Ganar -ganar y la capacidad de soñar

Progresemos

Carlos Manuel Echeverría E.

Carlos Manuel Echeverría

Estamos en una situación respecto a las finanzas públicas cuyos resultados nos marcaran el paso a futuro por años. Nos hemos metido en un berenjenal horrible respecto al tema fiscal que era ya un problema a fines de los setentas, cuando no fuimos capaces como sociedad de legislar la reforma fiscal que en ese tiempo ya correspondía y quizás desde la época de don Alfredo González Flores, derrocado por insistir en la reforma tributaria. Después vino el mejoramiento en los años ochenta con sus mejores resultados respecto al tema fiscal durante el gobierno de don Abel Pacheco, que dejó un pequeño superávit fiscal. De allí en adelante, el deterioro de la situación fiscal se ha venido convirtiendo en el talón de Aquiles de una economía con un potencial todavía en potencia.

Tenemos un aparato estatal demasiado grande para nuestro tamaño como país, además de que es ineficiente e ineficaz, de pésima gestión política y gerencial, propenso a errores de enorme magnitud, de los que nadie se hace responsable y por supuesto uno en el que los funcionarios dolosos o “pifiones”, jamás contemplan la renuncia, pues eso implica perder gollerías y prebendas descomunales y no igualadas a nivel mundial. La determinación de la culpabilidad y la sanción es una quimera; nunca se pasa de un juego pirotécnico que encanta a los medios de comunicación y al pueblo, pero ya sea por inoperancia de la fiscalía o porque la justicia por lo general nunca es pronta ni cumplida, se queda en espectáculo inconcluso y luego se pasa a otro tema.

Por otro lado la autoridad tributaria no cobra los tributos a los evasores ni prepara legislación para evitar la elusión. Ergo, son dos problemas: aparato estatal gigante e inefectivo y dificultad para cobrar los tributos.

Estos problemas son la causa del déficit fiscal. No basta con hacer recortes si no se redimensiona el aparato; los recortes son si acaso torniquetes que cederán y harán las situaciones más grandes. Tiene que cambiarse la naturaleza del aparato estatal y lograr que los recortes se deban a que se eliminan los llamados “disparadores del gasto”.

Al GOCR que ha logrado algunas leyes importantes en la presente administración, le faltan agallas para por sí mismo hacer lo que hay que hacer como arriba se detalla. Ha recurrido luego del desastre inicial al presentar la pre propuesta para el FMI a un diálogo, que puede ser una oportunidad única o escarbar más la fosa en que estamos ahora.

El diálogo actual no debe fracasar y tiene grandes posibilidades de hacerlo, lo que obligaría al gobierno a asumir sus responsabilidades sin compromiso social. Me parece que faltó previo al diálogo una preparación en la filosofía de “promover el sí” (“getting to yes”), metodología muy común hoy en día para facilitar la resolución de conflictos por la vía pacífica y generar confianza recíproca. A finales de los años ochenta siendo este servidor director ejecutivo de la cúpula empresarial Centroamérica (FEDEPRICAP), la usamos para preparar a los sectores privados en la exitosa negociación con las insurgencias en El Salvador y Guatemala; coordinadamente la U Paz de la ONU, con sede en CR, hizo lo propio con aquellas. Los negociadores de ambos frentes lo hicieron imbuidos de un espíritu donde ambas partes tenían que ganar y así fue; se logró avanzar. En Costa Rica está faltando este ingrediente. Así mismo es necesario que los debates y las negociaciones que deberían ser duras y propensas al aborto si se fuga la información a medio camino, deben ser privadas y regirse por las prácticas conocidas como “casa de Chatham”.

Me preocupa el desenfoque y el revolver el urgente plazo inmediato (acuerdo con el FMI, asegurar el financiamiento y racionalizar el aparato estatal costarricense), con el recuperar la capacidad de soñar a largo plazo, que por estar en el barreal en que estamos hemos perdido. Son dos fases diferentes.

La cantidad de interlocutores participantes es demasiada como suele ser en Costa Rica donde a menudo entendemos mal la democracia y la convertimos en melé, donde nada se resuelva. A esto se le agrega el desenfoque y el corporativismo (cada gremio defiende sus intereses despreocupándose de la plataforma de todos) que priva actualmente.

Resolvamos lo urgente solidaria y realísticamente comprometiéndonos recíprocamente con los objetivos y metas, así como distribuyendo los beneficios al lograr las metas cuando haya “cacao para hacer chocolate”. Ello, como la experiencia de países que hoy en día admiramos (Alemania, Canadá, Japón, Corea del Sur y otros de la OCDE) señala, se logra en base a entendimientos entre el GOCR, los partidos políticos, los sectores empresarial, laborales y las cooperativas, representados por sus cúpulas. Estos sectores pueden incluir en sus planteamientos los requerimientos de sectores más específicos, como los que se ocupan del ambiente y la equidad de género.

En una segunda fase y con una base económica estable, suficiente y confiable, se puede soñar impregnándose todos de la filosofía “a Dios rogando y con el mazo dando”, con desarrollar una visión común de la Costa Rica que queremos a cinco años, veinte años, cincuenta años. Una visión realista, comprometida con el nuevo paradigma determinado por el desafiante cambio climático, para construir una Costa Rica más igualitaria, sin la pobreza que no hemos logrado superar y a la vez motivante para el emprendedor y el empresario trabajando mano a mano con un sector laboral motivado y beneficiado, que logre niveles de producción y productividad competitivos y capaces de proveer lo que hoy no logra.

Tenemos un pequeño y espectacular país, pero que se está quedando “pegado en el barreal”. Un país con gente maravillosa y productiva, aunque da la impresión débil en cuanto a la actitud cívica y el dominio de los temas de fondo que le afectan, ambas carencias subsanables. Debemos de recuperar la capacidad de soñar con un país OCDE de primer orden.

Ex viceministro-subdirector de la OFIPLAN de la Presidencia de la República.

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