Los libros y la bibliotecas son y siguen siendo importantes

Pizarrón

Vladimir de la Cruz
vladimirdelacruz@hotmail.com

Vladimir de la Cruz

Una querida amiga me pasó, hace unos días, una noticia de la Revista Smithsonian Magazine donde se comenta una nota de Brigit Katz, quien había publicado en NYmag.com, Flavorwire and Tina Brown Media’s Women in the World, el artículo “Could Have Powerful, Lasting Effect on the Mind”, cuya traducción libre es “Creciendo rodeado de libros se puede tener un fuerte efecto duradero en la mente.”

La investigación sugiere que tener grandes grandes bibliotecas en la casa puede tener importantes efectos, en el largo plazo de proficiencia en áreas de la mente.

La proficiencia es la capacidad que una persona puede demostrar en el uso de una lengua extranjera, como la destreza que se puede tener en la lengua particular.

De acuerdo a esta investigación de Brigit Katz, leer un libro ayuda en la función del cerebro, reduce el stress y hace a las personas más empáticas, es decir contribuye para que las personas sepan escuchar, sean más sensibles, tolerantes y receptivas a las emociones de otras personas, que tengan capacidad de entender las emociones, sentimientos, acciones y comportamientos de otras personas, lo que no es muy fácil. Es, en la práctica, una toma de conciencia de los sentimientos de los demás, es aceptar que cada persona tiene sus propios sentimientos y emociones. Es a la vez una acción que ayuda a valorar a las personas que nos rodean, y a fortalecer con ellas las distintas relaciones que tenemos.

Con base en esto en la Universidad Nacional de Autralia, un equipo liderado por Joanna Sikora, está buscando los beneficios de crecer alrededor de ambientes llenos de libros, que implica que los hogares, y las familias, deben tener bibliotecas, como herramientas que ayuden en la formación de los niños hasta su vida adulta.

En el 2019 se publicó un estudio en Social Research Science que midió la proficiencia de 160.000 adultos de 31 países en tres campos: Literario, Numérico, en el uso de conceptos matematicos y Tecnológico en la comunicación de información, usando tecnología digital para comunicarse con otras personas, adquirir y analizar información, con base a la propia experiencia de tener libros en sus casas.

El promedio de libros en la infancia de los encuestados fue de 115, pero variaba respecto a los países. Así, por ejemplo, en Noruega era de 212, en Turquía de 27. En la investigación se determinó que entre más libros había en el hogar más alta era la proficiencia y el nivel literario que resultaba en la encuesta, y más alta la capacidad o habilidad para leer, escribir, hablar y oir. Del mismo modo, entre menos libros más bajo el nivel literario y de crítica literaria. 80 libros incrementaba los niveles al promedio y lo “literario” incrementaba cuando las bibliotecas llegaban a 350 libros, y en ese nivel se mantenía. La investigación se orienta a demostrar que la exposición a libros, en la niñez, estimula herramientas para la vida y produce un gran poder en la mente. De la misma manera, el tamaño de la biblioteca en los hogares es importante y los niños siguen el patrón de los papás que leen.

Por experiencia, mía y de mi familia inmediata, he podido comprobar parte de esta investigación. En mi familia siempre hubo bibliotecas, por pequeñas que hubieran sido. Mi abuelita materna, Ofelia, Ita como cariñosamente siempre la tratamos, tenía la suya muy especializada en libros de teosofía y de rosacrucismo, y de algunos temas literarios y autores como Shakespeare, no en balde se llamaba Ofelia y conocía muy bien toda tragedia de su Ofelia.

Muy pícara mi abuelita, probablemente me quería ligar al teosofismo o al rosacrucismo y me ponía a leerle libros de Madame Blavastki o de Flammarion. En mi época adolescente me pedía que le leyera mientras ella descansaba o hacía ciertas labores domésticas que le permitían poner atención a la lectura. Trató, de esa manera, de meterme en esas corrientes filosóficas, lo que no hice. Mi tío Renán tenía la suya,con un mueble biblioteca, que después lo duplicó, basada principalmente en distintas enciclopedias.

Las casas, en esos años, hasta la década del 80, tenían un mueble biblioteca o estanteros. Generalmente había un pequeño espacio en las casas para estos estanteros o muebles bibliotecas.

Hoy no se construye así. La Pandemia con su encierro obligado y el teletrabajo va a provocar un cambio en las construcciones de apartamentos y casas, que tendrán que tener espacio para ese teletrabajo, donde ahora no hay, y espacio para estanteros o minioficinas familiares.

Mis padres tuvieron una Biblioteca que, en 1948, con motivo de la guerra civil y la represión fue saqueada, totalmente, “confiscada” dijeron, pero nunca la devolvieron, los triunfadores de esa guerra. Tengo los nombres de las personas que llegaron a llevársela, algunos jóvenes, porque eran conocidos de mis familiares.

