EL MONSTRUO DE LOCH NESS │ Desconocido, 1934
SI LA JIRAFA nunca hubiera existido, tendríamos que inventarla. Nos aburrimos de lo improbable pero real y buscamos lo imposible. Así ocurre con la foto de lo que se decía que era el monstruo del lago Ness, supuestamente tomada por el médico británico Robert Wilson en abril de 1934. Sin embargo, Wilson había sido contratado para encubrir un fraude anterior del cazador Marmaduke Wetherell, enviado a Escocia por el Daily Mail de Londres para cazar al monstruo. Como no había monstruo que cazar, Wetherell se trajo fotos de huellas de hipopótamo que, según él, pertenecían a Nessie. El Daily Mail se dio cuenta y desaconsejó a Wetherell, que regresó al lago con un monstruo hecho con un submarino de juguete. Él y su hijo utilizaron a Wilson, un respetado médico, para dar credibilidad al engaño. El mal perdura; la reputación de Wilson, no.
La imagen del lago Ness es una especie de piedra angular para los teóricos de la conspiración y los buscadores de fábulas, al igual que la imagen absolutamente auténtica de la famosa cara de Marte tomada por la sonda Viking en 1976. La emoción de aquel hallazgo sólo duró hasta 1998, cuando la sonda Mars Global Surveyor demostró que la cara era, como dijo la NASA, una formación topográfica, que para entonces casi había sido arrastrada por el viento. Éramos inocentes en aquella época, antes del Photoshop. Ahora sabemos más y no nos fiamos de nada. El arte de la falsificación ha avanzado, pero su encanto, como el del rostro marciano, ha desaparecido.
Basado en un especial de la revista Time