Freddy Miranda Castro
Joe Biden es el Presidente electo con más votos en la historia de los Estados Unidos. Donald Trump es el segundo candidato presidencial más votado y el primero del Partido Republicano. El país está endemoniadamente dividido. El trumpismo destrozó el tradicional consenso de las élites políticas republicanas y demócratas, sobre los asuntos esenciales del sistema. Sus diferencias siempre han sido de matiz o de gestión.Las pulsaciones y prejuicios culturales que Trump ha catalizado cruzan fronteras étnicas, económicas y de clase. Una gran cantidad de latinos le votaron, lo mismo que de otros grupos étnicos. Su apoyo en el mundo rural es abrumador. Los obreros industriales tradicionales votantes del partido demócrata, parecen haber abandonado esa filiación para siempre y haberse entregado al trumpismo.
La división actual entre las élites partidarias de Estados Unidos es el reflejo de la fractura cultural de la nación. El trumpismo seguirá pesando en la vida inmediata del país, y no será con angelicales llamados a la unidad y al exclusivismo estadounidense y su destino manifiesto, como esas divisiones se van a superar. Un país tan grande como USA y resultado de la migración desde todos los puntos de la Rosa Náutica, acoge muchas naciones culturales en su interior. Solo hay tres países multinacionales y multiculturales que han logrado el éxito a lo largo de los siglos: Suiza; Suiza y Suiza. Los demás ensayos o han estallado en mil pedazos o viven permanentemente convulsionados por la violencia cultural y el separatismo, a veces de forma soterrada y en ciertas coyunturas de forma intensa.
La homogeneidad cultural o una hegemonía clara de una mayoría son determinantes para la estabilidad política y social de un país. Como lo ha remarcado Yuval Noah Harari, los países y las naciones no son más que el resultado de un mito compartido, de un relato que permite la cooperación a escala nacional mediante una realidad intersubjetiva aceptada por sus habitantes. Ese metarrelato en el caso de USA está seriamente fisurado, porque el gran mito del “sueño americano” ha dejado de funcionar y se ha tornado en una pesadilla para enormes conglomerados de la población del ámbito rural y de la vieja clase obrera de las grandes factorías.
Las nuevas realidades del mundo digital, la inteligencia artificial, la globalización económica y la concentración de la riqueza a escalas inauditas, los han tornado en irrelevantes. El lío no es que se sientan explotados por el sistema, la tragedia es que se tornaron en innecesarios, lo que es peor y genera una rabia profunda, visceral e irracional que Trump sin necesidad de mayores ideas ha logrado aglutinar alrededor de su persona. Un heredero multimillonario, mentiroso e inescrupuloso se ha transformado en el heraldo de los excluidos económicos en USA. ¡Cosas veredes amigo Sancho!
Quizá la prueba más patente de que las personas son lo que tengan en su cabeza y lo que ocurra con sus estómagos, es lo acaecido con la pandemia. Fue importante para el voto de Biden en las grandes ciudades. Pero fue irrelevante en los condados rurales donde el Covid-19 ha matado más gente, allí Trump arrasó.
Las elecciones no han cerrado el libro de la gran fisura cultural estadounidense, solo el capítulo sobre el inquilino temporal de la Casa Blanca. El partido Republicano no se podrá deshacer de Trump como de un apestoso que perdió utilidad; porque se quedó sin relato y ese espacio lo ha llenado el trumpismo, una cosa amorfa signada por el enojo y la rabia contra el sistema. Biden y los demócratas van a enfrentar los demonios de ese choque de culturas a lo interno de su enorme país. No hay pronósticos posibles sobre el desenlace y se reciben apuestas.