Después, en la década de 1950 mi madre Zayda de Lemos empezó de nuevo a hacer la Biblioteca. Terminó sus estudios en colegio nocturno, mientras trabajaba, y luego estudió en la Universidad hasta graduarse de Microbióloga. Gran lectora hasta su muerte. Me leía desde niño y me introdujo a la lectura muy temprano.

Mi tío político Edgar Campos, en ese momento, tenía la suya y a finales de la década de 1950 y principios de la de 1960 yo la visitaba, porque vivíamos muy cerca y luego en casas contiguas. Esta sí era una biblioteca grande y rica en muchos campos, aunque el suyo era la economía. El era economista de gran cultura en general, y de lecturas políticas porque se había formado como comunista en la década de 1940. En los días del 48 fue el detenido en la Penitenciaría Central mas joven de esos días. Protegido de Rodrigo Facio pudo reinsertarse, con beca, en la Universidad y graduarse de economista brillante. Por razones de trabajo en la década del 60 se fue a Chile, a la CEPAL y luego a la FAO, en Roma, desarrollándose como funcionario internacional de la ONU, y su biblioteca, por ese motivo, estuvo en mi casa bastante tiempo, lo que fue una gran experiencia para mí cuando era joven de colegio y ya inquieto políticamente. Después, otro gran amigo mío, por estudios en el exterior, dejó su biblioteca en mi casa unos años, lo que también aproveché en lecturas.

A la pura par de mi casa vivía un matrimonio, él periodista Antonio Zavaleta, y ella educadora Azhiyade Estrada, e igualmente tenían una biblioteca. Todos sus seis hijos buenos lectores, y cultivadores de canto y música clásica porque a sus papás les gustaba oír radio Universitaria, especialmente las óperas completas de los sábados en la tarde. Con uno de ellos, con Jorge, gran lector también, “competíamos” en lecturas, él aficionado a Zane Grey, yo a Salgari y a Verne. Una cosa importante es que los colegios ponían lecturas de libros completos. Lamentablemente después introdujeron los resúmenes de libros, bajo la complacencia de las autoridades educativas, y de los propios profesores, eliminando así la lectura de libros completos.

En la década de 1960, y parte de la de 1970, vi funcionar las “lecturas” en los talleres de zapatería, donde en cuartos pequeños un grupo de zapateros, sentados en sus taburetes, en círculo, leían, o les leían, mientras realizaban su oficio, como lo describe Calufa en El Taller, y como existieron en otras partes de México y el Caribe.

En el Colegio Vargas Calvo donde terminé el Bachillerato había una biblioteca y nos obligaban a «una hora» de biblioteca por semana. He tenido la experiencia de dar conferencias o charlas en colegios y pregunto por la Biblioteca, y las visito, y me llevo una gran desilusión de ver lo escasas que son en libros, descansando su acervo casi solo en los textos de uso colegial, además de que cuando las he visitado no hay estudiantes.

En una escuela privada donde están dos de mis nietos tenían más uso de la biblioteca y al mediodía, en su tiempo de descanso y almuerzo organizaban un club de lectura al que fui varias veces a conversar o leerles algo, con grupos que alcanzaron unos 15 o 20 niños estudiantes. En otra ocasión, fui invitado a un kinder, donde iba una de mis nietas, para que les leyera un cuento, lo que acompañó con una sugerencia de lectura, que me presentó mi nieta, que no duraba ni 10 minutos, por las páginas de dibujos y colores que tenía, advertido por la maestra que debía ser muy corto. No hice caso de su advertencia y me llevé como opción varias lecturas de cuentos de Fernando Durán Ayanegui, un poco largos, y fue un éxito mi papel de cuenta cuentos, o de lector de cuentos, porque los niños, más de 20, pusieron toda su atención y se aguantaron casi la hora de lectura. Por supuesto, que leía interactuando con los niños. Las maestras no podían creer el interés, la atención y participación de los niños. Incluso una de ellas se fue a traer niños de su aula para que se sumaran a la lectura. Esta experiencia la repetí con igual éxito.

En general mis cuatro hijos entraban a primer grado sabiendo leer y escribir, cuando eso era parte del aprendizaje de ese primer grado, porque fueron estimulados a la lectura. Hoy mis nietos son igualmente estimulados en ese sentido, con mejores tecnologías que les permite ser creativos desarrollando pequeñas historias en videos hechos por ellos, o presentaciones de sus tareas escolares mucho más desarrolladas.

