Ummu Salma Bava
Los cimientos del sistema multilateral actual fueron el resultado de la ecuación de poder planteada luego de la Segunda Guerra Mundial. ¿Puede esa arquitectura global soportar los cambios y las tensiones de esta era?
Los cimientos del sistema multilateral actual fueron el resultado de la ecuación de poder planteada luego de la Segunda Guerra Mundial y confirmaron la negociación política consiguiente. Ha habido un declive cada vez más pronunciado de la eficacia de estas instituciones, con una mayor variedad de actores y un incremento en la diversidad de métodos de cooperación formales e informales. Estos acontecimientos plantean un desafío para la supremacía del sistema de las Naciones Unidas, al tiempo que resaltan la forma en que se va desarmando la cooperación internacional. Las crisis en los acuerdos multilaterales existentes ya llevan dos décadas y hoy se han agudizado. Se han firmado menos tratados internacionales, hay países que se han retirado de los acuerdos y la crisis de la acción colectiva se profundizó aún más durante la presidencia de Donald Trump, quien buscó el unilateralismo y cuestionó las mismas instituciones que su país había creado junto con otras naciones. Incluso después de su participación en el acuerdo nuclear con Irán, el retiro estadounidense claramente debilitó los esfuerzos grupales para regular y monitorear la actividad nuclear.
En parte, la construcción de redes informales por fuera de la arquitectura existente de las instituciones formales y de su creciente fragmentación ha también debilitado el sistema de las Naciones Unidas. Esta expansión de la cultura de redes y diplomacia informal ad hoc no genera un resultado formal, es más bien un ejercicio limitado que sigue intentando restringir el proceso de toma de decisiones a un grupo reducido. Se puede sostener que el G-20 es una base ampliada de cooperación, aunque este argumento no se traduce todavía en un mandato global. La región indo-pacífica es otro ejemplo de un enfoque ad hoc y de la construcción de grupos en torno de intereses seleccionados, como el Diálogo de Seguridad Cuadrilateral entre Australia, la India, Japón y Estados Unidos (QUAD) y el pacto de seguridad trilateral entre Australia, Gran Bretaña y Estados Unidos (AUKUS). Que Australia y Estados Unidos sean parte de ambos grupos confirma que los Estados están protegiendo sus apuestas mediante la participación en varias agrupaciones para garantizarse la mejor posibilidad de influir a su favor en los resultados.
En conjunto con los cambios en el poder económico de los diferentes Estados, que están produciendo una creciente y compleja interdependencia, y con el surgimiento de actores no estatales por fuera del marco regulatorio, estos procesos están atrayendo la atención hacia la transformación de la naturaleza de la cooperación y la acción colectiva y hacia la noción de bienes públicos globales. La toma de decisiones se ha desconectado de los rápidos cambios observados en el terreno, como lo reveló el papel de la Organización Mundial de la Salud (OMS) durante la pandemia de covid-19. Se demostró que la salud representaba la prioridad más baja en la lista de bienes públicos globales, lo que dejó a grandes sectores de la población mundial aún sin recibir vacunas y vulnerables a la infección. Esto no solo resaltó la crisis de cooperación en medio de la pandemia, sino que además planteó preguntas fundamentales sobre la mejor plataforma para abordar los desafíos globales, construir cooperación, reducir los costos de transacción, crear estabilidad y minimizar la disrupción, dada esa creciente pluralidad de actores.
La aparición de múltiples centros de gravedad y teatros interconectados de confrontación, como se vio en primer lugar en la guerra en Ucrania, que colocó a Estados Unidos y Europa contra Rusia, y luego en la creciente confrontación entre Estados Unidos y China, todo apunta al hecho de que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se ha tornado más disfuncional, y los cinco miembros permanentes no parecen compartir la misma percepción política sobre la cooperación. El orden basado en reglas ha privilegiado a unos pocos Estados por encima de otros, lo que ha conducido a una desintegración de la confianza, la fiabilidad y la legitimidad.
