Huelga en La Catalina

Política entre bastidores

Manuel Carballo Quintana

Manuel Carballo

El Centro de Estudios Democráticos de América Latina (CEDAL) cumple el año en curso 55 años de existencia. Los primeros cuarenta años tuvo el apoyo financiero de la Fundación Friedrich Ebert (FES) de Alemania. Ese patrocinio le dio a CEDAL una dimensión internacional que abarcó a todos los países de la América Latina, desde Argentina hasta México. De todos esos países llegaron representantes a formarse en el bucólico campus de La Catalina como dirigentes políticos, sindicales, cooperativistas, comunalistas, de juventud y ambientalistas. En los registros de CEDAL se cuentan más de 30 personalidades que acudieron a CEDAL en distintas oportunidades como estudiantes/participantes o profesores/expositores y que eran o llegaron a ser Presidentes, Jefes de Estado y mandatarios en sus respectivos países. Sólo para citar algunos, podemos mencionar a Willy Brandt, Canciller de Alemania; Fernando Henrique Cardoso, Presidente de Brasil; Jaime Paz Zamora, Presidente de Bolivia; Julius Nyerere, Presidente de Tanzania; Sergio Ramírez Mercado, Vicepresidente de Nicaragua.

Se llevaban a cabo seminarios internacionales para tratar problemas estructurales de América Latina y temas propios del interés de los partidos políticos, sindicatos y cooperativas: economía popular, educación, organización partidaria, financiamiento político, y una amplia temática en la formación de líderes para las organizaciones contraparte de CEDAL. A estos encuentros internacionales concurrían dirigentes de todo el Continente.

En una oportunidad, al finalizar la extenuante jornada diaria de un Seminario Internacional de Partidos Políticos convocado para intercambiar experiencias en materia de educación política, organización y financiamiento partidario, un pequeño grupo de participantes latinoamericanos, indudablemente los más bohemios, se trasladó a San José a conocer la ciudad de noche y se quedaron de farra recorriendo la antigua Soda Palace y La Esmeralda, capital de los bohemios. Cantaban al son de las guitarras de los tríos y ahí armaron la fiesta hasta altas horas de la noche. A su regreso venían algo “alegres” y con hambre voraz, pues en La Catalina habían cenado a las seis de la tarde.

Al día siguiente, nos encontramos con el personal de la cocina y el guarda de seguridad con “caras largas” y evidentemente enojados. Al preguntar qué sucedía, respondieron que estaban en huelga y no había desayuno para los estudiantes. La razón, el día anterior, al ser casi la una de la madrugada, los del grupo que estuvo en San José inmovilizaron al guarda, violentaron la puerta de la cocina en busca de alimentos, y lo único que encontraron fue salchichón, que les permitió aplacar su apetito.
Tenían razón los del personal de CEDAL en declarar la huelga. Se sentían ofendidos y exigían sanción para los responsables. Reunimos al curso entero, les explicamos la situación y las consecuencias que se estaban dando. Todo era un misterio. Ni una palabra de parte de ellos, nadie abrió la boca. Ni el hambre por falta de desayuno los hizo hablar.

Al cabo de una hora, dos participantes extranjeros se acercaron a mi oficina, asumieron la responsabilidad de lo sucedido la noche anterior, dieron explicaciones y presentaron sus excusas. Había tenido su cena en La Catalina a las 6 de la tarde, pagaron taxi ida y vuelta a San José, tomaron algunas copas y no les alcanzaba el dinero para comer en San José. Reconocieron que hicieron mal y pidieron perdón por lo actuado.

Para nosotros eso no era suficiente y les recomendamos que se reunieran con el personal de La Catalina, para los mismos efectos. En la sala principal de conferencias nos reunimos los 26 compañeros de trabajo de CEDAL. Reiteradamente pidieron disculpas y perdón, y asunto arreglado. Estrecharon manos y hubo muchos abrazos, pues después de cinco días habían hecho amistad entre ellos.
A este incidente en La Catalina algunos lo bautizaron con humor como “la huelga del salchichón”.

Esta pequeña historia no tendría ninguna trascendencia si no fuera porque los dos responsables confesos de liderar la revuelta fueron Alan García Pérez, quien tres años después se convirtió en Presidente Constitucional de Perú, habiéndosele reelegido en una segunda oportunidad; y Raúl Baca Carbó, posteriormente Presidente del Congreso Nacional de Ecuador, durante el periodo presidencial de Rodrigo Borja. Alan García estuvo en La Catalina como representante del APRA (Alianza Popular Revolucionaria de América); Raúl Baca representando a la Partido Izquierda Democrática.

La Soda Palace cerró en 1999. En razón de ello, el periódico La Nación, al publicar la noticia, agregó: “Uno de los últimos que con su guitarra y un coro de improvisados cantantes expuso su «arte» -tangos y rancheras- fue, en 1988, -siendo Presidente de Costa Rica don Oscar Arias Sánchez-, el entonces presidente de Perú, Alan García, en una primera estación en su ruta hacia ´La Esmeralda´, lugar habitual y cercano de los trasnochadores josefinos”.

Esta segunda visita del Presidente Alan García Pérez no tuvo nada que ver con CEDAL y La Catalina.

La Catalina

Estos apuntes no tienen ninguna pretensión literaria; son la narración de simples hechos reales poco conocidos que al cabo del tiempo se convierten en históricos.

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