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Misión: Bar y Restaurante Mi Tablita Campesina |
Pero hay algunas excepciones que buscando bien y sin ir muy lejos se puede uno encontrar. Una de ellas está naturalmente en Tibás, la tierra prometida de los buenos bares, bastante oculta de la vista, aunque esté justo a la par de la concurrida calle de la Florida, para dar las señas a la tica, es en la calle que comunica Tibás con Moravia, justo al fondo del parqueo de un pequeño centro comercial en donde está el supermercado Periférico, o como se llame ahora, dada la afición de esta cadena a mudar su nombre. Mejor aún que estar en el abarrotado centro comercial, sigue uno 25 metros al este y 75 al sur y se encuentra con la fachada de Mi Tablita Campesina que da a la calle pública (ver mapa). Hay otro en el centro Escazú, dos cuadras al oeste del parque.
Aunque el lugar se promociona más como restaurante hay abundancia de licores y bocas como para poderlo llamar bar. Apenas para los maridos oprimidos que pueden entonces justificar una salidita sin que asuman que se van a ir a embriagar. El abundante menú además de la apetitosa sección de bocas tiene platos pequeños como los gallos que pueden calificar como tales, así que la sufrida Patrulla procedió a hacer su degustación en este sentido, sin abordar los platos principales.
Comenzamos por unos filetes de tilapia, muy buenos y sanitos, para aliviar la conciencia de la usual recarga de colesterol y calorías. Pero para compensar, seguimos con un chorizo en boca, que son tres choricitos de esos que exhuman grasa y que pican el paladar con su sabor, también muy buenos. Continuando el menú dietético pasamos a una orden de concha de cerdo, bien tostadita aunque algo pasada de fuego. Siguió un gallo de bistec, nada de suela de zapato, la carnita estaba suave, jugosa y bien condimentada. El queso frito en boca también sacó aplausos de la concurrencia, qué buen queso. Y para seguir con las joyas de la comida típica costarricense, se pidió una hamburguesa, los viejos lectores recordarán que es una de las debilidades del Cronista y bueno, sabía a carne, nada que ver con las recetas insípidas de algunas franquicias doradas, perdón por la salida de la ortodoxia. Volviendo a lo típico de verdad, se cató un gallo pinto y en esto insistimos, el Gobierno debería introducir una norma constitucional para hacer obligatorio que en todos los bares dieran boca de pinto, no hay nada más rico que un pinto con una cervecita (sobre todo si es para desayunar) y el pinto de Mi Tablita, con su buen huevito, comprobó las virtudes de esta combinación. Hablando de fabáceas y posturas de ave, también había sopa negra, además con su buen aguacatito, otra muestra de las virtudes de la cocina del negocio. Y para cerrar se probaron unas alitas de pollo, que llegaron en ración abundante y agradablemente tostadas. Por ahí dicen que el chifrijo está muy bueno, pero ya no hubo estómago para alojarlo.
Así que ya sabemos donde ir a comer típico sin que nos sepa todo a cartón o que nos asalten la billetera, con el aliciente que en Mi Tablita Campesina hay un generoso surtido de botellas. Para que aprendan los del gremio.
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