Febrero 6, 2024
Por Emilio Godoy
PANAMÁ (IPS) – En el bar que Sandra administra en el céntrico distrito financiero de Ciudad de Panamá ha caído la oferta en su carta debido a los retrasos en el paso de los barcos por el canal de Panamá, una de las principales infraestructuras navales en el mundo.
“No tenemos algunas cervezas extranjeras, porque el embarque no llegó, espero que llegue estos días”, dijo esta panameña a IPS, mientras señalaba un refrigerador semivacío del negocio, enclavado entre rascacielos.
La demora se ha repetido desde que la sequía ha plantado sus raíces en esta nación centroamericana a lo largo de 2023, exacerbada por los efectos de la crisis climática y el fenómeno cíclico de El Niño Oscilación Sur (Enos), que calienta las aguas del océano Pacífico.
Esta mezcla de fenómenos repercute sobre las zonas boscosas aledañas al canal y los embalses artificiales Alhajuela, Gatún y Miraflores que lo abastecen y que aportan agua para más de la mitad de la población total del país, de 4,7 millones de personas.
Debido a la falta de lluvia, el nivel del lago Gatún, la principal fuente del canal inaugurado en 1914 bajó de su altura normal de 26 metros sobre el nivel del mar a menos de 24 en semanas recientes.
El canal bidireccional moviliza 6 % del comercio marítimo mundial, especialmente el de contenedores.
Además, la vía interoceánica ha perdido volumen por la evaporación debido al recalentamiento de la temperatura del agua, según el estudio del sector hídrico de 2022, elaborado por la Alianza del Agua de Países Bajos, una red de 175 organizaciones públicas y privadas.
Para Oscar Vallarino, exfuncionario de la estatal y autónoma Autoridad del Canal de Panamá (ACP), fundada en 1978 para administrar la empresa, la coyuntura deviene por la inclusión del canal en su actual cuenca hidrográfica y por su ampliación desde 2016, que duplicó su capacidad y el volumen de los buques, además de desembocar en la prohibición de la construcción de más embalses.
“Por encima del tránsito, el canal debe dar agua cruda para las poblaciones de (las provincias) de Panamá y Colón. La diferencia es que ahora hay más tránsitos y el problema es que en la temporada seca el nivel de sal se introduce y perjudica el agua cruda para la potabilización”, dijo a IPS.
Desde el Puente de las Américas, que conecta Ciudad de Panamá con el oeste de su área metropolitana, los barcos alineados para entrar en el canal parecen figuras de un juego de mesa que se desplazan con lentitud sobre el tablero azul. El tiempo de espera es variable, en la ruta hacia algún puerto estadounidense, mayoritariamente.
Pero esa ralentización se desprende del elemento crucial de la infraestructura: el agua, cuya escasez provoca que una menor cantidad de buques comerciales transite de un océano a otro. Los embalses que nutren al canal tienen una capacidad de 1857 hectolitros y cuentan actualmente con solo 900.
Paralelamente, su demanda para diferentes actividades sube, lo que suscita mayor competencia por el consumo y conflictos a intensificar a lo largo de este siglo.
La Ley 93 de 1999, modificada por la Ley 44 de 2006, establece los límites de la cuenca hidrográfica del canal, de 343 521 hectáreas de extensión y una de las 52 que tiene el país.
La estación lluviosa en este país tropical va de mayo a noviembre, pero el último trimestre del año pasado registró menor nivel de lluvia, y la sequía se agudizará en este primer semestre de 2024.
Del agua del canal también depende la población de las provincias de Panamá y Colón. Pero el problema se agrava por el dispendio, la fuga de al menos 40 % del recurso por las tuberías rotas y la falta de una infraestructura eficiente.
Eso sucede pese a que esta nación canalera ocupa el quinto lugar en el mundo en precipitación anual, tiene seis veces el promedio mundial de agua fresca por persona, además de 500 ríos, en una superficie de solo 75 517 kilómetros cuadrados.
Pero en contrapartida registra el mayor consumo individual en América Latina, con 507 litros por habitante. Panamá posee una disponibilidad de unos 115 000 metros cúbicos por habitante/año, según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Las consecuencias de la crisis climática y la Enos enturbian el panorama del recurso, pues implican que el exceso y falta del líquido metan en aprietos al país centroamericano. El Niño reaparece en su fase fuerte, como definen los meteorólogos a la peor de sus tres modalidades.
La ACP estima que la cuenca capta casi 4400 millones de metros cúbicos (m3) anuales, de los cuales el canal consume 70 % para la navegación y 15 % para agua bebible.
Víctima natural
Ante la crisis, la ACP ajustó el calado máximo, la capacidad de tránsito diaria y el reuso del líquido en los traslados.
En consecuencia, redujo a 24 las embarcaciones diarias que cruzan los 82 kilómetros del trazado desde un promedio entre 38 y 40, y que podría caer a 18 durante este mes de febrero, cuando se estima que el tráfico caiga un tercio respecto al habitual.
Además, cobra 10 000 dólares por derechos de agua y subasta cupos para el traslado. Cada paso requiere de 250 millones de litros de agua por nave que luego es devuelta al sistema.
El canal ya sufrió una aguda crisis hídrica en 2016, pero se ha potenciado por una Enos fuerte.
