¿Llegó el invierno?

Suiza No.35

Mauricio Castro Salazar
mauricio.castro.salazar@gmail.com

Mauricio Castro

Hace días que no escribo. Quizás por eso no soy escritor de carrera y…
“Castrosalazar: ¿a qué jugás mae?¿escritor? escritores son los que escriben, vos quizás sos un remedo de ellos…?¡escritor!¡escritor! ¡guau, de verdad que parecés tico con ese ego!”—entre burla y regaño me habló mi vocecita interna, esa que llevamos todos.

En realidad lo que quería decir era que como no soy escritor de carrera me cuesta mucho escribir, tengo que tener motivos y algún disparador que lo haga…y lo tuve: esa paliza –vergueada, y perdón mi francés— que nos dio España me dio un sacudión que no tienen idea y aquí me tienen escribiendo…

Creo que es Sabina el que dice en una canción que “…el otoño duró lo que tardó en llegar el invierno…” y hoy se me aplica a pie juntillas a mi. De repente pasamos de 19 grados a 10 grados como temperatura máxima, y me pescó tan desprevenido que un día sentí mucho frío dentro de la casa hasta que me percaté que estaban “los radiadores” en cero…o sea estábamos metidos en un congelador.

“Castrosalazar: que hablada, cuente lo que quiere contar y déjese de rodeos, al grano, al grano…”—me dijeron con un poco de tono de protesta.

Ok, ok. Al igual que del otoño se pasa al invierno así pasa uno por la vida.

“Castrosalazar: ¡pero qué habladas! Mejor cuente lo que le ha pasado en los últimos días, que no tiene que ver nada con las estaciones ni con la temperatura!—me reclamaron.

Uno pasa la primavera de la vida desde que nace hasta los 21 años más o menos. Luego empieza el verano que llega hasta los 42 o por ahí, luego el otoño que llega hasta los 63 o por ahí y luego el invierno hasta que uno se marche pa’l otro lado…más o menos a los 85.

“Castrosalazar: ¿todo este cuento para contar que ahorita entrás al invierno de la vida!¡qué habladas!—me comentaron ya con un tono fuerte.

Honestamente no me siento que voy entrando al invierno, aunque por edad ya casi…

“Castrosalazar: no sea güevón mae, mejor héchese el cuento de una—me animaron con fuerza

Ok, ok. Me han sucedido un par de incidentes en el tren que me han puesto pensar.
Hace unos días fui en tren a hacer un par de mandados, volví con un par de bolsas grandes y un toque pesadas, cuando me iba a bajar un mae joven, se levantó y me bajó las bolsas…le di las gracias, pero sentí como una estocada. Pero pasó…

Otro día, fui a recoger “un encargo” que nos trajeron, era una maleta, no grande, ni pequeña, o sea medianona, pero pesada, vino el tren y solo pensé: -“puta, es de escaleras, que agüevado, no me queda a nivel de la plataforma, me voy a jalar la espalda”- no había terminado de pensar eso, cuando una mae joven se me acercó –¡sí una muchacha!– y me dijo que si me ayudaba. Me subió la maleta, le di las gracias un toque chillado… pero no sentí una estocada, sentí un montón estocadas y de batazos por todos lados. Me golpeó el machismo, la edad, mi presencia escénica que sé yo cuantas cosas más.

“Castrosalazar: ¿todo este cuento para decir que se volvió viejo? No me joda. Es más fácil decir simplemente: ´maes, llegué a una edad que no puedo ocultar´ y ya, todo el mundo se da por notificado, te tratan como tal y punto.”—me recomendaron desde de mis adentros.

Pero la verdad de las verdades es que no acepto que llegué a esa edad y simplemente les digo:

“Maes, todavía el otoño sigue por unos cuantos años más, el invierno no llega todavía”.

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