Camilo Rodríguez Chaverri
No es usual que un periodista hable bien de un funcionario público. Eso me cae mal. No me gusta la idea de que debemos señalar únicamente lo malo, lo erróneo, lo cuestionable.
Quiero escribir bien de un funcionario que me ha demostrado un gran trabajo.
Se trata del ministro de Salud, Dr. Fernando Llorca Castro.
Es de origen catalán. Es sobrino en segundo grado del legendario Ricardo Saprissa. Creció viendo un caso familiar de emprendedurismo.
Se hizo médico como su padre, quien dejó un gran legado de servicio como profesional.
Pudo hacerse médico gracias al esfuerzo económico de su madre.
Hizo su año de servicio social en Dos Ríos de Upala, en unas condiciones que no eran aceptadas por otros profesionales. Dormía en la casita incómoda que tenía la comunidad para el médico.
Incluso se quedó más tiempo. Ayudó en la apertura de instalaciones adecuadas para recibir servicios de salud.
Conoce a plenitud esa zona, Dos Ríos, Birmania, Buenos Aires…
Después trabajó en la zona marginal de Tejarcillos de Alajuelita, el cantón más conflictivo del país.
Eso lo marcó. Recuerdo que hace poco le hice una entrevista para un libro de semblanzas a médicos, de una colección de más de veinte libros a médicos que he hecho con la Unión Médica Nacional. Lloró contándome la historia de un niño agredido en Tejarcillos de Alajuelita. Esa historia me conmovió.
Después de su trabajo en el país, estudió y trabajó en España y Reino Unido. Creció profesionalmente. Tuvo cargos muy altos en distintos empleos, siempre como médico.
Empezó a escribir en La Nación unos extensos artículos sobre temas de salud, vastos y muy ricos.
El presidente Solís se lo trajo de Reino Unido para ser viceministro. Luego, la vida, el destino y el presidente lo pusieron al frente del Ministerio de Salud.
Ha hecho un trabajo prudente y muy serio en cuanto a los peligros que corre la salud pública ante el dengue, el zika y el chikungunya.
Pero donde me he encontrado de cerca con él y lo he visto actuar diligentemente es ante una denuncia de contaminación por malos olores y peligro de contaminación de aguas de la quebrada Valverde y el río Poró, en Grecia, presuntamente por una planta procesadora de pollos, que tenía permiso para matar y procesar cuatro mil pollos por día y estaba matando hasta 28 mil pollos.
Hemos estado investigando el tema desde el ámbito municipal, porque hay presuntas irregularidades en permisos de construcción, y desde el ámbito de la salud pública.
El ministro de Salud, Dr. Llorca, siempre nos ha atendido, y ha sido severo y muy crítico hasta de su ministerio en el manejo de la situación.
Ya ordenó el cierre de la planta de tratamiento de las aguas de esa procesadora de pollos. No le tembló el pulso para hacer uso de su autoridad.
Eso es lo que uno quiere de un funcionario público: que haga su trabajo, y que lo haga bien.
Sin duda que han sido fundamentales otras personas, entre ellos, el diputado Rafael Ortiz Fábrega, presidente de la Asamblea Legislativa, de quien he escrito varias semblanzas y espero escribir más; así como Abelino Esquivel y Edgardo Araya, diputados que forman parte de la Comisión Especial de Asuntos Ambientales, y los diputados alajuelenses Michael Arce y José Alfaro.
Necesitamos a muchos funcionarios como este ministro de Salud para detener tanto abuso contra nuestros ríos y nuestras nacientes.
– Escritor y periodista