Luis Paulino Vargas Solís
Innegablemente Saprissa es campeón con méritos sobrados. Por ser el equipo más regular a lo largo de este campeonato “medio chopsuí”, y porque desbordó convicción en el momento definitivo, el del partido finalísimo el domingo pasado.La Liga fue, una vez más, el ilustre segundón. Las estadísticas son claras: desde que Alajuelense fue campeón en el invierno 2013, y hasta la fecha, ha sido 8 veces subcampeón y solo una vez campeón.
Lo que hemos visto en los últimos años, ha pasado, casi, a ser rutina: cuando La Liga llega a una final en que se define el título, los apostadores pueden tranquilos apostar en su contra: es casi seguro que saldrá derrotada. Y no necesariamente frente al Saprissa.
Cierto que la sequía llegó tiempo antes de que Fernando Ocampo asumiera la presidencia, pero todavía entonces podía ser considerado un bache como el que cualquier equipo a veces vive, sin que, por entonces, nadie pudiera imaginar que luego asumiría los rasgos patológicos que ha llegado a adquirir.
Y por ahí va mi hipótesis. No me interesa personalizar. No quiero que se interprete así. Hablo de una disposición cultural, no de una persona en específico. El caso es que Ocampo es portador de un particular ethos: el ethos tecnocrático de los tiempos neoliberales, frío y calculador, estrechamente pragmatista y eficientista. Me temo que, en el fútbol, esa es una fórmula poco prometedora.
El futbol tiene un componente racional, e incluso científico. Sin duda. Pero también un componente pasional, intuitivo y emocional. Y, en los momentos decisivos, esto último es indispensable.
Para ser campeón en cualquier disciplina, no basta ser un atleta prodigioso y tener un entrenamiento científicamente planificado. Si no se tiene corazón de campeón, no será campeón. Logré entenderlo viendo jugar a Rafa Nadal. Él nunca tuvo, ni de lejos, la deslumbrante maestría de Federer, pero su pasión era mucho más grande que cualquier estadio de tenis.
Saprissa tiene eso. La Liga lo tuvo. La frialdad tecnocrática lo mató.
¿Podremos revivir esa llama? Espero que sí. Pero para eso necesitamos gente con corazón al comando de la nave.
Tomado de FB