La vida eterna (I)

Vía costarricense

Johnny Soto Zúñiga

Johnny Soto

Mirando adentro de la gran Iglesia Católica de Guadalupe de Goicoechea, reflexioné en el funeral de mi querida Mamita sobre la vida eterna, sabiendo de antemano que su alma ya había ascendido a la Paz Celestial y encontrándose con mi Papá allá en el Cielo y que podrán conocer la vida eterna que nos tiene reservada Dios Supremo y Eterno. Mis Papás fieles creyentes nos trajeron en su fusión divina a este mundo; nos educaron con los mejores principios y valores; no tengo ninguna queja en nada en el transitar de sus vidas y la conexión. Mi madre cumpliría 91 años este 14 de setiembre de 2021, le faltó poquito; pero se ha afirmado que con solo llegar a los 90 años, va en vuelo directo ante el Señor Creador y Universal, del cual durante toda su vida mantuvo en oración espiritual.

Miré también la emblemática y grande pintura de lienzo de la imagen de la Virgen de Guadalupe, que se encuentra expuesta en la pared del fondo detrás del Altar donde ejercía la Misa el Presbítero, siendo la máxima manifestación del espíritu y energía femenina; y di las gracias infinitas a Dios, a mi Madre por darme la vida con la fusión divina con mi querido Padre. Son momentos de reflexiones sobre la vida, la muerte terrenal; que somos, a qué vinimos, y que será nuestro aporte en el transitar corto de nuestras vidas en este mundo; pero lo fundamental es que somos creyentes a ultranza y con fe de la existencia de Dios; sabemos que solamente es una primera fase de la vida eterna; y que cuando partimos del planeta; pasaremos a la segunda fase de la vida espiritual y que será nuestra alma la que seguirá viviendo.

Comprendemos que el Universo existe con una actividad ininterrumpida y se da una revelación a cada momento o instante; cada ser tiene existencia separada acorde con la plenitud de vida; el ser humano es integral con sus características individuales, compuesto de un cuerpo físico, el espíritu que puede desarrollarse con la lectura de los Libros Sagrados y la naturaleza, el educar la mente que nos permite aprender y comprender; el discernir entre hacer el bien o el mal, y todas las acciones de la experiencia cotidiana, tener propias aspiraciones y convicciones, en síntesis pensamos, actuamos y sentimos; tenemos corazón, amor, solidaridad y privilegiar los valores supremos de justicia en libertad y la toma de decisiones para hacer el bien propio y hacia los demás.

El amor no tiene límites y Dios nos da el amor infinito, si sentimos amor por el Ser Infinito, entonces su amor se convierte en infinito, lo que sería tanto el amor como su recipiente son ilimitados. El corazón nos permite tener devoción y la bondad, con la oración y así nos transformamos profundamente; el amor conduce a la sabiduría, los sentimientos son fundamentales sean de alegría o tristeza y deben ir unidos con el intelecto; solo así seremos plenos seres humanos. El Maestro Ball Shem Tov afirmaba: “Una persona debe pensar que no es nada, olvidarse totalmente de sí misma y pedir en sus oraciones únicamente la Shechinah (presencia visible de Dios). De esta manera será capaz de trascender el tiempo e ir al Mundo del Pensamiento, donde todas las cosas son iguales: la vida, la muerte, el mar y la tierra seca.

La persona no podrá hacer esto si está apegada al materialismo y a este mundo, porque estará apegada a distinciones entre el bien y el mal. Además, si piensa de sí misma que es algo y pide por sus necesidades, el Santo no podrá vestirse de ella, porque el Bendito es Infinito, y no hay vasija que pueda contenerlo, excepto cuando uno piensa de si mismo que no es nada.”

Gracias al Señor nos otorga el libre albedrío, y por eso nuestras elecciones deben ser proactivas, y así lograr nuestra transformación; ante el dolor y el sufrimiento que pueda surgir de nuestra negatividad deben imponerse las acciones y decisiones positivas, logrando un proceso de purificación y así nos liberamos de lo malo; es así como debemos vivir y dejar a un lado el egoísmo. La paz y la satisfacción nos llevan a la conexión con Dios. Por eso en estos momentos en que pueda sentir tristeza, un vacío y solo por la partida de mi Madre; es necesario tener luz en nuestra vida; creer que la muerte es la expresión absoluta del sufrimiento humano; luego desaparecerá del universo y así lograr la unidad con la Luz del Creador y Eterno.

Finalmente, ante la vida terrenal y la muerte debemos comprender que cada uno de nosotros no somos meras partes o chispas de Dios; somos la totalidad de Dios que mira a través de los distintos ojos. Dios creó el mundo a través de su amor; y nos constituyó con cuerpo, espíritu y alma; la primera fase es la vida terrenal; la segunda fase es cuando el alma asciende al Cielo. Lo fundamental es aceptar y comprender que: “Todo lo que el Santo, Bendito Sea, creó en Su mundo, lo hizo sólo para Su gloria, como fue establecido: Todo lo que se llamó por Mi Nombre, para gloria Mía lo creé, lo formé y lo hice”; y añade: “El Señor reinará por toda la eternidad” (Ieshaiahu XLIII 7; Shemot XV 18); así comprendo que mi Mamita ya está su Gloria Celestial.

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