Para William Hugues, miembro del no gubernamental Frente Nacional por la Defensa de los Derechos Sociales y Económicos, esta crisis era previsible y expuso el trasfondo de priorizar el canal sobre el suministro hídrico a la población.
“Lo advertimos en 2006, cuando se discutía la ampliación, al ser esclusas de mayor tamaño eso haría que entrase más agua salada a Gatún. Constituía una demanda que atentaba contra el abastecimiento de agua potable. Tenemos que aceptar que el canal tiene límites físicos y no podemos responder a la dinámica de la economía internacional”, señaló ante IPS este economista, cuyo colectivo aglutina organizaciones sociales, sindicatos y otras agrupaciones.
Hugues, autor de un libro sobre la expansión del cruce, recordó que la fila de entrada siempre se produce en época de sequía y que las medidas aplicadas son las mismas que antes de la ampliación.
Por la demanda de carga, el ensanchamiento, emprendido en 2007 y finiquitado en 2016, agregó dos esclusas para acomodar los cargueros tipo Neopanamax, más grandes, pesados y que necesitan de más líquido para el traslado de hasta 120 000 toneladas, especialmente cargados de gas. Pero la expansión ha tenido repercusiones sobre la demanda de líquido.
El uso de la infraestructura bioceánica aporta más de 4000 millones de dólares a las arcas panameñas, equivalentes a aproximadamente 6 % de su producto interno bruto. La caída de tráfico puede significar una merma financiera superior a 200 millones de dólares y, por ende, un impacto a las de por sí estresadas finanzas de la nación centroamericana.
Aunque había prometido hacerlo, la ACP no respondió a la consulta de IPS sobre las previsiones de la actividad del canal en 2024.
La crisis ha obligado a las naves a tomar rutas más largas y costosas, como el cabo de Hornos, al sur de Chile, o bien trasladar la carga por tierra de costa a costa en Panamá, para luego retomar la navegación.
Paliativos
Para enfrentar la crisis recurrente, la ACP analiza la construcción de un embalse sobre el río Indio, al oeste de Gatún, y el uso de la represa Bayano, que implican costes diferentes.
El dique cuesta 800 millones de dólares y conlleva la inundación y desplazamiento de unas 1900 personas en un área de 400 000 hectáreas, mientras que la utilización de la presa de la hidroeléctrica Ascanio Villalaz, propiedad del Estado panameño y de la compañía privada estadounidense AES Global Power, cuesta el triple.
Pero los efectos de la crisis climática pueden agravarse, como plantean varios análisis recientes.
Entre 1971 y 2020, Panamá experimentó caídas significativas de precipitación, aunque las tendencias variaron entre regiones.
Así, las provincias del este y del Pacífico central fueron significativamente más secas, especialmente durante la época veraniega, mientras que las del oeste y del Caribe central fueron más húmedas, sobre todo durante el otoño, según el estudio de riesgo climático de Panamá, publicado por el Banco Mundial a inicios de este año.
Hacia 2050, los patrones de precipitación se incrementarían, cuando los territorios del Pacífico experimentarían un salto en la precipitación, mayoritariamente en verano y otoño, y la zona del Caribe, en el Atlántico, no tendría un cambio neto.
El documento alerta que la frecuencia de inundaciones intensas y sequías relacionadas con la Enos se volverán más comunes y son especialmente críticos para vigilar en la cuenca del canal y el Arco Seco, una zona del oeste del país caracterizada por la escasez de lluvia.
Mientras, el estudio de las organizaciones neerlandesas advierte que las medidas adoptadas son de corto plazo que solo acotarán los clientes del canal a largo plazo, lo que afectará la economía nacional y la contaminación global.
Además, varias franjas del país, incluyendo la capital y Gatún, se inundarían en 2050.
Panamá cuenta con un Plan de acción 2022-2026 para la gestión integrada de los recursos hídricos, compuesto por 35 acciones, pero su ejecución marcha lentamente.
El plan busca la contribución a la seguridad hídrica a través de la priorización de acciones concretas en función de las prioridades nacionales, escenarios de cambio climático, necesidades de los distintos sectores y la capacidad institucional y financiera para su aplicación.
La propia ACP reconoce la necesidad de inversiones de largo plazo para atender los desafíos.
El país cuenta con 56 plantas potabilizadoras, de las que siete se sitúan en el canal. La ampliación de varias instalaciones y la construcción de dos aportarían unos 851 millones de litros al caudal.
Para Vallarino, eventualmente se necesitaría un embalse nuevo y el uso de la presa Bayano.
“Hay que preguntarse si es viable. Deberían hacer estudios a futuro, para saber las opciones. La población es prioritaria. Si se administra bien, quizá tengamos algún contratiempo, pero va a haber agua para la población”, indicó.
Mientras, Hugues sostuvo que el ritmo de desarrollo mercantil del canal es insostenible.
“Con la ampliación, los armadores van a seguir ampliando buques, será al eterno. Eso supone que tendríamos que hacer de la cuenca todo el canal. Si sigue la tesis de que hay que seguir ampliando el canal, no habrá agua jamás para responder a esa demanda”, alertó.
Ante las circunstancias, el canal debe adaptarse, pues, si no lo hace, el agua bebible se atragantará en los ductos y negocios como el de Sandra tendrán semivacío el refrigerador.
ED: EG