Reparto de Africa
Las líneas rectas que aún dividen un continente
- Miles de kilómetros de frontera decididos en otros continente.
- Décadas de dominio y explotación colonial.
- Las líneas que persisten hasta nuestros días.
La escena fundacional de esta historia ocurrió en 1884, cuando el canciller alemán Otto von Bismarck convocó en Berlín a 14 potencias europeas para decidir el futuro de África. A la mesa se sentaron diplomáticos británicos, franceses, portugueses, italianos, belgas y alemanes. También asistió Estados Unidos como observador, aunque sin mayor interés real. Quien no estuvo presente, ni invitado, ni considerado, fue África. Los líderes africanos no tuvieron silla, voz ni voto mientras otros decidían sus fronteras.
La conferencia produjo tres principios que rediseñaron el continente: para poseer un territorio había que ocuparlo físicamente; el comercio en los ríos Congo y Níger sería “libre”; y, lo más trascendental, las fronteras podían trazarse desde Europa, sin necesidad de conocer la realidad del terreno. Fue así como nacieron esos polígonos imposibles que hoy vemos en el mapa. Con una regla, un lápiz y la autoridad imperial, Europa dibujó países que jamás habían existido.
Las consecuencias fueron profundas. Comunidades enteras quedaron divididas por líneas imaginarias que separaban familias, pueblos y reinos que llevaban siglos conviviendo. Otros grupos rivales quedaron encerrados dentro de límites comunes, sentenciados a disputas que estallarían mucho después de que el colonialismo se retirara. Lo que para Europa fueron simples líneas, para África se convirtió en una fuente inagotable de conflictos.
Ejemplos sobran. La frontera entre Chad y Libia es una línea recta que podría haber salido de un cuaderno cuadriculado. Namibia tiene un extraño triángulo al noreste —el Caprivi— resultado de un intercambio territorial entre Alemania y Gran Bretaña, más preocupado por corredores a ríos navegables que por la gente que vivía allí. Gambia se convirtió en un país estrecho que sigue la curva del río homónimo, un capricho del reparto entre británicos y franceses. Y Nigeria quedó unida como un Estado gigantesco que agrupó a más de 250 pueblos y lenguas diferentes bajo un mismo nombre colonial.
En menos de tres décadas, casi todo el continente quedó repartido entre siete potencias europeas: Reino Unido, Francia, Alemania, Bélgica, Portugal, Italia y España. Solo Etiopía y Liberia escaparon al reparto, aunque por razones muy distintas. Del resto surgieron unidades coloniales con nombres fríos y burocráticos —África Occidental Francesa, África del Suroeste Alemana, Congo Belga— que más tarde se convertirían en Estados independientes, casi siempre sin modificar las fronteras heredadas.
El resultado es un legado que todavía pesa. Muchos de los conflictos contemporáneos del continente nacen de aquellas decisiones tomadas en Berlín: guerras civiles, disputas limítrofes, tensiones étnicas y Estados que todavía buscan cohesión dentro de límites creados por otros. Las fronteras africanas no cuentan la historia de África, sino la historia de cómo Europa la reescribió desde lejos.
Más de un siglo después, el Reparto de África sigue explicando por qué las fronteras del continente parecen tan inexplicables. Son heridas dibujadas con regla y tinta, pero cicatrizadas en sangre y memoria. Y aunque hoy las naciones africanas son plenamente soberanas, el mapa que heredaron continúa recordando el momento en que su destino fue decidido en una sala donde no estaban presentes.
Basado en el libro “Un mundo inmenso, explicación de fronteras inexplicables”
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