Por Thomas Geiger (dpa)
Colonia/Karlsruhe (dpa) – Las conversaciones de aficionados sobre los vehículos todoterreno más icónicos de todos los tiempos suelen girar en torno al Mercedes Clase G, el Jeep Wrangler o el Land Rover Defender. «Estos vehículos son dignos de todos los honores», admite Alexander Wohlfarth. El experto objeta, sin embargo, que hay uno que normalmente no se menciona: el Toyota Land Cruiser.
Este utilitario todoterreno del fabricante japonés no sólo es tan viejo y tan bueno como el notorio trío de «dinosaurios», sino que además es mucho más exitoso. «Es el vehículo todoterreno más vendido del mundo y acaba de superar la marca de los diez millones de unidades vendidas», enfatiza Wohlfarth, autor de un libro sobre el Land Cruiser e iniciador de los encuentros internacionales anuales que se celebran en Alemania entre aficionados a los todoterrenos de Toyota.
En cuanto al posicionamiento y la imagen del vehículo, el experto explica que, mientras que las estrategias de marketing de la competencia se han encargado de colocar a sus todoterrenos en el pedestal de la leyenda, Toyota sigue sin preocuparse por la fama.
La firma sigue apostando por el hecho de que el robusto Land Cruiser es un coche infalible, siempre y en cualquier lugar: «Un vehículo comercial de pies a cabeza, más una herramienta que un juguete y, ciertamente, para nada un símbolo de estatus».
El camino recorrido por el Land Cruiser siempre estuvo sembrado de obstáculos. Wolfarth admite que su historia comenzó con una derrota. El Land Cruiser se desarrolló originalmente a petición del ejército estadounidense, que quería utilizar vehículos de producción local para trasladar sus tropas estacionadas en Japón durante la guerra de Corea: «Debido a la escasez de materiales y tiempo, se recurrió a las piezas que ya estaban en el stock y se utilizaron componentes acreditados de distintos camiones de la firma», cita Wohlfarth de la crónica.
«El prototipo fue desarrollado rápidamente, utilizando unas cuantas piezas de chapa rudimentarias. Y como tenía el aspecto de un jeep y el motor llevaba la abreviatura B, le pusieron el nombre Toyota Jeep BJ». Desafortunadamente, los desarrolladores se excedieron en el presupuesto y, si bien la propuesta de Toyota fue rechazada por los militares, quedaron sentadas las bases para la construcción en serie del vehículo a partir de 1951.
La primera edición se fabricó —con modestas cantidades de unos pocos cientos de coches— durante cinco años, con un primer cambio de nombre. En 1954, la empresa Willy Overland, fabricante del «jeep» original, registró el nombre «Jeep», obligando a Toyota a rebautizar su todoterreno por segunda vez: el 24 de junio de 1954, el Jeep BJ pasó a llamarse Land Cruiser. Y desde entonces nunca ha dejado de estar a la altura de su nombre, ya que, de hecho, «navega» por todo el mundo y se vende en más de 170 países.
La sede de Toyota en Alemania informó sobre la llegada oficial del Land Cruiser al país en 1977, anunciando al mismo tiempo un cambio de imagen. Este se produjo en 1980 con el sucesor de la serie, el J60, que puso fin a la era de los todoterrenos toscos y destartalados para los que el lujo era una palabra desconocida: ofrecía más comodidad, más espacio y más elegancia que todos sus predecesores, conservando al mismo tiempo su indestructible robustez y sus superiores características todoterreno.
Este delicado acto de equilibrio entre el terreno y el asfalto es una propiedad que sigue caracterizando al Land Cruiser hasta el día de hoy. El desarrollo que ha experimentado el vehículo todoterreno a través de los años se puede apreciar claramente al volante de un J40 de la colección histórica del fabricante.
El ejemplar tiene apenas 40 años, pero comparado con la versión actual de lujo, equipada con sistemas electrónicos de vanguardia, parece que hubiera sido construido en la edad de piedra del automóvil.
Mientras que, en el modelo actual, la dirección se maneja con el dedo meñique, en el antiguo se necesitan brazos de boxeador profesional para mantener el vehículo en el carril. La suspensión de ballesta y los ejes rígidos propios de los años 40, así como los rudimentarios asientos, penalizan el confort de conductor y pasajeros con el bamboleo del efecto basculante.
En cuanto al diseño interior, «rústico» es demasiado decir, si se tiene en cuenta el austero ambiente de metal al desnudo y poco plástico.
Sin embargo: el diésel de 3,4 litros y cuatro cilindros es infalible. No es el coche sino el conductor quien define el límite cuando se trata de subir colinas a 66 kW/90 CV y un máximo de 216 Nm en marcha lenta. Cuestas empinadas, cruces de lodo o agua: el Land Cruiser no se detiene ante ningún obstáculo. Con él, hasta el más breve paseo dominguero se convierte en una aventura sobre ruedas.
dpa