Camilo Rodríguez Chaverri
Admiro la sencillez de Francisco. Revoluciona a la Iglesia Católica con sus gestos.
Lo veo andar por la ciudad de México en un carrito diminuto (no una limusina ni un Mercedes Benz largo y ostentoso) o en un «papamóvil» abierto, descapotado, sin blindaje.
Lo vi con el sombrero de charro que le quitó a un mariachi. Lo vi abrazado con un padre de un niño con discapacidad, con el pequeño en su pecho. Lo vi a los pies de Guadalupe, nuestra madre morena, indígena, americana, la más universal de las advocaciones de María por ser mestiza.
Me sobrecogió escuchar su discurso a los obispos mexicanos. Les habló de la ternura de Dios. Les dijo que el nombre de Dios es la misericordia. Les confesó que a la Iglesia Católica le ha faltado entender la grandeza profunda de los pueblos indígenas.
Explicó que México debe admirarse a sí mismo, encontrarse en sus raíces.
Este señor es el Papa que fue a pagar su cuarto cuando se quedó en una posada, antes de ser eligido sucesor de Pedro. Fue a pagar ya cuando era Papa.
Este señor se baja de su carro en Italia (otro carrito diminuto) para saludar a los latinoamericanos o para entrar a un barrio de familias pobres.
Este señor es el Papa que no aceptó vivir en un palacete.
Este señor es el Papa que almuerza con el personal de El Estado Vaticano, y no a solas, en medio de los lujos, como un rey.
Joven, trabajaba con drogadictos y adolescentes excluidos en las afueras de Buenos Aires.
Una vez que fue eligido como Papa, se opuso a usar las ropas carísimas, pomposas, y viste de blanco, con un solo Cristo de plata en el pecho.
Es el Papa que ha querido abrazar a divorciados y a homosexuales en la Iglesia Católica, aunque la misma estructura se le ha opuesto y no lo ha dejado avanzar como él quisiera. Como sí pudo antes en cuanto a la purificación de las oscuras finanzas de la Iglesia.
Pero cuando el Papa anda entre la gente y cuando visita a sus pueblos, ni siquiera los enemigos que tiene dentro de la Iglesia pueden detenerlo.
Propició el fin de las hostilidades entre Cuba y Estados Unidos. Fue el artífice de ese paso histórico, como lo han dicho Barak Obama y Raúl Castro.
Fue a Cuba de nuevo para reunirse con el patriarca de la más grande Iglesia Ortodoxa de Rusia, que hizo camino aparte hace mil años.
Ahora, en México, irá a las tres regiones más problemáticas, excluidas, conflictivas o pobres: Michoacán, tierra del narcotráfico; Chiapas, símbolo de la pobreza y exclusión de los pueblos indígenas, y la frontera con Estados Unidos, donde visitará una cárcel.
Francisco, a los pies de Guadalupe, en medio de niños enfermos, es la imagen más potente de la hermandad entre los cristianos y de la fe por encima de todo.
En México ha dicho, «no nos dejemos seducir por los carruajes de los faraones de la modernidad».
Y ha sintetizado lo que es ser cristiano: «hay que saber que somos pequeños y débiles para entendernos hijos de Dios. Hay que ver el rostro de nuestro Señor ensangrentado para entenderlo mejor en nuestra vida».