Manual para rehacer una ciudad pulverizada y sin recursos
José Ygnacio Pastor Caño, Universidad Politécnica de Madrid (UPM)

Decían los viejos canteros de las logias masónicas que toda piedra recuerda su catedral. En Gaza, cada grano de polvo recuerda una casa. El viento, que no entiende de política, levanta ese polvo por las avenidas colapsadas; y nadie imagina una hormigonera paciente, dispuesta a devolverle a la arena su forma de muro, patio o escuela.
¿Cuánto se destruyó?
Las cifras son, sencillamente, sobrecogedoras: la cartografía satelital de UNOSAT de agosto identifica más de 102 000 estructuras destruidas, 17 421 severamente dañadas y 41 895 afectadas. Conjuntamente, la fracción alcanza dos tercios del terreno edificado, con picos del 84–92 % en Beit Hanoun, Shujaiya, Khan Younis y el norte de la ciudad de Gaza. El coste de reconstrucción en vivienda, agua, salud y educación supera los 70 000 millones de dolares, según datos de la ONU/UNDP.
Los escombros tampoco son metáfora: con más de 50 millones de toneladas de escombros que contienen entre un (5 % y un 10 % de las bombas lanzadas que no detonaron, lo que agrava la complejidad del reciclaje de materiales.
Tras la perplejidad inicial, la cuestión deja de ser poética y se vuelve urgente: reconstruir con lo que queda sin repetir errores pasados.
Eeconstrucción rápida, ecológica, sostenible y barata
Toda reconstrucción sostenible exige una secuencia clara de acciones. En Gaza, el proceso podría dividirse en tres fases principales:
Seguridad: despeje de accesos, trabajos de cartografía y neutralización de UXO (siglas en inglés de “municiones sin explotar”), es decir, bombas o proyectiles que no detonaron al impactar y permanecen entre los escombros. Además, requiere crear zonas de acopio segregadas y controlar el polvo, reduciendo las partículas que dañan la salud.
Planta de escombros: aquí se separan metales, se trituran y lavan los hormigones y se eliminan contaminantes, registrándose origen y calidad.
Fabricación rápida: reacciones químicas entre polvos ricos en sílice y aluminio, activados con soluciones alcalinas y curados a baja temperatura.
Para garantizarían la eficacia y transparencia precisamos cinco decisiones clave: normas de árido reciclado (materia prima secundaria obtenida de escombros); mezclas de cementos de bajo carbono (LC3), menos contaminantes; sistemas autónomos de agua y energía; métricas simples de control (€/m², m²/día y emisiones de CO₂); y prioridad a los equipamientos básicos.
Convertir ruina en materia prima
Los escombros, lejos de ser un desecho, pueden transformarse en recursos si se tratan con técnicas modernas de circularidad:
-
Áridos: el árido es arena y grava. El hormigón triturado puede utilizarse para sustituir del 30 al 100 % de la grava.
-
Cementos: compuestos principalmente por clinker, mezcla de caliza y arcilla calentada a más de 1.400 °C que forma los pequeños granos que vemos en los sacos de cemento. Producir una tonelada libera unas 0,8 y 0,9 toneladas de CO₂. Utilizando impresión 3D de hormigón, la literatura científica muestra reducciones del 20-40 %, según las formulaciones, manteniendo la resistencia.
-
Geopolímeros de CDW: restos en polvo pueden transformarse en un “cemento alternativo” sin clínker, mezclándolos con activadores suaves, para fabricar bloques y paneles resistentes con menor impacto ambiental.
-
LC3: esta formulación moderna limita el uso de clínker (sustituyéndolo por arcilla calcinada y caliza), reduce la liberación de CO₂ hasta el 40 % y mejora la resistencia a cloruros y sulfatos. Estos últimos provocan la corrosión del acero de refuerzo al romper la capa protectora del hormigón y causan la degradación y expansión del propio hormigón. Un caso exitoso de utilización de LC3 es el aeropuerto de Noida, en India.
-
Materias primas: se pueden usar arcillas y calizas locales de baja pureza, evitando costosas importaciones y simplificando la logística.
-
Prefabricados de montaje rápido: losas alveolares, paneles sándwich con núcleo de árido de hormigón reciclado (RCA) y pequeñas cerchas de acero recuperado.
-
Impresión 3D: permite construir muros, aulas o depósitos con una boquilla robótica, sin encofrado ni moldes, lo que acelera y abarata la obra. También integra conductos y oquedades para instalaciones.
Implicaciones para la reconstrucción y para la paz
El escombro como recurso cambia la economía política de la ayuda: implica menos divisas para importar áridos y cemento, más empleo local, trazabilidad pública –registro transparente, en tiempo real y preciso, de cada acción y decisión– y plazos mensurables.
La Evaluación Rápida Provisional de Daños y Necesidades (IRDNA), realizada conjuntamente por Naciones Unidas, la Unión Europea y el Banco Mundial, cifraba en 2024 el desempleo en la Franja de Gaza en casi un 80 %. Poner en marcha “plantas” locales de reciclaje y prefabricado, que transformen los escombros en nuevos materiales de construcción, permitiría crear un tejido productivo propio, con empleo, formación y capacidad técnica.
Más allá de la palabra “verde” en una tierra estéril
Desde el punto de la sostenibilidad ecocológica, estos son los posibles abordajes:
-
CO₂: LC3 y geopolímeros disminuyen sustancialmente el consumo de clínker y energía.
-
Agua: los geopolímeros reducen el curado hídrico, mientras que el 3DCP (impresión 3D de hormigón) minimiza lavados y encofrados (moldes para dar forma al hormigón fresco).
-
Resiliencia costera: El LC3, que resiste cloruros y sulfatos, es vital frente a la intrusión marina y las aguas salobres.
-
Agricultura: exige geotextiles y gaviones (estructuras de cestas de malla metálica rellenas de piedras) de árido reciclado para controlar la erosión y drenaje de suelos salinizados. La superficie agrícola dañada alcanza un 84 % en el norte y altos valores en el resto.
¿Qué infraestructuras son prioritarias?
La materia destruida vuelve a levantar la ciudad, cumpliendo la metáfora inicial de que la materia tiene memoria:
-
Vivienda modular incremental y edificios escolares y sanitarios (76,6 % con impacto directo) prefabricados mediante impresión 3D de hormigón.
-
Redes de agua y saneamiento: anillos de tubería de polímero reforzado y pozos de infiltración impresos en 3D.
-
Viales y drenaje: subbases (capa de material que se coloca entre el suelo y la capa principal de un pavimento), firmes con árido reciclado estabilizado y alcantarillas impresas.
-
Energía: microrredes solares con almacenamiento modular para desalinización, emergencia y bombeo.
Cierre del círculo de la memoria
En la primera mañana sin sirenas, una niña recoge un fragmento rojo, un ladrillo hecho trizas de tristeza por su destrucción. Años después, la nueva casa tiene un alféizar templado al sol; sobre él, la niña, ahora adulta, deja el mismo fragmento. No es reliquia: es materia prima que volvió a una casa ecológica y económica.
La ciudad, que nunca olvidó su forma, respira.
José Ygnacio Pastor Caño, Catedrático de Universidad en Ciencia e Ingeniería de los Materiales, Universidad Politécnica de Madrid (UPM)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
Cambio Político Opinión, análisis y noticias