Un día de estos una de mis nietas, de diez años, me pidió una opinión sobre la presencia afrodescendiente, en el mes de agosto, para llevar a la escuela. Llegó a la casa, La llevé a la biblioteca mía que es muy grande, y me dijo, que ella prefería grabarme en el patio para que diera la sensación de que estaba en Limón, lo que me sorprendió a mí por su visión escénica. Entonces me la llevé al patio donde tengo unas matas de banano y en medio de ellas, con un racimo verde colgando casi a la altura del hombro y de la cabeza, grabamos su cinco minutos, dando la sensación de que verdaderamente estaba en Limón.

Cuando iniciaba mis cursos en la Universidad generalmente les hablaba a los estudiantes de la importancia de la lectura. En esencia les decía que eso era lo más importante en la formación universitaria. Que hicieran el esfuerzo de hacer de la lectura un hábito, como el de bañarse, asearse o limpiarse la boca.

Les decía que si leían una página diaria de un libro podían leer 365 al año, que equivalían a la mitad de dos de libros de Harry Potter, que en esos días una hija de unos primos, Lusiana Batalla, colegial, los devoraba, como lo hacía uno de mis hijos, Presbere. Les decía que si leían cinco páginas diarias leerían al año 1825 páginas, que equivalía a 22 libros de 80 páginas cada uno, que equivalían a los que publicaba, en esos días, de Literatura universal el periódico La Nación, cada quince días. Igualmente, que si aumentaban a 10 páginas diarias, que no les quitaba más que una hora al día, podían leer 3650 páginas al año, equivalente casi a un libro por semana de esa colección. Pero, les enfatizaba, que el secreto de la lectura estaba en leer todos los días, sin descansos, ni días feriados, ni postergaciones de la lectura, porque no se acumula la lectura. Si no se leen las 5 páginas diarias, no se leen 10 al día siguiente o 15 al que sigue, pero, si se leen 5 diarias, el ritmo de lectura va aumentando naturalmente casi sin percatarse de eso. Esto para mí sigue siendo válido.

Hoy en algunas escuelas, especialmente privadas, motivan en la lectura por medios electrónicos. Vi funcionar este método en Estados Unidos con uno de mis nietos, André, en escuela pública, que en ese sistema era el lector No. 1 de su grupo. Actualmente, uno de mis nietos, Julián, sigue sus pasos en Costa Rica, en escuela privada. Esto tiene que ver mucho también con los educadores, en ambos casos maestras.

El libro electrónico no va a sustituir al libro impreso, aunque sí va a desarrollar el grupo de lectores de libros electrónicos. Ya lo estamos viviendo.

Pero, siempre se seguirán editando en papel los libros, que provocan muchas otras sensaciones al tacto, a la vista, al gusto, al olor, al oído mismo. Se pueden tocar, acariciar, se pueden disfrutar en sus olores y texturas… Los libros deleitan en todas sus dimensiones…

En materia de vivienda, por el impacto de la Pandemia del coronavirus, tiene que irse planteando la necesidad de incluir espacios para libreros, o pequeñas bibliotecas, o áreas de estudio, o de teletrabajo en las casas.

De esto no puede escapar la política de construcción de vivienda social, si de alguna manera queremos compensar el régimen de tele estudio que también ha impuesto la Pandemia, y si queremos reducir las brechas sociales existentes.

¡Estimulemos la lectura, sí, pero, también, hagamos bibliotecas familiares en nuestras casas!

El encierro impuesto por la Pandemia del Coronavirus puede ayudar a estimular la lectura en familia, de padres a hijos, de los mismos hijos. Los atrasos que se han evidenciado estos días en materia educativa hay que enfrentarlos y un camino es éste, con la lectura y las bibliotecas familiares. La Bibliotecas Escolares de la Primera Dama Marjorie de Oduber deben revivirse, con prácticas de lectura de los estudiantes en ellas. Hay que promover campañas nacionales a favor de estimular estas Bibliotecas, especialmente para sectores pobres y de zonas alejadas, en las que se involucren las municipalidades, asociaciones de diverso tipo, el sector privado, los mismos sindicatos de educadores.

Si no sacamos a los jóvenes rezagados de su estudio haremos que reproduzcan el rezago en la generación que les sigue. Si no procuramos “salvar” a los 120.000 jóvenes que dejaron, o desertaron de la escuela y el colegio, en este último año, por efectos colaterales de la Pandemia del Coronavirus, no solo los estaremos mandando a los niveles de pobreza de los que no van a poder salir, sino que estamos agravando los costos sociales nacionales del futuro en asistencia de esta población, que se reproducirá más en su pobreza y extremas pobreza.

La educación ha sido un factor muy importante del desarrollo democrático nacional, y de la construcción de la sociedad democrática costarricense, de estos 200 años, desde la Independencia proclamada en 1821. Ha sido un factor de movilidad social ascendente, un medio de salir de la pobreza.

¡Estimulemos la lectura y las bibliotecas familiares! Hagamos de la educacion ese motor para iniciar la Costa Rica del Bicentenario, la que empezó en estos días.

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