles respuestas está en los determinantes socio-económicos de la salud que se encuentran en otras latitudes.

Creemos que todos los países de América tienen agua potable al alcance de toda la población, sin embargo la realidad indica que solo dos países de todo el continente Americano lo pueden cumplir (Chile que tiene el agua privatizada y Costa Rica en donde el acceso es un derecho humano).

Conozco de comunidades de grandes ciudades del continente en donde solo les llega agua una vez por semana u otras que recurren a la recolección de agua de lluvia para su consumo, en ellas se han visto los escenarios mas lamentables en cuanto a la cantidad de víctimas por el COVID-19.

Las tasas de hacinamiento en hogares de otros países son muy altas también.

¿Cuanta población sabe leer o escribir, cuantos tienen al alcance luz eléctrica, acceso a la tecnología, un centro de atención médica en su comunidad, a cuantos les llega un ATAP a sus casas para preguntar si ya se vacunaron o si tienen los medicamentos?

Estas realidades tan cotidianas para nosotros son un PRIVILEGIO en otras naciones (lo digo con todo respeto y sin pretender ser jactancioso o poco humilde) y por supuesto que influyen en el comportamiento en las cifras de mortalidad del virus.

Por ello es que debemos agradecer a esos verdaderos políticos que hace 80 años centraron las bases de la Seguridad Social y de un Estado que permite llevar bienestar a la gran mayoría de la población y que hoy hace la gran diferencia.

Por otra parte, mientras el país hace grandes esfuerzos para salir adelante de esta difícil situación y los costarricenses están en sus casa distraídos, con miedo y sin posibilidad de reacción, durante los últimos tres meses nos hemos olvido de otros temas relevantes o se han aprovechado de la coyuntura, para avanzar en otras agendas dirigidas a empobrecer a la población y desestabilizar la institucionalidad.

Algunos ejemplos que podemos nombrar son: el estado financiero y el pago de la deuda del Estado con la Caja, el caso de espionaje de la UPAD, las iniciativas para la venta de activos del Estado, los préstamos con Organismos Internacionales que aumentan la deuda al 74,5% del PIB para el año 2024, el Proyecto de Empleo Público, el Congelamiento de Salarios para el sector Público por cuatro años, la factibilidad económica del Tren Eléctrico, el protocolo del aborto, las condiciones laborales de empresas de producción agrícola en la zona norte, las continuas propuestas de impuestos incluso para la ropa usada y hasta se habla de reformar el Estado costarricense.

Un amigo escribió: “La mortalidad del COVID-19 es alta, en poco tiempo ha matado casi todos nuestros derechos”.

Estamos en tiempos de la Post Verdad, que representa una distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales.

Por ello es que mi llamado es a despertar, un buen médico siempre duda, siempre pregunta, siempre indaga, no cree en verdades absolutas y analiza las opciones.

Así como yo he sacado tiempo para revisar y construir estas ideas, creo que cada persona tiene la inteligencia y la capacidad de ver más allá de lo aparente.

Quiero despedirme reiterando que estas líneas integran una serie de inquietudes de un humilde costarricense, de orígenes campesinos, creyente en Dios, medico de profesión que ama profundamente a su familia y a este país.

También quiero aclarar que mis pensamientos no están dirigidos por teorías de conspiración, no soy cavernícola, no soy fundamentalista, no soy ortodoxo, no soy retrógrado, no soy nazi, soy respetuoso de la vida de cada persona, desde cada etapa de su vida fetal.

No soy de extrema derecha ni de extrema izquierda, no soy terra planista, no soy antivacunas( pero si identifico en ellas un juego comercial), no soy adulto centrista pero si creo imprescindible la experiencia y de eso ha adolecido mucho pero mucho esta administración y las consecuencias las hemos pagado muy caro.

Expresidente la Comisión Nacional de Emergencias en el periodo 2014-2018

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