La Patrulla de Bares: Fama y gloria (Bar Río de Janeiro)

Patrulla de Bares Especial para Cambio Político

Misión: Bar Río de Janeiro
Dónde: Barrio México, San José (ver mapa)

El Río de Janeiro

Barrio México llegó en algún momento a ser la meca gastronómica de los bares josefinos. Pregúntele a cualquier persona de más de 50 años por el Bar México y de inmediato verá una sonrisa en su boca, acompañada de un involuntario movimiento de salivación. Y es que el Bar México era lo máximo, algún día le tendremos que dedicar una crónica in memoriam. Pero allí no se limitaban las glorias del barrio, estaba el Río de Janeiro, el Castro’s y Tuto’s y en menor medida, el Tapioca. El avezado lector podrá replicarle a este Cronista que todos los negocios mencionados aún subsisten, lo cual es cierto, pero muy cambiados.

Hoy nos dedicaremos a reseñar el Río de Janeiro, ubicado en la esquina de la avenida 13 con la calle 22 (ver mapa). Ahora que después de muchos siglos las calles de San José vuelven estar rotuladas, se da la dirección como Dios manda, para que aprendan. En todo caso, para los despistados, queda el viejo truco de preguntar, pedir en Barrio México las señas de el Río de Janeiro es como preguntar por la catedral.

 
Este Cronista recuerda muy bien la primera visita al afamado lugar, hecha cuando tenía todo el perfil de cantina de barrio, en un localito de madera con la tradicional división de barra por un lado y salón familiar por el otro. Los años han pasado y el lugar se remodeló para tener un perfil más actualizado, casi para que las generaciones jóvenes conozcan lo que era una cantina de las de antes (hasta hicieron perfiles en el féisbuc y en fórscuar), el lugar ahora tiene una decoración más moderna y un montón de pantallas de televisión, un mal que resulta inevitable en nuestros bares. El elemento más llamativo es un elevador que lleva a la cocina ubicada en el segundo piso y del cual periódicamente se ven salir las suculentas órdenes de bocas. Para los muertosdehambre, es una inevitable fuente de ansiedad, pues cada bajada del aparatito resulta una expectativa de que llega la ansiada orden.

En cuando a la comida, es muy fácil hablar y se resume a una palabra: chifrijo. Si se hiciera una encuesta sobre el mejor chifrijo de Costa Rica con gente bien kilometreada, no hay duda que gana el Río de Janeiro. Y es que uno ve que casi la gente peregrina para ir a comer chifrijo allí y de todas las edades, desde los güilas que están estrenando cédula hasta los viejillos que se la juegan a que no los maten los índices de colesterol. Este Cronista, inevitablemente atento a los movimientos del famoso montacargas, pudo constatar que más de la mitad de las órdenes lo constituían suculentas porciones de chifrijo, que además vienen en tres tamaños, desde el pequeñito para los moderados hasta el modelo hartón. Y en cuanto a sabor, aunque no nos arriesgamos a decir que no hay otro que lo supere, debemos reconocer que es excelente, se caracteriza porque viene coronado con aguacate y los chicharrones no vienen en pedazos sino rallado, lo que lo hace mucho más digerible y fácil de mezclar con los otros ingredientes.

Hay un problema logístico con el Río de Janeiro: el tamaño de las bocas es tan grande que aún a los aventajados integrantes de la Patrulla los dejó fuera de combate en poco tiempo, lo que requirió una segunda visita. Así de sacrificados somos en nuestros menesteres. Luego del chifrijo, la segunda boca más famosa es la carne con papas. Es una carne en salsa que está bien suavecita y bien condimentada. También es muy afamado el ceviche, el cual viene como es de suponer en una generosa porción. La morcilla es increíblemente sabrosa y la sirven de una vez con una media docena de tortillas, para que se den una idea de la gran cantidad de gallos que salen de la porción que sirven. Para los más plastiquillos, hay nachos, que además del gran tamaño que se podía esperar, están muy bien arreglados. Una de las bocas consentidas de los patrulleros, los taquitos de queso, no decepcionaron, aparte de buenos venían de una vez cinco en el plato. Hay boquita de chicharrón solo, bien carnudo. Los más moderados pueden pedir unos garbanzos, que vienen con su buena costillita, o un mondongo en salsa ambos bien sabrosos. Los choricitos fueron muy piropeados, bien fritos y muy bien presentados. El taco de carne talvez viene con demasiado repollo y pico de gallo (no sean polos, no se dice chimichurri), pero bueno, esa es la manera canalla de comérselo, debajo de una montaña de zacate. Finalmente se degustó un pollito frito, bastante jugoso aunque no tan grande como la mayoría de sus compañeros de menú.

Aquí bien se puede aplicar el refrán “cría fama y échate a dormir”, porque de verdad que cuesta encontrar campo en el Río de Janeiro. No hay duda que en este lugar disfrutan del prestigio de sus chifrijos, pero esta Patrulla bien pudo comprobar que vale la pena incursionar en otros platos del menú, al fin y al cabo hay una gloriosa herencia que preservar.

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