Especial para Cambio Político
Misión: Fito’s Bar |
No obstante, este Cronista tenía sus dudas, porque en su época de estudiante Fito´s no sólo era una chichera, sino que era realmente un lugar tenebroso, hasta olía feo. Recuerda que luego de conocerse de cabo a rabo todos los bares de los alrededores, decidió armarse de valor y aprovechar una pausa de un domingo de estudio para ir a almorzar allí. Pidió un picadillito de papa que no estaba mal, pero que su compañero de barra se encargó de amargar cuando hizo el comentario, señalando la derruida pared de atrás: “nada más imaginate de noche, todo el cucarachero que anda”. Hasta ahí.
Bueno, han pasado varias décadas, el lugar en algún momento jugó de pipis con el nombre de “New Fito’s” y por último, se incendió. Hace diez años un alma iluminada promovió su declaratoria como patrimonio arquitectónico y por último en este gobierno se le dio una partida para su restauración. Así que ahora nadie me lo toca.
Tampoco es que uno entra y se encuentra un trabajo muy académico, no es que el edificio se volviera a su arquitectura decimonónica, sigue siendo un bar y parece como tal, sólo que su ambiente definitivamente es más sano, y por lo menos ya las paredes no parecen madrigada de insectos. Cualquier día de la semana el bar está a reventar de gente haciendo la mayor cantidad de ruido posible, con equipo de sonido y tele incluidos, o sea, el lugar es de los nuestros.
Dado que algunos bares universitarios no destacan por la abundancia en sus viandas, estábamos con alguna desconfianza. Pero cuando vimos el menú de regular tamaño se nos iluminó la cara y optamos por probar de primero el pollito en salsa jalapeña, con lo que nos dimos cuenta que el lugar tiene la virtud de tomar recetas más o menos recientes y darles un sabor criollo. Uno que sí es de verdad típico y que vale la pena probar es el arroz con carne, como nos vieron tan entusiasmados de una vez nos sacaron un enorme chilero criollo, de esos que están en un frasco de vidrio de a galón, apenas para terminar de darle el gusto. Los chicharrones vienen en una ración generosa, pero estaban un poco secos. Los garbanzos con pellejo estaban también muy buenos, pero en realidad lo que tenían era mondongo, apenas para dormir acompañado. Hay otra variedad de pollito en salsa, que es en salsa blanca, también está bien gustoso y lo sirven en buena cantidad. Los dados de queso también recibieron elogios, los hacen con un queso del tipo maduro por lo que son bien grasosos. Los dedos de pollo son grandes, abundantes, ricos y crujientes, los sirven en un plato con abundantes papas a la francesa. Hay ceviche, bueno, y de buen tamaño. En el menú hay casados, que tiene precio de boca, a mil seiscientos pesos, nos pedimos uno con carne, puros dieces, buenos los frijoles. El gallo de chorizo es confuso, lo sirven debajo de una zacatera impresionante, ni se ve la carne, es algo así como una chalupa con colesterol extra. La orden de yuca frita es generosa y crujiente. Lo único que se la peló fue la sustancia de carne, que estaba muy insípida a pesar de que venía llena de ojos. Como el lugar abre desde el mediodía, algunos platos del menú ya están agotados por la noche, especialmente el plato del día, por eso nos quedamos con ganas de probar los tipicones frijoles con pezuña y el rice and beans con pollo, ni modo, será en la próxima.
Lo único criticable es que el servicio es un poco lento, porque al estar el lugar lleno el único salonero no da abasto. Además hay que decirlo, aunque el chavalillo es amable y le pone bonito, es más despistado… Con el asunto del plato del día nunca pegó que día de la semana era. Y afortunadamente en el menú no hay picadillo de papa, jamás este Cronista habría osado a pedirlo.
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