Manuel D. Arias Monge.
En los últimos días, con El pretexto del falso dilema de abrir la economía o proteger la salud en medio de una pandemia, con mucha preocupación y angustia, — no sólo por lo que personalmente me atañe, sino por las consecuencias que tendría para Costa Rica —, he sido testigo de como un grupo ideológico, que ostenta la propiedad empresarial de los medios de comunicación social y tiene a legiones de mercenarios en las redes sociales, no sólo atiza las hogueras del odio, en contra del gobierno de la República, sino que, además, sistemáticamente lanza ataques a nuestro Estado social y democrático de derecho, encendiendo la mecha de una peligrosa reacción, cuyas consecuencias, estoy convencido, no han analizado, porque alientan la ruptura de los mínimos consensos que le han permitido sobrevivir a la Democracia en este país.Contrario a lo que sería mínimamente humano, que es concentrar los esfuerzos de los sectores público y privado en dar prioridad a la ciencia, de modo que el país enfrente exitosamente al COVID-19 y la catástrofe económica y humanitaria que ha provocado en todo el mundo, hay un sector cuyas tesis economicistas, que dan prioridad a realizar una apertura, que llevaría al colapso a nuestro sistema público y universal de seguridad social, pretenden instalarse como discurso hegemónico, para servirse de la actual calamidad para impulsar una agenda neoliberal de destrucción del Estado solidario y del bienestar, para imponer un modelo en el cual una pequeña minoría concentre la riqueza, mientras se condena a la pobreza a la clase media y, por supuesto, a los sectores más vulnerables, que han sido los más afectados por el desempleo y por los recortes de jornadas y de salarios. Eso, por no hablar de la asfixia de quienes se dedicaban a la economía informal, que ya pasan hambre en nuestro país.
La última estrategia, macabra y terrorista, por parte de estos grupos que del liberalismo económico radical han mutado al fascismo, ha sido la de enfrentar a los asalariados de las empresas privadas y a los funcionarios públicos. Si bien es cierto, es necesario una contribución solidaria por parte de quienes, ya sea en el sector público o privado, tenemos la bendición de conservar nuestros empleos, con el fin de ser solidarios y empáticos con las personas que peor lo están pasando por la crisis económica que, como en el resto del mundo, ha sido una consecuencia de la pandemia, no es racional o lógico que los más privilegiados desboquen su ira en contra del Estado, para ocultar que no tienen ni la menor intención de colaborar con el país.
Utilizar un momento como éste, con toda la desesperación, la incertidumbre y la angustia que afecta a los sectores medios y más vulnerables, para impulsar una estrategia de desmantelamiento del Estado social y democrático de derecho, es una canallada que juzgará la historia.
La oligarquía pretende utilizar un tiempo de oscuridad, de desmovilización sindical, popular y política, para encajar su visión maniquea de desarrollo, de modo que presionando al gobierno, sea posible dejar todo en las “manos invisibles” del mercado, lo que equivaldría a una sentencia de muerte para la clase media y una condena a la miseria perpetua para los sectores menos favorecidos del proletariado y del campesinado.
Pero, como indicaba al principio, estos adalides del neoliberalismo más voraz e inhumano, tienen una visión tan, pero tan miope que, al parecer, no se dan cuenta de que el tiro les podría salir por la culata, ya que empujarían a sectores tradicionalmente moderados, que ideológicamente abrazaron las visiones Socialdemócratas y Social Cristianas del desarrollo del país, hacia posiciones más radicales, que no dudarán en aprovechar el momento para emprender experimentos que, como ha sucedido en otras naciones de América Latina, han impulsado los populismos que terminan por derribar el frágil edificio democrático.
Creo que esta escapada hacia adelante, por parte de los proponentes de las teorías económicas más neoliberales, es una apuesta de todo o nada. Por supuesto, esto es porque esa clase alta tiene poco interés por lo que suceda, a la larga, en Costa Rica, ya que tienen a buen resguardo sus capitales en paraísos fiscales y supongo que no dudarían en marcharse para acompañar a venezolanos y cubanos en el cómodo exilio de Miami.
Quienes vivimos de un salario, quienes nos ganamos la vida con el sudor de la frente, quienes queremos que Costa Rica progrese en paz, en un marco cívico de libertad, paz y democracia, con un Estado social y democrático de derecho, solidario y del bienestar, que promueva una economía social y solidaria de mercado sostenible, con oportunidades de movilidad social y de progreso económico para toda la ciudadanía, no debemos caer en la trampa y debemos unirnos para que el gobierno de la República y las y los señores diputados entiendan que, para superar este bache histórico, es necesario el aporte de todas y de todos, pero especialmente el de Quines más tienen y que se han visto favorecidos por la tibieza de un sistema recaudatorio que permite que esa misma oligarquía evada o eluda sus obligaciones tributarias por un monto que, de acuerdo a los expertos, supera el 5 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB).
No hay disyuntiva entre salud y economía, porque si se abrieran todas las restricciones, el país entraría en una fase de colapso y de caos, por la cantidad de enfermos y fallecidos, que entonces sí: la economía nacional estaría muerta, sin posibilidad de resurrección. De igual manera, no hay ningún conflicto entre asalariados públicos y privados, esta es una falsa disputa que sólo ganan los que la impulsan: los que no quieren apoyar al país para salir de la crisis, léase UCAEF y demás representantes de la casta más adinerada.
Mientras en Costa Rica se nos engaña con estas falsas diatribas, en el resto del mundo hay una gran discusión sobre la necesidad de refundar el capitalismo, de modo que no genere la injusticia y la inequidad que ha disparado en las últimas décadas una globalización pensada desde el búnker de los más poderosos.
En honor de las personas que, en Costa Rica y en todo el mundo, han perdido la batalla contra el coronavirus SARS-COV-2, es hora de dejar de ver las cosas por el estrecho tubo de quienes nos manipulan y nos enajenan, de manera que todas y todos juntos, unidos como humanidad, podamos construir un mundo mejor para nuestras hijas e hijos.