Desde Suiza No. 9 y último
Mauricio Castro Salazar
mauricio.castro.salazar@gmail.com
Déjenme contarles que yo crecí en una familia grande, primero 5 hermanos, luego uno más, luego otro y luego otra. La familia creció con la llegada de los nuevos hermanos (en realidad primos y la hija de una amiga de siempre de mi mama que se convirtieron en hermanos y hermana), lo que implicó que creciera “con contagio y con inmunidad de rebaño” para las enfermedades típicas de cuando estaba güila: varicela, rubeola, escarlatina, paperas…usted solo mencione la que quiera y esa pasó por mi casa.
Yo no tuve paperas de güila, la inmunidad de rebaño no me sirvió o ya me había pasado el efecto (tomen nota los que la recomiendan para el covid 19) porque a mediados de los ochenta cuando hubo otro brote de paperas en Costa Rica yo me enfermé, recuerdo que era diciembre y que yo acostado sin moverme (como jugando “oba”: no me muevo ni me rio) para que la enfermedad no me bajara a la entrepierna… y con un pañuelo amarrado que me sujetaba las glándulas a la cabeza y lleno de belladona estaba oyendo la Vuelta Ciclística a Costa Rica, la etapa más dura: subir el Cerro de la Muerte (3.300 msnm), cuando un periodista dijo: “—… y vemos a “José García” que corre con paperas…”, “—Ese mae no se cuida, ¡qué bruto! ¿o seré yo que me cuido en exceso?”—pensé.
A mediados de los 90 hubo un brote de cólera (Vibrio cholerae), que llegó del Perú. Recuerdo que fue una histeria colectiva, tanto que el Ministerio de Salud no quiso decir donde vivía la persona contagiada que lo trajo, y fue como si el virus anduviera en el aire y se fuera a meter por las ventanas y las rendijas de puertas, y no que la principal fuente de contaminación era por las manos —y todo el mundo se olvidó de la historia patria, de la Campaña Nacional de 1856 y del por qué se murió tanta gente en esa época de cólera— y de que su control era tan fácil como romper el ciclo ano-mano-boca con una buena limpieza de manos, pues yo; además de asegurarme de “romper el ciclo, tomé más medidas…pero al igual que otros cientos de costarricenses terminé el brote de cólera con una gastritis que me duró meses. Fui parte de los que cloraron el agua de la cañería una y otra vez hasta que el Ministerio de Salud —¡gracias a Dios! Sino no tengo idea que me hubiera pasado— salió diciendo que una gota por galón era suficiente y no la cucharadita de cloro que yo le ponía.
A mediados de los 90 también hubo dengue. Recuerdo haber seguido las recomendaciones: no floreros con agua, controlar canoas, pilas de lavar ropa….Pero estuve trabajando en Nicaragua por unas cuantas semanas y el día que se presentó la Alianza Centroamericana para el Desarrollo Sostenible (ALIDES) en el Centro de Convenciones Olof Palme en Managua, era 12 de octubre de 1994, me sentí re-mal y seguro también me veía fatal tanto así que la Delegación de EEUU me envió en uno de sus carros al hotel, me regresé de inmediato, y pasé malísimo. Luego de varios exámenes que me hice salí con dengue.
A principios del 2001 hubo dos terremotos en El Salvador. Yo traté de ayudar en lo que pude. En los periódicos decían que había que tener cuidado con el polvo fino en algunos lugares porque podía causar enfermedades respiratorias severas. Yo fui “a esos lugares” a hacer evaluaciones y pese que llevaba una mascarilla tipo N95 –de moda en estos días y espero que sí funcione esta vez– terminé con una infección “marca diablo” que me tuvo en cama un par de semanas.
