Por Christoph Driessen (dpa)
Colonia, 1 jun (dpa) – ¿Más de 300 mujeres que reconozcan haber abortado? El editor consideraba muy improbable poder reunir ese número. Pero se logró y el 6 de junio de 1971 apareció la quizás más famosa portada de la revista alemana «Stern» con el título: «¡Hemos abortado!».
La periodista Alice Schwarzer considera que aquel momento, del que se cumplen 50 años, fue el hito fundacional del movimiento feminista de Alemania.
La creadora de la revista «Emma», hoy de 78 años, trabajaba por entonces como corresponsal en París y estaba involucrada en el movimiento feminista francés.
La revista semanal liberal de izquierda «Le Nouvel Observateur» había publicado el 5 de abril de 1971 la declaración «Yo aborté» firmada por 343 mujeres.
Entre las que suscribieron aquella histórica portada estaban la escritora Simone de Beauvoir y la actriz Catherine Deneuve, en una acción que alcanzó atención mundial.
Poco después, el redactor Jean Moreau llamó a Schwarzer y le contó que una revista alemana llamada «Jasmin» quería repetir la acción en Alemania pero que él tenía la sensación de que en realidad había un objetivo comercial detrás de la iniciativa.
¿Qué se podía hacer al respecto? Schwarzer llamó de inmediato a «Stern» y le consultó: «Si les proporciono unos 300 nombres, entre ellos la obligada docena de famosas, ¿’Stern’ se sumará y estará dispuesta a publicarlo de forma política?»
El jefe de redacción responsable accedió inmediatamente, aunque dudaba de que tantas mujeres se atrevieran a hacerlo público. Al fin y al cabo, el aborto estaba castigado con hasta cinco años de cárcel por entonces en Alemania.
Consiguió animar a tres grupos de mujeres de Fráncfort, Múnich y Berlín a participar. Cerca de la mitad de las 374 firmas que se reunieron en las tres semanas siguientes procedían no obstante simplemente de amigos, vecinos, hijas y madres. «Y cuando entonces apareció ‘Stern’ fue una bomba, algo que hoy no se puede imaginar», relata.
Schwarzer analiza hoy aquella publicación como la «chispa que encendió el movimiento femenino». Decenas de miles de personas, dice, mostraron su solidaridad en las semanas siguientes y de repente los temas de la mujer se incluyeron en la agenda.
«Hasta el día de hoy, admiro a esas 373 mujeres que pusieron en marcha las cosas», dice Schwarzer, que fue una de las 374 firmantes.
Tiempo después se supo que ni Schwarzer ni algunas otras mujeres no se habían sometido jamás a un aborto, pero que habían firmado por solidaridad.
En 1974, el Bundestag (Cámara baja) aprobó por una estrecha mayoría legalizar el aborto hasta la duodécima semana.
«Hasta el día de hoy me molesta mucho la actitud del canciller Willy Brandt. Abandonó la sala en el momento decisivo de la votación. Más tarde dijo que había sido un hijo natural, y que si se hubiera permitido abortar, tal vez nunca hubiera existido. Yo también soy hija natural, pero ese pensamiento nunca se me habría ocurrido».
Voces cercanas a la Iglesia católica acusan a Schwarzer de haber propagado y facilitado el aborto en Alemania. Pero ella opina lo contrario.
«Entonces abortaban un millón de mujeres al año solo en la República Federal de Alemania. Hoy en toda Alemania son cerca de 100.000. Se puede decir entonces que nadie ha hecho tanto en contra del aborto como las feministas», afirma.
«Al fin y al cabo, es gracias a nosotras que las mujeres se volvieron más seguras de sí mismas, más ilustradas, más independientes económicamente. Y por eso, tenían menos probabilidades de quedarse embarazadas sin querer», agrega.
Schwarzer atribuye además a la continua presión de la Iglesia católica el hecho de que el aborto siga siendo fundamentalmente punible en Alemania, que solo no sea punible en determinadas condiciones.
«Es una ley a medias que además puede volver a interpretarse de forma más estricta en cualquier momento», opina.