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Carlos Revilla Maroto
Normalmente no escribo sobre iglesias, pero esta es muy especial, es la que considero “mi iglesia”. ¿A qué me refiero? Crecí en barrio Amón y Otoya, especialmente en Otoya, en la parte más al este del barrio, cerca de donde pasa la línea del tren, que es el límite con barrio Aranjuez, por el Calderón. Así que, la iglesia que quedaba más próxima era la de Santa Teresita, y adonde iba religiosamente todos los domingos a misa. Ahí fue donde hice, junto a mi hermano y hermanas la primera comunión y confirmación, además, por supuesto, de las clases de catecismo.Por lo anterior, es que decidí escribir sobre esta iglesia, que me trae muchos recuerdos, no solo del propio templo, si no también de sus alrededores, de los que les hablaré un poco también.
Como ya saben me gusta primero poner las cosas en contexto, así que empecemos por conocer la historia detrás del nombre.
Teresa de Lisieux, conocida como Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz o, simplemente Santa Teresita, fue una religiosa carmelita descalza francesa declarada santa en 1925 y proclamada Doctora de la Iglesia en 1997 por san Juan Pablo II. Nació Alenzón, Normandía el 2 de enero de 1873 y murió a las 24 años de edad en Lisieux, Normandía; 30 de septiembre de 1897, ambas ciudades de Francia. El testimonio que Teresa dejó despertó una gran devoción en el mundo, prueba de ello es la gran afluencia de peregrinos que, después de Lourdes, visitan Lisieux donde uno de los puntos puntos imperdibles es la monumental Basílica, una de las más grandes iglesias de toda Francia, construida en su honor. Se puede decir que junto a San Francisco de Asís, con quien tiene mucho en común en cuanto a su humilde pero intensa vida espiritual, se ha convertido en una de las figuras más importantes de la historia del catolicismo.
La iglesia de Santa Teresita siempre ha sido un referente. No hace mucho tiempo, por su belleza y ubicación, la clase media y alta del país quería realizar sus bodas, bautizos, primeras comuniones y funerales en este lugar. En la actualidad, debido al despoblamiento del centro de San José, ya no es tan buscada para esas actividades, aunque sigue siendo un referente como punto de encuentro y ubicación para los josefinos y es una de las edificaciones más reconocidas del país.
Fue diseñada en 1920 por el Arquitecto José María Barrantes, uno de los principales exponentes de la arquitectura del siglo XX en Costa Rica, junto a los ingenieros José Francisco, Salazar y Teodorico Quirós. Su construcción inició en 1921 y concluyó en 1940, en un terreno donado en 1920 por el Estado, en lo que era una pequeña plaza al costado norte del edificio de la Antigua Aduana. Es uno de los mejores exponentes del estilo neoclásico en nuestro país, con una planta basilical de tres naves, columnas de orden corintio y jónico y ventanas con tímpanos. Para su construcción se empleó una innovación tecnológica, consistente en concreto armado y una estructura de acero importada de Bélgica.
Fue elevada al rango de parroquia en enero de 1941, por Monseñor Víctor Manuel Sanabria Martínez.
Muchas referencias ubican la iglesia en barrio Aranjuez, aunque en realidad en la actualidad pertenece a Escalante. Lo que pasa es que cuando se construyó la iglesia, el barrio Escalante no existía y en cambio Aranjuez estaba completamente urbanizado, de ahí que la ubiquen en ese barrio. Es así como, la iglesia contribuyó a la conformación del Barrio Aranjuez, uno de los más prósperos del San José de principios del siglo XX.
Su primer cura párroco fue el Presbítero Ricardo Zúñiga a quien cariñosamente le decían “Cayito”, y es quien decide cambiarle el nombre de la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús a Santa Teresita del Niño Jesús. Por cierto, en los jardines de la iglesia, hay un busto del Padre Zúñiga.
Entrando por la iglesia se pueden apreciar las columnas a sendos lados del pasillo central que lleva hasta el altar, además de la cúpula sobre el mismo. Durante todo el año es una iglesia que suele albergar diferentes misas y eventos religiosos similares y es un lugar al que suelen acudir muchos creyentes.
Se puede ver una bonita imagen de la Virgen de Santa Teresa, realizada por parte del escultor Manuel Zúñiga. Dentro se pueden ver diferentes estancias frecuentes en las iglesias, también con diferentes salones como es el caso del denominado como Salón del Catecismo y el Ateneo Domus Dei (casa de Dios), que es lo que sería en términos modernos un salón multiuso.