La dispersión del poder económico, el cambio en el poder material de ciertos Estados y el aumento de los actores no estatales, en conjunción con el rol transformador de la tecnología, está produciendo la mayor disonancia y disrupción que se haya experimentado en la arena global. La incapacidad para abordar los cambios en el poder se muestra ante los importantes desafíos que plantean el cambio climático, la recesión global en el contexto de la pandemia, la migración y una interdependencia militarizada, todos fenómenos que requieren de una acción colectiva. Pero este cambio en el balance de poder no se refleja en la arquitectura institucional actual.
El sistema de las Naciones Unidas, y en particular el Consejo de Seguridad, que tiene la función de mantener la paz y la estabilidad, ha fracasado en emprender acciones contra los mismos Estados a los que confió un lugar en la mesa de honor y que violan el Estatuto. Ya sea Estados Unidos en Iraq o Rusia en Ucrania, más allá de las resoluciones, no se ha dado lugar a ninguna acción, lo que revela la debilidad de las instituciones. Un enfoque negociable sobre la violación o las transgresiones a la soberanía ha dado a los Estados poderosos impunidad para evitar el castigo por las violaciones a la ley. Cada variable de cooperación en el nivel internacional ha sufrido modificaciones debido a la guerra de Ucrania, que ha resaltado enfáticamente el retorno a la geopolítica y la articulación del interés nacional. La respuesta de la Unión Europea ha sido una exhibición selectiva de interés colectivo. La crisis actual es aún más aguda debido al surgimiento de interpretaciones divergentes sobre la guerra en Ucrania en Occidente y el Sur global. El retorno al equilibrio de poder y al creciente gasto militar confirma que el multilateralismo trabaja mejor cuando todos, sin distinción de poder e influencia, enfrentan las mismas consecuencias por violar los acuerdos. La base para la cooperación es la adhesión, sin excepciones, de todos los Estados al sistema multilateral, en tanto las excepciones debilitan el objetivo mismo de la acción colectiva.
El orden multilateral modelado al estilo occidental enfrenta en la actualidad el cuestionamiento de una China en ascenso que está utilizando su influencia económica para impactar en la globalización y cambiar el statu quo. Por otra parte, el modelo vigente de economía neoliberal y desigualdad en aumento ha resultado en una desconfianza creciente hacia las estructuras actuales. Las consideraciones geopolíticas divergentes, las percepciones políticas sobre los desafíos regionales en aumento y la priorización de los intereses nacionales han alterado los esfuerzos de cooperación en los ámbitos político, económico y de seguridad. A medida que las capacidades materiales de los Estados no occidentales crezcan, el desequilibrio de poder en la estructura actual se volverá más agudo. Del mismo modo, a medida que los costos de transacción de la cooperación se vuelven desparejos, se torna más visible una creciente resistencia política del Sur global. La arquitectura institucional actual es incapaz de lidiar con los cambios de poder y, en consecuencia, no puede satisfacer a los poderes emergentes o gestionar las transiciones del poder.
La guerra en Europa no es solo un retorno de la historia, sino que también se trata de la impugnación de ideas respecto a la creación y el mantenimiento de las instituciones y regímenes internacionales que definen la cooperación entre Estados y regulan su comportamiento. El desafío en curso ha puesto en primer plano que el liberalismo no es la reserva de Occidente. La idea de que el orden liberal está bajo amenaza también es una perspectiva promovida por Occidente para que el statu quo presente, que privilegia una visión particular de la colaboración global, pueda mantenerse. Hoy el multilateralismo se ha convertido cada vez más en un campo de batalla entre ideas sobre la cooperación. Cuál es la base conceptual correcta para la acción colectiva y la cooperación, una que sea inclusiva, equitativa y sin excepciones, es la pregunta más importante que está sobre la mesa.
Fuente: Progressive Post
Traducción: María Alejandra Cucchi para nuso.org