Migingo │ Uganda/Kenia
La isla que no cabe en un mapa (ni en un acuerdo)
- Centenares de personas en 2000 metros cuadrados.
- 200 especies lacustres se han extinguido debido a la pesca de la perca.
- Límites coloniales que todavía tienen peso en el vínculo entre estados soberanos.
En Google Maps aparece como un puntito microscópico. En la vida real, sin embargo, es una especie de Hong Kong tamaño mantel individual, donde conviven pescadores, policías armados, bares diminutos, antenas de telecomunicaciones y un número incierto de gallinas, todo sobre una superficie que un buen huracán podría confundir con un pedrusco cualquiera.
¿Dónde está exactamente Migingo? Depende de a quién le pregunte usted.
Uganda dirá sin titubear: “Aquí, claramente, en nuestras aguas”. Kenia replicará: “¡Por favor! Desde siempre ha sido nuestro territorio”. Y Migingo, si pudiera hablar, probablemente respondería: “No sé, yo solo estoy intentando no hundirme”.
Ubicada cerca de la frontera lacustre entre ambos países, la isla se convirtió en un objeto de disputa porque—como suele suceder con estos lugares inexplicables—lo que parece no tener valor alguno termina teniendo demasiado. En este caso: el pez más cotizado del lago, el perca del Nilo, cuyo precio convierte a cualquier centímetro de costa en una promesa de ingreso.
Migingo mide aproximadamente 0,49 hectáreas. Para ponerlo en términos prácticos: si extiende un mapa de Costa Rica, la isla equivale al tamaño de una errata. Y sin embargo, viven allí entre 100 y 300 personas, dependiendo de la temporada de pesca.
Las casas están pegadas unas a otras como si estuvieran conspirando contra la gravedad. Pasillos minúsculos serpentean entre láminas de zinc, radios que suenan a todo volumen, redes de pesca que secan sobre cualquier superficie plana y un bar que pretende ser “el más animado del lago” (la competencia, por cierto, no es feroz).
No hay agua potable. No hay alcantarillado. La electricidad es producto de generadores ruidosos que parecen alimentarse de pura terquedad. Pero la señal de celular es sorprendentemente buena, probablemente porque nadie quiere perder la oportunidad de subir selfies desde un lugar que hace dudar de la cordura humana.
¿Por qué alguien vive aquí?
En una palabra: peces. En dos palabras: muchos peces.
El perca del Nilo y el tilapia generaron alrededor de Migingo una fiebre dorada lacustre. A comienzos de los años 2000, los pescadores hallaron bancos particularmente abundantes cerca de la isla, y pronto ese peñasco, que nadie había mirado dos veces, se volvió una especie de “boomtown”.
Con toda riqueza llegan también problemas: competencia por las aguas, impuestos que nadie quiere pagar, bandas de pescadores armados, policías que también quieren su parte del pastel, y gobiernos que ven en Migingo una oportunidad perfecta para reafirmar orgullos patrióticos.
La disputa entre Kenia y Uganda ha producido momentos dignos de una tragicomedia internacional:
Policías ugandeses cobrando licencias a pescadores kenianos “por error”, encuestas geográficas contradictorias, declaraciones oficiales que básicamente consisten en “¡Devuélvannos nuestra roca!”.
Finalmente, ambos países acordaron una presencia conjunta, lo que convierte a Migingo en una especie de condominio binacional donde la línea fronteriza cambia según dónde esté anclada la lancha del funcionario de turno.
Migingo, con sus techos metálicos, sus gallinas distraídas y sus habitantes que comparten literalmente cada metro cuadrado, parece un laboratorio perfecto para observar cómo los humanos insisten en vivir incluso en los lugares menos vivibles. Es también un recordatorio de que el mundo está lleno de micronaciones involuntarias, donde la geopolítica y la supervivencia se dan la mano en espacios que cualquier despistado juraría que son simples rocas.
Pero Migingo se mantiene firme. O mejor dicho: se mantiene. Que ya de por sí es un logro.
Al final, la isla es inexplicable no porque sea pequeña, o ruidosa, o disputada, sino porque enseña una verdad simple: el ser humano siempre encontrará razones para habitar incluso el último centímetro del planeta si allí hay algo de lo que vivir… o algo que pescar.
Basado en el libro “Un mundo inmenso, explicaciones de lugares inexplicables”
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