Explicaciones de lugares inexplicables

Turkmenistán

El país que parece inventado… pero existe

  • Es uno de los Estados más herméticos y con menos libertades del mundo
  • Se prohibió hablar del coronavirus
  • El culto a la personalidad llegó a extremos insospechados

Turkmenistán

Hay lugares que uno mira en el mapa y piensa: esto debe ser un error de imprenta. Y luego está Turkmenistán, que te invita a entrar a una dimensión donde el mármol blanco brilla más que el sol del desierto y donde los presidentes compiten por ver cuál deja más estatuas doradas de sí mismo. Un país tan real como improbable: un desierto con capital de mármol, un régimen hermético y un cráter de fuego que arde desde hace 50 años. Bienvenidos.

Turkmenistán está ubicado en el centro exacto del “medio de la nada”. Antiguamente fue punto de paso de la Ruta de la Seda, aunque hoy parece más bien el punto de paso que todos intentan evitar. Tras siglos como tierra de tribus nómadas, acabó convertido en república soviética, y en 1991—cuando la URSS colapsó—turkmenos y camellos se vieron de pronto con un país independiente entre las manos.

Aquí es donde la historia se vuelve… creativa.

El primer presidente, Saparmurat Niyazov, también conocido como Turkmenbashí (“Padre de todos los turkmenos”), decidió que un país recién estrenado necesitaba símbolos fuertes. Como él mismo, por ejemplo. Ordenó construir estatuas doradas suyas, rebautizó meses del calendario con nombres de familiares y escribió una especie de guía espiritual, el Ruhnama, que se volvía requisito para todo: desde entrar a la universidad hasta sacar la licencia de conducir.

El segundo presidente, Gurbanguly Berdimuhamedov, bajó un poco el nivel del culto… pero no del mármol. Su proyecto estrella fue convertir Asjabad, la capital, en una ciudad completamente revestida de mármol blanco, con avenidas donde casi no hay gente, pero sí muchísimas fuentes y monumentos gigantes que brillan con tal intensidad que podrían servir para señales de emergencia hacia el espacio.

Asjabad ostenta récords Guinness absurdos: mayor cantidad de edificios de mármol blanco, la noria cubierta más grande, el mástil más alto, y posiblemente el mayor número de policías deteniendo gente por “caminar mal”.

Es una especie de Dubái alternativo: todo nuevo, todo brillante, todo limpio, todo vacío. Los locales saben que no es prudente deambular demasiado, y los visitantes… bueno, casi no hay. Turkmenistán recibe menos turistas que la Estación Espacial Internacional.

Y si no era suficiente extravagancia, en 1971 unos geólogos soviéticos perforaron un terreno en el desierto de Karakum, el suelo colapsó, se abrió un cráter lleno de gas, y ellos —en un gesto de genialidad soviética clásica—decidieron prenderle fuego para que se quemara “en unos días”.

El cráter ardiente, conocido como La Puerta del Infierno, sigue ahí, una fogata gigantesca y eterna que ilumina la noche del desierto. Los camellos lo miran desde lejos con la expresión serena de quien ya lo ha visto todo.

Turkmenistán posee una de las mayores reservas de gas natural del planeta. Eso le da riqueza potencial, pero también un aislamiento peculiar: el país vende gas, compra mármol, construye lujos, y evita al máximo cualquier interacción que sugiera “apertura”.

La libertad de prensa ocupa los puestos más bajos del mundo, el internet está más blindado que un búnker nuclear y la mayoría de la información externa llega distorsionada… si llega.

Turkmenistán es uno de esos lugares que parecen estar atrapados en su propio universo paralelo: ricos en recursos, pobres en libertades, extravagantes en estética y desconcertantes en lógica. Es un país fascinante porque desafía las narrativas simples: no es exactamente distopía, ni paraíso petrolero, ni museo soviético, sino un híbrido improbable donde el fuego eterno, los palacios de mármol y la política hermética conviven como si fuera lo más normal del mundo.

En pocas palabras: Turkmenistán es el mejor recordatorio de que la realidad, cuando quiere, supera cualquier ficción.

Basado en el libro “Un mundo inmenso, explicaciones de lugares inexplicables”

Revise también

Centralia

Explicaciones de lugares inexplicables

Centralia │ Pensilvania, Estados Unidos El pueblo que ardió… y nunca dejó de arder Una …

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *