La expedición Kon-Tiki, una audaz hazaña en el Pacífico

Por Denis Düttmann y Steffen Trumpf (dpa)

dpa
La balsa “Kon-Tiki”. El explorador noruego Thor Heyerdahl construyó la embarcación de madera balsa según antiguos modelos incaicos y navegó en ella en 1947 con sus compañeros desde Perú hacia el oeste. Foto: inp/dpa

Por un lado, un hombre con una idea audaz; por el otro, un océano gigantesco. Con su balsa «Kon-Tiki», Thor Heyerdahl escribió hace 75 años una página de la historia hasta hoy sin igual. Para el noruego se trataba de algo más que una aventura.

Muchos científicos y marinos lo consideraban un proyecto descabellado, otros se reían del osado plan del noruego. Cuando Heyerdahl se aventuró en el Pacífico abierto hace 75 años en una balsa de madera, podía contar con cualquier cosa, menos con el apoyo de los expertos.

En su camino de Perú a Polinesia, no lo impulsaba la búsqueda de la gran aventura, sino una teoría científica que casi nadie quería reconocer en ese momento: que era posible viajar desde Sudamérica hasta la Polinesia utilizando medios ancestrales.

«Él era un científico, no un aventurero, como se suele creer. Llevaba una vida aventurera, pero no buscaba la aventura por la aventura misma», dice Liv Heyerdahl sobre su abuelo, fallecido en 2002. «La curiosidad científica era la fuerza que lo guiaba», asegura.

La curiosidad era tal que, apenas dos años después del final de la Segunda Guerra Mundial, Heyerdahl partió con su tripulación desde Perú a un viaje de alto riesgo.

Siguiendo los informes y dibujos de los conquistadores españoles sobre las balsas de los nativos sudamericanos, él y sus hombres construyeron la «Kon-Tiki» con madera balsa.

Los clavos, tornillos y alambres de acero eran tabú. La balsa se mantenía unida únicamente por cuerdas de fibra natural. Los expertos sacudían sus cabezas con preocupación.

Además de Heyerdahl, la tripulación incluía a otros cinco hombres. El segundo comandante de la balsa fue Herman Watzinger.

Watzinger nació en la ciudad alemana de Wiesbaden, creció en Noruega y conoció a Heyerdahl por casualidad mientras estudiaba en Nueva York. Posteriormente administró una fábrica de harina de pescado en Chile y fue director general adjunto de la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO) a fines de la década de 1970.

El 28 de abril de 1947, la balsa fue remolcada desde el puerto naval de El Callao a mar abierto y subió sus velas.

Heyerdahl debió firmar antes una declaración en la que liberaba a la Marina peruana de toda responsabilidad en la suerte de la expedición.

Pero para sorpresa de sus críticos, la «Kon-Tiki» tuvo un desempeño sorpendentemente bueno. Es una «balsa fantástica, apta para navegar», escribió Heyerdahl en su cuaderno de bitácora luego de dos semanas de navegación.

Como se esperaba, la corriente de Humboldt impulsó a la «Kon-Tiki» hacia el oeste.

Tras unas 4.300 millas náuticas (casi 8.000 kilómetros) y 101 días de navegación, la balsa encalló finalmente en un arrecife de coral en el atolón de Raroia, en la Polinesia, el 7 de agosto de 1947.

Tras el éxito de la expedición, Heyerdahl escribió el libro «La expedición Kon-Tiki», que se tradujo a 70 idiomas y vendió millones de ejemplares. El documental del mismo nombre fue incluso premiado con un Oscar en 1951.

Con el viaje a través del Pacífico, Heyerdahl aportó la prueba de que las islas polinesias podían, en teoría, haber sido colonizadas desde Sudamérica.

La teoría que prevalecía entonces era que los primeros habitantes de la región habían llegado desde Asia.

Recientes análisis de ADN apoyan la hipótesis de Heyerdahl de que los indígenas de Sudamérica llegaron a la Polinesia mucho antes de la llegada de los europeos.

El genetista mexicano Andrés Moreno Estrada detectó material genético de indígenas de Sudamérica en muestras de ADN de personas de las Islas de Pascua y la Polinesia.

En la Polinesia oriental, los primeros descendientes comunes de polinesios y sudamericanos nacieron entre 1150 y 1230, según el estudio publicado en la revista científica «Nature» en 2020.

En esa época probablemente ya existía comercio por mar entre México y Ecuador. Moreno Estrada supone que solo un pequeño grupo llegó a la Polinesia por casualidad. «Tal vez una pequeña balsa con indígenas de América llegó a la deriva por el Pacífico», dice el científico.

Thor Heyerdahl, que fue un gran ecologista durante toda su vida y que en 1970 también navegó en un barco hecho de papiro desde Marruecos hasta Barbados, en el Caribe, siempre tuvo un pensamiento pionero que iba más allá de su horizonte en Escandinavia.

Él acuñó la frase: «¿Fronteras? Nunca las he visto. Pero he oído que existen, en la mente de algunas personas».

Su nieta Liv Heyerdahl, directora del Museo Kon-Tiki en Oslo, uno de los museos más visitados de Noruega, destaca que la expedición Kon-Tiki demostró nada menos que que era posible cruzar el Pacífico en una barca hecha de madera balsa.

El mayor tesoro del museo es la legendaria balsa de su abuelo, que si bien sufrió graves daños al encallar en el arrecife de Raroia, fue restaurada a su estado original.

Thor Heyerdahl murió hace 20 años, pero su legado científico sigue, sin embargo, vivo.

dpa

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