Ana Quirós
Hoy 26 de noviembre de 2024 cumplo 6 años de haber sido desnacionalizada, apresada y expulsada de la tierra que escogí para vivir y luchar por ella. Ese día, una vez cambió mi vida y la de mi familia. Fue un día tenso, doloroso, de mucho temor e incertidumbre. Pero también y no lo he dicho suficiente, un día de mucho amor, de cariño, de solidaridad y de sentirnos acompañadas. Sin ese amor, la experiencia hubiera sido casi imposible de sobrellevar.Me acompañaron decenas de hermanas, amigas, colegas de lucha que estuvieron conmigo, que me escucharon y me abrazaron hasta el último momento, antes de ingresar a Migración y ser llevada al Chipote. Estuvo conmigo siempre el colectivo del CENIDH, el MAM, las feministas y hermanas de mil batallas.
Incluso en El Chipote, me acompañaron hermanas que no conocía personalmente, me acogieron en la celda a la que me llevaron, me abrazaron y compartieron conmigo lo poco que tenían. Ese gesto siempre me quiebra la voz. Ellas no tenían nada y me dieron aunque sabían que les haría falta.
Frente a las agresiones de las funcionarias y los guardias, esos gestos se convertían en un bálsamo que me cubriría por todo ese duro caminar.
Nunca llegar a Peñas Blancas me había dado tanto alivio. Ver cuando demandaron a las autoridades ticas que les firmaran un acta de entrega, como si yo fuera un fardo, me hizo caer en la cuenta de lo ridículos que son.
Para nosotras, no había pasado todo. Tres días después nos quitaban nuestra organización que tenía ya 35 años de sobrevivir, CISAS, dándonos una distinción como primera personería cancelada, que se sumó a ser la primera herida, la primera desnacionalizada, la primera expatriada.
Pero nunca paré de decirlo, todo eso fue posible sobrevivirlo por esos abrazos que recibí, ese cariño que me expresaron, ese último beso que me dio nuestra hermana del alma que nunca volvería a ver pero no dejo de extrañar, la Maga, la malbozaleada, la Magaly Quintana.
Igual tengo que agradecer a quienes en Costa Rica me esperaban con los brazos y el corazón abiertos, a mis amigas y amigos de colegio, a las feministas, a colegas que tuvieron que salir de Nicaragua antes que yo, a mi familia.
Todo eso nos permitió no sólo sobrevivir, sino también seguir comprometidas con la lucha por la libertad de Nicaragua y volver a empezar, surgiendo de las cenizas para abrir nuestras alas y alzar vuelo nuevamente.
Mi eterno agradecimiento a quienes me han acompañado en este proceso. Nunca podré agradecerles suficiente. Sin ustedes, quién sabe qué hubiera sido de mí.
26 de noviembre de 2024.