Riviera le los Cíclopes
¿Dónde? | Sicilia, Italia |
¿Qué? | Un archipiélago nacido de la ira de un monstruo |
Justo frente a la costa, acecha una manada de gigantes. Enormes y audaces colosos de basalto, con rostros escarpados y erosionados, se sientan y miran hacia tierra, con sus bases lamidas por el mar cristalino. No tienen cabida, sobresaliendo de esta tranquila bahía, a un paso de la bonita ciudad costera. Pero ahí están, producto de la violenta actividad volcánica o de la furia legendaria, que quizá sean una misma cosa…
La Riviera dei Ciclopi, la Riviera de los Cíclopes, se extiende a lo largo de la costa oriental de Sicilia, un poco al norte de la ciudad de Catania. El Etna, el volcán activo más alto de Europa, se alza imponente detrás, como el señor indiscutible de este feudo. Siglos de erupciones y rugidos volcánicos han contribuido a moldear una costa intrincada, donde los acantilados retorcidos y arrugados dan paso a bahías excavadas y rocas dispersas, lo que da como resultado un abundante y crudo espectáculo natural.
Hay un conjunto de rocas en particular que tiene una buena historia que contar. Los Faraglioni o islas Cíclopes son tres imponentes farallones que se elevan sobre las olas frente al pueblo de Aci Trezza. Geológicamente hablando, se formaron hace unos 500 000 años, remontándose a las primeras erupciones de lo que se convirtió en el monte Etna. Sin embargo, mitológicamente, la historia es diferente. Se dice que el propio Etna era la forja de Hefesto (conocido como Vulcano por los romanos), el herrero de los dioses. También se dice que en las laderas de esta animada montaña vivía Polifemo, hijo de Poseidón, el más irascible de la raza de los gigantescos cíclopes de un solo ojo. Según la épica Odisea de Homero, el gran héroe griego Odiseo se metió en un lío por estos lares mientras intentaba regresar a Ítaca desde Troya. Odiseo y sus hombres se desviaron de su rumbo y aterrizaron en esta exuberante costa. Pronto se encontraron con la cueva de un pastor repleta de carnes y quesos, donde se atiborraron antes de caer rendidos en la satisfacción posprandial. Entonces llegó el propietario. Polifemo se alegró mucho al encontrar nuevos manjares en su despensa. Cerró la entrada de su cueva con una enorme roca que ningún humano podía mover y se comió a dos de los hombres. Luego, tras eructar, se fue a dormir. A la mañana siguiente, apartó la roca para dejar salir a sus ovejas y luego la volvió a colocar en su sitio, encerrando de nuevo a sus cautivos. Serían un buen tentempié para más tarde:
Horrorizado, Odiseo ideó un plan. Esa noche emborrachó a Polifemo con vino fuerte y luego clavó una estaca de madera en el único ojo del gigante ebrio. Cuando el cíclope ciego dejó salir a sus ovejas a pastar de nuevo, Odiseo y sus hombres escaparon aferrándose al vientre de los animales y remando a toda velocidad. Desde la distancia relativamente segura de su barco, Odiseo no pudo resistirse a gritar para burlarse del monstruo: Enfurecido, el ciego Polifemo arrancó tres enormes rocas de las laderas del Etna y las lanzó en dirección a los griegos que se retiraban, haciendo que todo el mar se estremeciera y fallando por poco el barco de Odiseo.
Odiseo logró escapar, pero los trozos de basalto lanzados por el furioso cíclope permanecen donde cayeron. Estas piedras esparcidas son una prueba del poder del volcán porque, en realidad, Polifemo y el Etna son uno y lo mismo. El gigante es el símbolo de la fuerza destructiva que acecha en el interior del Etna, cuyo cráter más grande es como un enorme ojo central que todo lo ve y desde el que descarga su furia ardiente.
Las rocas no dieron en el blanco, por lo que respecta a Polifemo, pero su ubicación ha resultado ideal para la naturaleza. Ahora forman parte del Área Marina Protegida de las Islas Cíclopes y constituyen un refugio para numerosas especies: las aguas circundantes están repletas de peces, esponjas y crustáceos; aves de colores anidan en los riscos; la endémica Podareis sicula ciclopica, el lagarto de los cíclopes, vive únicamente en la isla de Lachea, en el archipiélago. Los barcos navegan alrededor de los Faraglioni. Es posible desembarcar en Lachea, donde hay un pequeño museo de la naturaleza, una cueva de ermitaños y restos de viviendas que se remontan a la prehistoria. Pero, lamentablemente, no hay rastro de gigantes.
Basado en Lugares Místicos de la Guía del viajero inspirado de Sarah Baxter