Hoatzin: al ave más extraña del mundo le huele mal el aliento


Ejemplar de hoatzin.
Shutterstock / Tomas Drahos

Ramón Muñoz-Chápuli Oriol, Universidad de Málaga

Vale, puede que el hoatzin no obtuviera el título de “ave más extraña del mundo” en un campeonato, pero debería estar entre las tres finalistas, a pesar de su halitosis.

El hoatzin (Opisthocomus hoazin) habita pantanos y ríos de la región orinoco-amazónica, y acumula características únicas y sorprendentes, tanto para los observadores, como para los científicos. El hoatzin es un verdadero quebradero de cabeza para los expertos en filogenia aviar. Hasta ahora, no ha sido posible determinar con precisión sus relaciones de parentesco con otras aves.

El hoatzín (Opisthocomus hoazin).
Rodrigo Mariaca. CC BY-SA 4.0, Author provided

El hoatzin es un ave de apariencia muy singular. Tiene el tamaño de un faisán, (60 – 89 cm el macho adulto, 50 – 63 cm la hembra adulta). Sus colores variados, su larga cola, una cresta áspera y un rostro de color azul, en el que destacan dos ojos rojos, ofrecen un espectáculo visual.

Su alimentación no es menos llamativa. El hoatzin se alimenta de hojas tiernas y brotes. Esto no es excepcional, pero sí que fermente su alimento en el buche antes de ingresarlo al estómago. Las bacterias anaeróbicas del buche digieren la celulosa y la transforman en glúcidos. Esto es justo lo que hacen las vacas y otros rumiantes, que también fermentan su alimento en compartimentos del esófago.

La “pava hedionda”

El buche del hoatzin ocupa un gran volumen de su cavidad torácica. Esta hipertrofia se hace a costa del gran esternón característico de las aves. El suyo es pequeño, con una quilla muy reducida, y está fusionado a otros huesos de la cintura pectoral. La quilla esternal es esencial para la inserción de los músculos pectorales que accionan las alas, permitiendo que un ave pueda volar.

Tamaños relativos de esternón y buche en las aves en general (arriba) y en el hoatzín (abajo)
Author provided

Un gran buche como el del hoatzin, con la consiguiente reducción del esternón, perjudica mucho sus capacidades voladoras, que son muy escasas, y le confiere otra desagradable propiedad, una halitosis permanente. ¡El aliento de este pájaro apesta! No en vano se le conoce en Colombia como “pava hedionda”.

Los hermanos se cuidan entre ellos

La reproducción del hoatzin también es peculiar, ya que forman colonias cooperativas para criar sus pollos. Esto lo hacen también algunas especies de cucos americanos, que depositan los huevos en nidos comunales, pero es muy infrecuente.

La colonia reproductiva está formada por una pareja y hasta seis “ayudantes” que suelen derivar de puestas anteriores de la pareja. Los ayudantes colaboran en la incubación, la alimentación de los pollos (sus hermanos pequeños) con el producto fermentado de sus buches y la defensa de la colonia. Las hembras suelen permanecer menos tiempo que los machos en la “familia”, ya que marchan pronto para establecer otra colonia.

Garras como las de Archaeopteryx

Los nidos del hoatzin se localizan sobre el agua por una importante razón. Si los pollos se ven amenazados, saltan del nido al agua, nadan con gran habilidad y vuelven a trepar a los árboles gracias a las garras que tienen en las alas. En las aves en general estas garras se perdieron en el curso de la evolución, pero los pollos del hoatzin las mantienen en el extremo de dos dedos bien desarrollados. Este patrón de los dedos en los jóvenes hoatzines recuerda al de Archaeopteryx, un género extinto de aves primitivas, con caracteres intermedios entre los dinosaurios emplumados y las aves modernas.

Esqueleto del ala del joven hoatzín (izquierda). Los dedos 1 y 2 están bien desarrollados y portan garras en su extremo. Puede compararse esta disposición con la típica de las aves (derecha, arriba) y con la de Archaeopteryx (derecha, abajo)
imagen tomada de Parker, 1891, Author provided

El mecanismo que emplean para trepar es típicamente cuadrúpedo, lo cual también es excepcional en las aves. De hecho, en las aves se produce un desacoplamiento de la coordinación locomotora de forma que las alas se mueven sincrónicamente mientras que las patas actúan de forma independiente. Los pollos del hoatzín, en cambio, mueven sus cuatro miembros de forma coordinada, como los cuadrúpedos.

Movimientos del joven hoatzín trepando por el tronco de un árbol. El patrón de coordinación de los miembros anteriores y posteriores es típicamente cuadrúpedo.
Abourachid et al. (2019) CC BY-SA 4.0, Author provided

Todas estas características apoyan la candidatura de hoatzin al ave más extraña del mundo. Pero hay más, en especial su enigmática posición en la filogenia de las aves.

La gran incógnita: los parientes del hoatzin

Hay estudios llamativamente contradictorios acerca de la relación de parentesco entre el orden al que pertenece esta especie (Opisthocomidae) y los otros órdenes de aves.

A partir de estudios, sobre todo moleculares, se ha relacionado al hoatzin, entre otros grupos, con los chotacabras y con los limícolas, chorlitos y similares. Un estudio recientemente publicado reconoce la extrema dificultad de situar al hoatzin en la filogenia de las aves, ya que diferentes tipos de datos genómicos resultan en diferentes hipótesis de parentesco.

El estudio, tentativamente, propone la cercanía a los limícolas y las grullas, pero con muchas dudas. Lo que parece más o menos claro es que se trata de un linaje muy antiguo, con posible origen en el Paleoceno, a principios de la era terciaria, hace unos 60 millones de años.

El registro fósil apoya esto, ya que se han encontrado fósiles similares al hoatzin (Onychopteryx) en el Eoceno inferior de Sudamérica (unos 50 millones de años antes del presente).

Lo que sí podemos descartar hoy es la idea que circuló a finales del XIX de que el hoatzin era nada menos que el “eslabón perdido” entre Archaeopteryx y las aves modernas. De todas formas, los enigmas del hoaztin siguen en primera línea del debate científico. Desde luego, tiene mi voto como ave más extraña del mundo.The Conversation

Ramón Muñoz-Chápuli Oriol, Catedrático de Biología Animal (jubilado), Universidad de Málaga

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

The Conversation

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