La Patrulla de Bares: Una esquina de la amargura (Bar Ciro’s)

Especial para Cambio PolíticoMisión: Bar Ciro’s Dónde: Vargas Araya, San Pedro (ver mapa)

En la última incursión patrullera no llegó la nueva atracción de este círculo de reflexión científica: el Coplero. Razones de trabajo impidieron su asistencia. Ignoramos qué clase de trabajo sería, pues un patrullero que se precia de tal pone su Deber ante todo. Por eso, para evitar la repulsa popular, iniciamos nuestra crónica de hoy con una desinteresada colaboración de un inspirado lector.

Oh heroico sacrificio
El de la patrulla errante;
Que sin valerse de vulgar artificio
Y emulando al caballero andante,
Cumpliendo su arduo oficio,
Y forzando su pobre apetito
Degusta abnegada aquí y allá,
Del reino animal y del lúpulo bendito
Lo mejor que natura con bondad les da.

Y luego de tan motivadora lírica, enfoquémonos en nuestra última gira de estudio, hecha en el Bar Ciro’s en Vargas Araya. Por direcciones no hay problema, porque Ciro’s es el verdadero punto de referencia de la comarca, pero para los despistados entonces las coordenadas parten de la Universidad Latina (aunque ya le cambiaron el nombre) en Lourdes de Montes de Oca, viniendo desde San Pedro en el cruce en forma de Y griega se dobla a mano izquierda y luego se sigue la que parece ser la calle principal hasta un cruce en donde hay cinco esquinas.

Tal parece que Ciro’s siempre ha estado ahí. Indagando con sus colegas beodos este Cronista no pudo precisar el origen de tan noble local y hasta encontróse la sorpresa de que un antiguo docente suyo, el famoso Mostachón, en alguna época cambió sus libros de filosofía por las botellas de birra y regentó el local. Pero lo que puede interesar más es lo sucedido en la última década, en donde su actual propietario le ha sacado el jugo a la cercanía de varias universidades privadas y logrado hacer una especie de “esquina de la amargura”. El lugar pasa repleto de estudiantes y por supuesto de estudiantas, de tal modo que los veteranos patrulleros pasaron muy entusiasmados apreciando el paisaje urbano.

 
Si hay algo que se puede decir de Ciro’s es que no tiene espacio. Así como le sobran televisores. El que pretenda llegar con un grupo grande de amigos se encontrará simplemente con que la mesa más amplia alcanza para cuatro personas. El lugar se la pasa tan lleno que hay que agradecer cuando se encuentra una mesa libre. Y eso que hay prácticamente dos locales juntos, uno que es un estrecho salón con unas pocas mesas y otro que solamente es una más estrecha barra. Por eso, no debe ser sorpresa cuando los platos de bocas llegan aparentemente de la calle, pues es el único lugar por donde pueden circular los saloneros.

Obviamente si llega tanta gente no es por los televisores. Ciro’s encontró esa fórmula mágica que mantiene un lugar lleno a reventar: la buena comida. El amplio menú destaca sobre todo porque el lugar se precia de servir una excelente costilla de cerdo en salsa de barbacoa que la venden en porciones de cuatro tamaños distintos. Y si a esto le unimos que la costumbre del lugar es servir la cerveza en baldes ya se arma un escenario idílico de una mesa pletórica de viandas. Igual sucede con los chicharrones, aunque hay que admitir que aunque estaban bien carnudos no resultaron tan espectaculares a pesar que les pusieron el rimbombante nombre de “chicharrones especiales”, eso sí, los sirven con una yuca frita que es un éxito total. También, para seguir con las especialidades, hay algunas bocas que hacen según el día de la semana y correspondió el día del rice & beans con pollo que le hizo el honor a ser la especialidad del día, bueno y abundante. A uno de los patrulleros no le gustó esta práctica, porque lo dejaron con las ganas de comerse un ceviche y eso a pesar que después del chifrijo y los tacos puede ser la boca más común en las cantinas ticas. Las carnitas mexicanas estaban también muy buenas, con el picante muy bien racionado y para el que no quiera chile hay un versión neutra que la bautizaron como carnitas guatemaltecas. Mejor no preguntamos cómo serían las carnitas salvadoreñas. Para seguir con el menú dietético, se degustaron unos choricitos que venían en abundante ración, casi para decirles chorizos guápil (traducción: guápil es un costarriqueñismo que se usa cuando una fruta viene pegada con otra de tal modo que parecen una fruta doble), aparte de tener buen sabor, no estaban muy grasosos. Hay unos hongos al ajillo, para los que no quieren hacer mucho desarreglo, estaban muy bien de sabor pero sobre todo de olor. El queso a la plancha se unió al grupo de las bocas celebradas, muy sabroso aunque tal vez si lo hubieran dejado un poquito más al fuego hubiera quedado todavía mejor. Como en la velada hubo una exigua delegación patrullera hubo que acudir a los refuerzos y ante la vista de que una comensala de la mesa contigua comía con gran deleite un lomito suizo se le preguntó su juicio culinario, a lo que mostró también una entusiasta aprobación. Pero la estrella de la noche fue el plato de camarones, que se pidieron al ajillo, cuesta cinco mil colones, pero sobradamente los vale, el patrullero que se sacrificó catándolos hasta tuvo la paciencia de contarlos, salieron dieciséis y como si no fuera suficiente, los sirven con una montaña de papas a la francesa, el resto de los presente nos tuvimos que limitar a verlo con envidia.

Y luego de profundas deliberaciones y acalorados debates, la Patrulla, impresionada con la calidad de la pitanza y el agradable ambiente, decidió minimizar las dificultades de las estrecheces y otorgar su codiciada mención honorífica al Ciro’s. Mención que se la dedicamos a nuestros estimables integrantes de la Patrulla que por dedicarse a responsabilidades laborales y familiares, se la perdieron.