Hace unos 10 años había leptospirosis en Panamá, fui a un almuerzo de trabajo, y por variar pedí cosas sin ajo, sin harina, sin cebolla y otros “sin..” y el mesero o no anotó bien o hizo lo que le dio la gana y me trajo todo “con..”, le dije que no podía comer, los otros comensales, sobre todo quien me había invitado, me dijeron que pidiera otra cosa, para no cansarlos con el cuento pedí dos veces más, y todo o con harina o con ajo y yo ya avergonzado me dije: “—Castrosalazar ya dejá de ser tan espeso, déjate de varas, comete eso, pedí una soda, así disolvés todo…” y eso hice, el mesero me trajo la soda en lata, vi que no la limpió y me la sirvió (en mi mente de inmediato se me pasaron imágenes de ratas orinando en las latas en las bodegas), no quise decir nada para no seguir incomodando y me la tomé, porque si no lo hacía el dolor y malestar estomacal posterior sería peor…al acabar pedí otra si por si acaso no había ahogado la harina y el ajo suficientemente bien, y fue igual: no la limpió. Ya por la noche estuve fatal, regresé a Costa Rica y el diagnóstico fue claro: positivo.
Todo eso para ponerlos en antecedentes del porqué mis temores con el coronavirus, es decir para justificar que tengo derecho de estar con el “miedo latente”…porque cuando uno es “dulcito” –como decían las abuelas para decir que uno “atraía” enfermedades como cuando se quedaba una melcocha sin guardar en la cocina…—y si uno es así hay no hay de otra: hay que cuidarse. Y también se los cuento para demostrarles que no soy hipocondriaco y tampoco tengo una mente poderosa.
Cuando empezó la pandemia y las consecuentes medidas de confinamiento veía las noticias de todo el mundo, sobre todo las conferencias de prensa de Fernando Simón, el Director de Sanidad de España, de Anthony Faucy, el epidemiólogo de la Casa Blanca, que dicho sea de paso ambos se enfermaron o estuvieron en cuarentena porque estuvieron en contacto con enfermos, y de Daniel Salas, el Ministro de Salud de Costa Rica.
Les ponía muchísima atención. Pasaron a ser mis héroes. Al principio de toda esta locura –no sé si ustedes se acuerdan—los síntomas no eran claros, iban modificándose más o menos cada 3 días, al principio dijeron que era parecido a una gripe fuerte, después que a una neumonía, luego le incluyeron diarreas, después dolor de garganta y conjuntivitis, pasaron unos días e incluyeron dolores de cabeza, luego dolores musculares…y así fue aumentando la lista…y yo me empecé a autochequear.
Conforme la lista aumentaba en síntomas mi periodicidad en mi autochequeo aumentaba a una velocidad mayor, producto que mi preocupación se iba incrementando (las noticias y las redes sociales, que si bien las tomaba en pequeñas dosis, me tenían loco). Si los síntomas subían aritméticamente mi preocupación subía geométricamente. Si le hice caso a las redes sociales en el tema de las colonias delatadoras…solo por si acaso dejé de usar colonia por un tiempo.
Al principio me autochequeaba cada 3 días, luego cada 2. Pero cuando me enteré que gente cercana a mí o de mi círculo familiar salieron positivos en los exámenes, aunque nadie estaba en Suiza, me empecé a chequear todos los días, después cada 12 horas, y cuando iba a pasar a 6 horas, me dije: “—ya, parala guevón, pareces loco”, y me recordé de mis abuelas que siempre decían que esa manía de chequearse enfermedades no es ni Hernández ni Jirón… Por supuesto en ningún chequeo me apareció nada.
Pero un día fue el acabose, de repente mis tres héroes dijeron una palabra terrible, que me dio un martillazo en medio de la cabeza: a-sin-to-má-ti-co…. ¡El covid 19 puede ser asintomático y no se sabe si puede pasar a sintomático o quedarse así!
Y de inmediato me enfermé.
Y lo que es peor sin tener síntomas, pero me enfermé…¿se preguntaran cómo supe si era asintomático? No lo sé, yo he vivido con este cuerpo y con esta mente 60 años, los conozco bien. Por eso puedo asegurarles que simplemente me enfermé.
