Harold Meyerson
Una de las opiniones más extrañas expresadas por los defensores republicanos de Donald Trump durante el debate de hoy sobre la resolución relativa al “impeachment” era que los demócratas tenían el descaro de querer procesar a Trump dos veces. No bastaba con haber intentado el “impeachment” por condicionar la ayuda a un país extranjero [Ucrania] a la voluntad de ese país de difamar a Joe Biden (en aquel entonces su probable oponente demócrata), sino que ahora los demócratas iban a por él ¡por segunda vez! ¡Imagínense!Es un argumento interesante que, de llevarse a su lógica conclusión, significaría que ninguna carrera criminal podría verse sometida a juicio más que por su primer delito. Pero este fue apenas el argumento más ridículo que esas damas y caballeros, distinguidos bobos, presentaron hoy en la sede del Congreso.
Lo más nauseabundo, y lo que se escuchó más comúnmente, fue que el país necesitaba unidad y que los demócratas andaban, por lo tanto, perturbando esa calma cósmica. Eso fue en buena medida lo substantivo de la presentación del líder republicano [en la Cámara], Kevin McCarthy, Era este el mismo Kevin McCarthy que votó por revocar el voto popular de Arizona y Pensilvania la semana pasada, el mismo Kevin McCarthy que insistió en que Trump había ganado las elecciones cuando las había perdido clara y decisivamente, el mismo Kevin McCarthy que, así pues, ayudó a crear el espacio político para que sus colegas republicanos persistieran en la cháchara de esas falsedades hasta el punto de que también ellos incitaron a la turbamulta que asaltó el Capitolio la semana pasada. Trump, por supuesto, no fue el único en su incitación: se le sumaron cientos de cargos electos republicanos en todos los niveles de gobierno, y una masa crítica de matones de los medios de comunicación de Rupert Murdoch y de su voluble y sediciosa especie.
Los republicanos se opusieron también a la rapidez del procedimiento, a la ausencia de testigos convocados ante los comités, como si no existiera la retransmisión del discurso de Trump a sus seguidores el pasado miércoles [6 de enero] ordenándoles dirigirse al Capitolio. Pero ya pueden dar gracias los republicanos de que no se convocara a testigos, porque si los llegan a llamar, McCarthy habría sido convocado por la parte fiscal. Se ha informado de que él y Trump se enzarzaron en una llamada telefónica a gritos mientras la turbamulta circulaba por el Capitolio, con McCarthy rogándole a Trump que los parase y Trump negándose a hacer tal cosa. Habría sido interesante oír el testimonio de McCarthy acerca de esa llamada. Uno de los republicanos de la Cámara que votó a favor del “impeachment” citó la negativa de Trump a desconvocar a la turba como factor decisivo en su voto. Si acaso, que Trump declinara decirle a sus seguidores que cesaran en su asalto al Congreso resulta todavía más una violación prima facie de su juramento que su incitación a asaltarlo primero.
El aspecto de los acontecimientos de las últimas 24 horas que se presta a una sabrosa especulación es la conducta de Mitch McConnell, que ha ido dando a entender que bien podría votar por condenar a Trump cuando llegue el “impeachment” al Senado. Resulta difícil evitar la conclusión de que McConnell considera a Trump responsable de las derrotas republicanas en las elecciones senatoriales de Georgia y, por tanto, de la pérdida del Senado para los republicanos y de su propia degradación a líder de la minoría. Es también razonable sospechar que McConnell cree que Trump seguirá desbaratando a los republicanos en 2022 y 2024, y quién sabe cuánto tiempo más si continúa proyectando su sombra sobre el partido, mucho menos si es candidato presidencial en 2024. En caso de que Trump fuese condenado por el Senado, por supuesto, no puede ser candidato; una consumación, tendrá McConnell la esperanza, sinceramente deseada.
Los republicanos, tal como ha escrito mi colega Bob Kuttner, volverán sin duda a unirse en oposición a cualquier cosa que proponga el presidente Biden, pero el desgarrón que se ha abierto en el Partido no será fácil de remendar, sobre todo si los trumpistas desafían en las primarias a los republicanos que salten del barco de Trump, y si los republicanos que se queden con Trump pierden la reelección en estados y distritos competitivos. Lo cual sería maravilloso: se trata de un partido que merece hacerse pedazos.
Harold Meyerson sido columnista del diario The Washington Post y editor general de la revista The American Prospect. Considerado por la revista The Atlantic Monthly como uno de los cincuenta columnistas más influyentes de Norteamérica, Meyerson es además vicepresidente del Comité Político Nacional de los Democratic Socialists of America.
Fuente: The American Prospect
Traducción: Lucas Antón para sinpermiso.info