Especial para Cambio Político
Misión: Bar Rancho La Antigua |
Y pesar de su ubicación tan urbana el lugar se las arregla muy bien para tener un ambiente totalmente rural, ayuda que está a la par del segundo río del pueblo y que está en una gran propiedad rodeada de bastante vegetación. La edificación de antigua no tiene nada y arquitectónicamente es un extraño híbrido entre lo que podría ser una cabaña hecha con madera de ciprés y una casa de adobe tradicional. Las paredes están adornadas con fotos de caballos e imágenes antiguas y las mesas están bien eleganteadas con manteles de tela.
Cuando el atento mesero llegó con el menú, nuestros corazoncitos comenzaron a latir aceleradamente, en primer lugar porque la cantidad de bocas era casi incontable, y en segundo lugar porque algunos nombres exóticos invitaban a probar cosas nuevas. Los primeros minutos hasta originaron una acalorada discusión filosófica entre los patrulleros, porque el menú en forma de tríptico no era muy ordenado en la clasificación de las viandas, y aunque aparentemente se diferenciaban las bocas de los platos fuertes, por su precio se ve que algunos de esos platos fuertes alcanzan para boquear, o sea, comer más de uno como lo amerita una buena mesa de tragos. Y así, tendremos que reconocer que al menos cuatro de las seis caras del menú tenían ítems hacia los cuales podíamos dirigir nuestro ataque, incluyendo un apartado medio escondido al final que alojaba algunos platos de tamaño más pequeño que salían a mil pesos, algo así como las bocas más tipiconas.
Pero como los patrulleros somos aventurados, comenzamos con algunos de los títulos más llamativos, como las almejas al ajillo, que las sirven en un plato de dimensiones que sugieren que se arruinó la ecología de toda una playa, el ávido patrullero que las pidió tuvo que emplearse a fondo con tanta concha, y por supuesto al final resultó con una atollazón de antología, pues lo más rico de este plato es chuparse todas las caparazones. Una de las originalidades del lugar es la costilla asada con salsa de guayaba, no hay palabras, la combinación estaba deliciosa y el tamaño del plato estaba apenas para colmar las ansias patrulleras de saturarse de colesterol. Otra boca medio rara que resultó exquisita es el taco de camarón, que lo hacen con tortilla de trigo, ya no hay que viajar hasta el Puerto para darse el gusto. Dentro del menú más convencional se pidió una sopa negra, que estaba simplemente buena, no se correspondió con la espectacularidad de la primera ronda de alimentos. Los patrulleros estaban con ansias soperas en la velada, así que también se pidió una sopa azteca, que estaba muy buena y servida en ración generosa. Relacionada genealógicamente con la anterior, se pidieron unas carnitas mexicanas, sabrosonas, confirmando que la cocina del lugar le llega bien a la comida de nuestros verdugos deportivos. Ya los patrulleros estaban entrando en el nirvana estomacal, y la degustación de una pechuga de pollo a la plancha, que venía con un tostadito muy rico, se sumó a las loas y expresiones de placer que circundaban la mesa. Pero en eso vino la tragedia, en forma de sopa de albóndigas, pues las albóndigas estaban crudas, el infortunado colega que las pidió trató no ser tan milindres y entrarle, pero la verdad no valía la pena, así que haciendo uso del derecho de cliente, se procedió a denunciar la afrenta ante el salonero, quien muy apenado retiró el plato e indicó que no lo iban a cobrar, nuestro coleguita no fue tan valiente como para hacer un segundo intento. Ya las pancitas estaban llenas y para el final se pidieron cosas menos pretenciosas, como unas salchichipapas, algo de lo que no se puede esperar mucho; unos patacones con frijoles, que tampoco fueron particularmente notados y un pozol que estaba bueno pero sin la espectacularidad del menú inicial.
Ya con los vientres henchidos, los patrulleros volvieron a filosofar para calificar la experiencia. De verdad que La Antigua terminó con un saldo muy positivo, el lugar es céntrico, agradable, cómodo, el menú de bocas es enorme, el tamaño de las raciones es grande (bueno, los precios también lo son), se esmeran con la presentación de la comida y la originalidad de algunos platos es para darles un reconocimiento especial. Pero vino la condenada sopa de albóndigas y pasó la de las vacas. Ni modo, a veces sucede hasta en las mejores familias, pero no vamos entonces a ocultar que el lugar no es perfecto, aunque igual, ese enorme menú invita a incursiones futuras.
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