A principios de los años 60 del siglo pasado, llegó el padre Álvaro Solera a la iglesia Santa Teresita, quién tuvo la gran capacidad de unir a los vecinos, especialmente los jóvenes, no solo de Barrio Aranjuez, sino de La California, Escalante, Otoya, Amón y otros lugares circunvecinos. El Padre Solera fue el que impulsó, con la ayuda y contribuciones de los vecinos, la construcción del Ateneo. Después de su inauguración, en el se hacían todas las actividades del vecindario apoyadas por la iglesia, y hasta de otro tipo, como bailes de graduación; recuerdo que ahí fue el mío de sexto grado de la escuela.
Los vitrales son lindísimos (se pueden ver la mayoría en la galería), de los cuales se conservan dos originales de la antigua capilla del Colegio de Sión, traídos de Francia.
La casa cural está en la parte de atrás, en el costado este, que tiene comunicación interna con la iglesia. Como ya mencioné, colinda con el el edificio de la antigua aduana, donde antes había lo que parecía una servidumbre e incluso se podía pasar caminando entre los dos edificios, pero ahora el paso está clausurado. Me han contado que antiguamente por ahí pasaba la acequia de Las Arias a cielo abierto. Alrededor de los años 80 se construyó una verja perimetral alrededor de la iglesia, supongo que por razones de seguridad.
Fue declarada Patrimonio Histórico-Arquitectónico mediante el D. E. Nº 27642-C, publicado en La Gaceta No. 34 del Jueves 18 de febrero de 1999.
Vista de 360° del interior de la iglesia:
El entorno es muy interesante.
Para empezar están las grandes palmeras en el costado norte, del otro lado de la calle, que según me han dicho tienen más de 100 años. En una de las fotos antiguas de la galería se pueden ver cuando todavía estaban pequeñas.
Enfrente esta la preciosa edificación conocida como “Casa de la Aduana”, y justo a la par está “El Señorial”, que era un salón donde se hacían la mayoría de los tés de canastilla y baby showers de la clase alta, que vivían en los barrios cercanos.
Un poco más hacia el sur, está ahora la Universidad Internacional de las Américas (UIA), que se construyó donde estaban las viejas instalaciones del hospicio de huérfanos de San José, del que solo queda la fachada sur, que es patrimonio arquitectónico (incluyo algunas imágenes en la galería). Por su importancia, transcribo un párrafo pequeño con la descripción que hace el Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural del MCJ de ese inmueble:
“Situado en Avenida 7, Calles 19 y 23. Edificado a principios de la década de 1890. El hospicio se creó para socorrer a la niñez en orfandad y fue dedicado a la Virgen Poderosa. Recibió el apoyo de las autoridades eclesiásticas de la época y de la Sociedad de Damas Vicentinas. En 1892. las Hermanas de la Caridad se hicieron cargo del hospicio. El centro contaba con pabellones construidos en ladrillo para dormitorios, escuela, capilla y otras áreas administrativas, además de patios centrales para los juegos de los menores. El diseño arquitectónico correspondió al Ing. Lesmes Jiménez Bonnefil y presenta algunos rasgos de estilo neoclásico. En lo década de 1980 el hospicio se trasladó a vista de Mar (cantón de Goicoechea), al venderse la mayor parte de las instalaciones a la Universidad Internacional de las Américas.”
Destaco frente al hospicio de huérfanos, un frondoso árbol que me llamó la atención por su belleza, pero más aún porque es un sobreviviente.
Ya para terminar, la iglesia de Santa Teresita es uno de los templos cristianos más emblemáticos, convirtiéndose con el paso del tiempo en un hito histórico, arquitectónico y urbano de la ciudad de San José.
Preparé una pequeña galería con imágenes de la iglesia y su entorno, además de otras antiguas, incluidas algunas de recuerdos de mi familia.
Con la ayuda del Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural del MCJ, la página en Facebook de la Iglesia de Santa Teresita y otras fuentes menores.
Cada vez que leo estos aportes y verdaderas lecciones de historia, me culpo por mi descuido de pasar una y otra vez, por lugares sin ver ni apreciar. Son valiosas llamadas de atención para apreciar, aprender y valorar lo heredado.
El mismo sentimiento de Yayo, ahí está, al alcance de todos y no descubrimos esos maravillosos sitios. Gracias don Carlos Revilla por invitarnos a sus viajes dentro y fuera de Costa Rica.