La Patrulla de Bares: El clásico por la U (Bar Copas)

Especial para Cambio Político

SEMPER COMPOTATIUM

Y LLEGO LA PATRULLA DE BARES

Al rescate de la más noble de las tradiciones culinarias costarricenses: la boca
Enemigo mortal del karaoke y los bares de pipicillos

Patrulla de Bares Misión: Bar Copas
Dónde: 100 mt oeste y 125 mt norte del parque de San Pedro (ver mapa)

Bar Copas

Para este veterano Cronista los años 80 fueron su época insigne de estudiante en la Universidad de Costa Rica. Por aquellas edades dichosamente no había nada de los odiosos megabares con reggaetón estridente, los indeseables locales con gorilas en la entrada, ni la intromisión de pintas con guaro vaquero que de estudiantes no tienen nada y por supuesto nada de karaoke. El libarse unas birritas era parte integral de la actividad académica y las cantinas de San Pedro tenían una clara jerarquía, por precio. Sin pretender que la lista sea exhaustiva, en la cúspide estaba “Examen Final” con sus enormes hamburguesas, en donde si uno se sacaba un 10, le cambiaban el cuaderno de examen por una birra, las paredes del local estaban tapizadas de múltiples logros estudiantiles, y no había nada que llenara más de orgullo que reconocieran la exitosa prueba de uno como parte de la decoración del lugar. En el medio estaba el glorioso “El Ballenato”, con su helada birrita de barril y sus exquisitas boquitas surtidas, hay que reconocer que el lugar resultaba adictivo, este Cronista aún recuerda el precio seis colones con cincuenta céntimos por la jarrita de Imperial cruda con boquita incluida, ¡ah tiempos aquellos! Y en un tercer escalón, más humildito, estaba el “Copas”, regentado por el popular Juancito y famoso por su boquita de “carne con monte”, obviamente el limitado presupuesto de estudiante hacía más asiduas las visitas a este último lugar, en donde este Cronista recuerda con cariño que celebró más de alguna aprobación de materias, en cuenta un día glorioso que llegó con tres compañeros cuando abrieron a las 11 de la mañana y salió cuando cerraron a las 11 de la noche. En el último escalón se encontraba el “Fito’s”, entonces una chichera destartalada, que hasta olía feo, este Cronista recuerda haber entrado sólo una vez un domingo desesperado por el hambre porque era el único lugar abierto, y cuando ingería unas papitas de chorizo en la fuentecita con cuchara como se acostumbraba en aquella época, su compañero de barra delicadamente comentó “¿te imaginás en la noche a las cucarachas caminado por la pared?…”

Regresando al presente, pues resulta que todavía existe el Copas. Ya no está Juancito, ni la “carne con monte”, aunque esta noble boca subiste en el “Eric’s Copas”, un proyecto derivado que también se ubica en los alrededores universitarios y que merece crónica aparte. Pero sigue siendo el Copas. Para los neófitos, la ubicación de esta tradicional taberna es en el centro de San Pedro, del parque una cuadra al este y 125 metros al norte.

 
Para este Cronista el regresar a este lugar fue un agradable déjà vu, aunque obviamente los años han implicado un cambio en su apariencia, la barra ya no está de lado sino al frente y el mobiliario tiene ahora sillas altas, pese a ello el local se mantiene como en los buenos tiempos, físicamente muy bien preservado. Lo mejor es el ambiente, que se puede describir con una palabra: tranquilo. Nada del bullicio, mejor dicho escándalo, que puede ser insoportable de la mayoría de los tristes bares universitarios de la actualidad, en el Copas todavía se puede conversar, hacer tertulia filosofando sobre los últimos conocimientos de la disciplina académica de los comensales y terminar arreglando el mundo como es de rigor en una buena mesa de tragos.

Siguiendo con el espíritu tradicional, lo que más destaca en el Copas es una breve selección de boquitas que las venden a 1000 colones, apenas para volver al antiguo uso de un entremés por cada bebida. Los sacrificados patrulleros iniciaron su catadura con una torta de carne, que estaba bien crujiente y que sabía a carne de verdad, la sirven escondida debajo de un montón de zacate, pero estaba rica. Los frijoles tiernos podían haber estado mejores, les faltó sal. Los garbanzos con pollo, sabían como hechos por la abuelita cuentacuentos, es decir exquisitos. El arroz con camarones estuvo muy bueno, con muchos bichitos y algunos bien grandes, tan oportunos como para además hacer que la persona que los pidió se quedara callada por un momento. Hay varias hamburguesas, se pidió la vegetariana, simplona, en otros lugares las hacen más sabrosas. Los frijoles blancos con pellejo estaban muy buenos, para pasarle la lengua al plato. La crema de mariscos muy aguada, nada del otro mundo.

En resumen, por la calidad de su cocina y los altibajos experimentados, el Copas dista mucho de ser un paraíso de la boca, pero a cambio, estuvimos muy bien atendidos, los precios se mantienen razonablemente baratos y parece ser el único lugar decente que subsiste en los alrededores de la Universidad de Costa Rica, con el aliciente de que para la gente vieja, resulta un recuerdo dorado de su época estudiantil.

Pueden visitar su página en Facebook.

Bar Copas

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