Por Verena Wolff (dpa)
Ya los vikingos apreciaban el efecto de las aguas termales de Islandia y también hoy en día, el ritual de muchos islandeses es nadar, relajarse y disfrutar de los aproximadamente 150 balnearios geotermales que se encuentran en el país insular de Europa del Norte.
Tan solo en la capital Reikiavik hay más de diez de estos balnearios, uno incluso directamente en el Océano Ártico.
En cualquier época del año y aún con el agua a muy baja temperatura, los nadadores se abren paso a través de la playa hasta el mar, vestidos con trajes de baño, gorros, guantes y zapatillas de neopreno.
«Adentro casi no se siente el frío», asegura un islandés que cada dos días se mete en las aguas en la Bahía de Nauthólsvík, en el sur de la capital, que llegan a alcanzar incluso temperaturas bajo cero. En el centro turístico, el agua fría del Océano Atlántico se mezcla con aguas provenientes de fuentes termales.
En la playa geotermal Nauthólsvík se creó además una laguna separada del mar abierto por grandes muros, cuya temperatura puede llegar a los 39 grados.
Hay piscinas termales en casi todos los pueblos de la isla, incluso en los más pequeños. Los «sundlaug», el nombre islandés de los baños termales, están abiertos todo el año, incluso en invierno. Y es precisamente, entre la nieve, el hielo y la oscuridad, cuando desarrollan su especial encanto.
Las piscinas geotérmicas de Reikiavik son una experiencia única para los turistas. La más antigua, Sundhöllin, construida en 1937, se encuentra a pocas calles al norte del paseo de Laugavegur.
Todas las piscinas están abiertas desde las 6:30 de la mañana hasta las 22:30. Sundhöllin fue diseñada por el conocido arquitecto Gudjón Samúelsson (1887-1950), quien también proyectó la vecina iglesia Hallgrímskirkja, probablemente el edificio más llamativo de la ciudad.
Sundhöllin cuenta con piscinas cubiertas y al aire libre, de 25 metros de largo y con 28 grados de temperatura. Hay además varias piscinas pequeñas de agua caliente, otra de agua helada, un sauna y un baño de vapor.
La piscina de Klébergslaug se encuentra al norte de la capital, directamente en la carretera de circunvalación que rodea la isla, y, al igual que Nauthólsvík, junto al mar.
En Ásvallalaug y Laugardaslaug se encuentran dos de las mayores piscinas termales de Islandia, de 50 metros cada una, mientras que Álftaneslaug tiene la única piscina con olas.
El baño en Seltjarnarneslaug, rico en minerales, es muy recomendable para las personas con problemas de piel.
Las piscinas en Islandia tienen pocos aditivos químicos y además todos los bañistas están obligados a ducharse con jabón y sin ropa de baño antes de darse un chapuzón. Lo que puede suponer una incomodidad para algunos turistas, es algo natural para los islandeses.
Ya de niños van a las piscinas con sus familias y las clases de natación son obligatorias en el colegio. Mayormente de mañana, las piscinas en los baños termales están abiertas para los escolares.
En la playa geotermal de Nauthólsvík, que además del amplio mar tiene dos piscinas de agua caliente, no se cobra la entrada entre mediados de mayo y mediados de agosto, justo a tiempo para el sol de medianoche.
Nadar en una de estas piscinas es bastante accesible en Islandia, teniendo en cuenta el alto costo de vida en general. Pagan entrada las personas entre seis y 66 años: el precio por adulto es de 1.060 coronas islandesas (ocho dólares), mientras que un pase con diez baños cuesta algo menos de 5.000 coronas (unos 38 dólares).
La natación es una parte fundamental de la cultura y tradición de Islandia y sus 350.000 habitantes. En lugar de ir a un restaurante o a un pub, los islandeses discuten los acontecimientos de la vida cotidiana y del mundo dentro del agua cálida.
«Los islandeses no tienen fama de ser muy habladores. Pero el agua caliente los convierte en criaturas sociales», señala Sigrídur «Sigga» Vala Finnsdóttir.
Sigga trabaja para Dive.is, que organiza salidas de buceo y snorkelling a través de un afluente del lago Thingvellir en el parque nacional del mismo nombre. En la Falla de Silfra, donde se divide la placa norteamericana y la euroasiática, probablemente se pueda vivir la experiencia de baño más insólita y fría de Islandia.
El agua cristalina tiene exactamente dos grados centígrados durante todo el año y para no sufrir una hipotermia a los pocos minutos es necesario contar con la ropa y el equipo adecuado. «El agua viene del glaciar y corre por la roca volcánica durante siglos», explica Sigga.
Los islandeses celebraron su primer Parlamento en el Parque Nacional de Thingvellir hace más de mil años. No se sabe si en aquella ocasión también entraron en las aguas frías de Silfra.
Dagny Pétursdóttir es la directora del Sky Lagoon, un nuevo spa geotermal situado en el puerto de Kársnes, a pocos kilómetros del centro de Reikiavik. Cuenta que, según la leyenda, los primeros parlamentarios se metieron en el agua cálida.
El edificio del spa es minimalista y está situado al final de una larga carretera que atraviesa una zona industrial. Un artesano de la isla se encargó de la construcción del muro exterior de hierba y turba, tal como también construían sus casas los islandeses.
El interior del edificio es elegante y oscuro. La caminata desde los vestuarios hasta las aguas termales lleva a través de rocas de lava de color gris oscuro y tras unas cuantas vueltas aparece de pronto la piscina infinita con vista al Atlántico Norte.
Como alguna vez lo hicieran los vikingos, los lugareños y los turistas pueden disfrutar en cualquier época del año de baños termales pequeños y grandes, de gestión pública o privada, o simplemente nadar en ríos cálidos o en piscinas insertadas en la naturaleza.
Pero incluso pueden hacerlo en un lugar llamado Viti, que significa infierno en islandés. En el interior de un cráter hay un estanque de unos 150 metros de diámetro rico en minerales y con una temperatura de 25 grados.
Si bien llegar allí requiere cierto esfuerzo porque hay que subir un camino empinado, la experiencia de nadar luego en la piscina natural más grande de Islandia es inigualable.
dpa