Explicaciones de fronteras inexplicables

Isla de Hans

Una frontera diminuta, una disputa gigantesca (y bastante ridícula)

Isla Hans

En medio del gélido y casi deshabitado canal de Nares, entre Groenlandia y la isla de Ellesmere, hay una roca del tamaño de unas pocas canchas de fútbol que logró lo que muchos territorios mucho más grandes jamás consiguieron: convertirse en un problema diplomático internacional. Se llama isla Hans, y durante décadas fue reclamada simultáneamente por Canadá y Dinamarca (a través de Groenlandia). Nadie vive allí, no crece nada, no hay recursos conocidos… y aun así, nadie estaba dispuesto a soltarla.

La razón del conflicto es tan técnica como absurda. Cuando Canadá y Dinamarca delimitaron sus fronteras marítimas en 1973, trazaron una línea perfecta… salvo en un punto: la isla Hans quedó justo en medio, como una migaja olvidada en el mapa. En lugar de resolverlo, ambos países decidieron dejar el asunto “para después”. Ese “después” duró casi cincuenta años.

Lo más curioso es cómo se disputó la isla. En vez de soldados o cañoneras, el conflicto se expresó mediante una práctica conocida como la “guerra del whisky”. Funcionarios canadienses aterrizaban en la isla, izaban su bandera y dejaban una botella de whisky canadiense. Tiempo después, llegaban los daneses, retiraban la bandera, ponían la suya… y dejaban schnapps. Así, la isla Hans se convirtió en el único territorio del mundo donde la soberanía se medía en alcohol.

Pero detrás del humor había asuntos serios. El canal de Nares es parte del debate más amplio sobre el Ártico, una región cada vez más estratégica debido al deshielo, las rutas marítimas emergentes y los posibles recursos naturales. Controlar incluso una pequeña isla puede significar derechos sobre aguas circundantes, pesca o futuras explotaciones. En geopolítica, el tamaño no siempre importa; la ubicación sí.

Finalmente, en 2022, Canadá y Dinamarca decidieron hacer algo radical: ponerse de acuerdo. Dividieron la isla en dos partes casi iguales, estableciendo la frontera terrestre más septentrional del planeta. Con ello, Canadá obtuvo su primer límite terrestre con Europa, y Dinamarca el honor de protagonizar la disputa fronteriza más educada de la historia moderna.

La isla Hans demuestra que las fronteras no siempre nacen de guerras sangrientas o imperios en expansión. A veces surgen de líneas mal dibujadas, mapas incompletos y décadas de diplomacia tan absurda como pacífica. Un recordatorio helado de que, incluso en el rincón más inhóspito del planeta, los humanos somos capaces de discutir… aunque sea por una roca.

Basado en el libro “Un mundo inmenso, explicación de fronteras inexplicables”

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