Especial para Cambio Político
Misión: Marisquería Bar El Caracol |
En la Universidad de Costa Rica todos conocen la calle de rigor, símbolo para la horrorización de moralistas y abstemios amargados, pero por otro de sus costados también se encuentran bares, que por no estar tan expuestos, son refugios tranquilos para los libadores. Concretamente al norte, justo antes de la rotonda de Betania, en un segundo piso de un pequeño centro comercial que hasta tiene una residencia estudiantil, se encuentra un local de ya larga tradición que se llama El Caracol.
El lugar es más restaurante que bar y más marisquería que cantina, pero por las noches atrae a algunos comensales con alma de patrulleros, que llegan a degustar las particularidades de la casa en compañía de abundantes alcoholes. Aunque El Caracol fue conocido en sus inicios por ser propiedad del hijo de Manuel Mora (apenas para que se congregaran allí los libertarios), desde hace bastantes años pasó a propiedad de Jimmy, un iraní que asentó sus raíces en estas infieles tierras, y que de manera generosa comparte los sabores de su milenaria cultura con su fiel clientela.
El negocio ocupa la mitad de la segunda planta del pequeño centro comercial y una parte está acondicionado propiamente como bar, mientras que la otra tira más a comedor familiar. Hay también un pequeño balcón con mesas que es la zona más apetecida por el público. El ambiente es informal y decididamente universitario.
El menú de bocas desafortunadamente es muy breve, y más desafortunadamente aún no tiene muchos platos étnicos. Pero todo tiene su toque original, un saborcito distinto a la cantina tradicional tica. La boca más recomendada, y la que sabe más a medio oriente son las alitas de pollo, las cocinan a la parrilla, pero tienen un marinado a base de limón que les da un sabor único, se advierte que si uno llega muy filoso son una mala elección para comenzar, pues tardan su tiempo asándose. El pescado lo sirven frito en porción generosa, bien tostadito, pero no es particularmente espectacular. El ceviche lo hacen con carne de marlín (no sé porqué los ticos enajenados insistimos en pronunciarlo en inglés), y fue la boca más pequeña en tamaño que nos llegó, el pescado estaba fresco pero nos dejó con ganas de comer más. La boca más cara y le hace honor al precio es la costilla de cerdo, crujiente y jugosa, y la acompañan con una yuca frita buenísima. Para compensar al pequeño ceviche también es válido pedirse un arroz con mariscos, realmente bueno y grande en tamaño. Hay chalupas, les quedan bastante bien, sobre todo el condimento de los frijolitos molidos y el sabor de la salsa de tomate. La sopa de mariscos en la visita de prepatrulla resultó muy sabrosa pero en la visita oficial resultó ser muy rala e insípida, algo así como comerse un boli de agua, ni modo, hay que decir las cosas como uno se las encuentra. También resultó muy bien calificada la mariscada, con buena variedad de bichos, aunque para nuestro gusto excesivamente llena de hierbas. Lo más importante cuando uno ordena la comida es pedir que le traigan el chile de la casa, que se prepara a base de chile panameño, aceite de oliva y salsa de soya, o sea, la combinación universal de sabores, está fuera de serie. Y también se vale pedir el sommak, que es una especia en polvo iraní.
Si le cayó mal el dueño, nada más háblele de Ahmanideyad. Pensando en políticos, nosotros nada más nos acordamos de las desafortunadas declaraciones de un presidente criollo, que jugando de vivo hablaba mal de los caracoles, se ve que no ha venido por acá.
SEMPER COMPOTATIUM
Al rescate de la más noble de las tradiciones culinarias costarricenses: la boca
Enemigo mortal del karaoke y los bares de pipicillos
LLOREMOS POR SIEMPRE POR LA EXTINTA SAINT FRANCIS
¡LA BIRRA EN VASO SIN HIELO! ¡NI A PICO DE BOTELLA!
Combatiente declarado contra los sports bar
Los aborrecibles Pancho’s, Millenium, Yugo de Oro Cinco Esquinas y el Valle de las Tejas dichosamente de Dios gozan
VALETE ET INEBRIAMINI