Pasé con covid-19 desde que oí la noticia por varios días…y calladito, haciéndome el valiente, autoconvenciéndome que no tenía nada…
Confieso que conforme me he hecho “más adulto” he empezado a tener alergias a cosas ambientales (polen, olores, bichos…) que nunca antes las tuve, y que los descubrí aquí —o quizás no las tengo— y solo son producto del cambio de ambiente entre Suiza y Costa Rica, pero lo cierto es que la primavera me ha caído malísimo, paso con estornudadera, dolor de oídos, picazón de piel (me he rascado hasta sacarme sangre) y paso con la nariz trancada.
Seguí varios días con la certeza que tenía covid-19 asintomático, pero al despiste de tanto en tanto googleaba y revisaba si habían nuevos síntomas por si acaso dejaba de ser asintomático y pasaba a tener síntomas, y me tocaba la cara a ver si tenía fiebre, tosía a ver si me dolía la garganta…
Un día encontré tres síntomas nuevos reportados en Corea, EEUU y en Costa Rica: pérdida de olfato, pérdida de gusto y erupciones cutáneas. Y ese día me dije frente al espejo: “—ahora sí Castrosalazar tenés coronavirus sintomático, pasaste de asintomático a sintomático, que tirada, los tres nuevos síntomas los tenés todos…” unas horas después volví al espejo para la segunda tanda de levantarme el ánimo y recapacité y me dije: “—¿Cómo podés ser tan imbécil? Si tenés alergias que no te dejan ni respirar…por eso has perdido el olfato y el gusto, y las erupciones cutáneas son producto de la rascadera por la picazón que te ha dado la alergia…”
Y me tranquilicé por varias horas, quizás aguanté un día completo. Hasta que otro día piropeándome frente al espejo me dije: “—lástima tanto estudio, tan inteligente que parecés y tan bruto que te comportás, lo que tenés que ver y entender son los síntomas del covid-19 en Suiza, a vos que te importan los de Corea, España o los de EEUU y mucho menos los de Costa Rica si están muy lejos…”
Y a partir de ese día abandoné a mis 3 súper héroes y le empecé a poner atención a la sintomatología en Suiza y no solo lo relacionado con las medidas del confinamiento, comencé a ver y leer lo que Monsieur Covid 19, Daniel Koch (mi nuevo héroe), decía. Entiendo muchísimo más leyendo francés que viendo las noticias, así que me puse a googlear los síntomas en Suiza y me dirigió a una página increíble, en varios idiomas y de repente vi el idioma que Dios, nuestro Señor, usaba para dirigirse al mundo, no crean lo que dicen que fue en arameo o en hebreo…¡fue en nuestro idioma!
Y leí:
Síntomas más comunes: Tos (generalmente seca), Dolor de garganta, Dificultad para respirar; Fiebre, sensación de fiebre, Dolor muscular, Pérdida repentina del olfato y/o del gusto
Con menor frecuencia también aparecen: Dolor de cabeza, Síntomas gastrointestinales, Conjuntivitis, Rinitis.
Cuando uno está confinado, como ya les había comentado anteriormente, la mente ve realidades distintas y hace trucos que uno se los cree…Me repasé la lista de síntomas varias veces, está vez utilizando la lista Suiza, iba marcando lo que padecí: tos, perdida del gusto, de olores, sensación de fiebre…y concluí que solo NO había tenido Conjuntivitis y usando una deducción matemática realicé rápidamente que había estado enfermo y con síntomas, pero que no había sido nada grave porque en realidad no me di cuenta, fue como un resfrío. Pero mi conciencia –ese bichito interno que está siempre presente— también me decía: “—No jodás fue alergia, típica alergia, no te volvas loco, y sobre los dolores acordate lo que decía Rómulo Caballeros…”
[Decía Rómulo, economista cepalino guatemalteco, que si uno es menor de 40 años y amanece con dolores “—es que es uno es un pendejo vos” pero que si uno es mayor de 50 y amanece sin dolor “—es que amaneciste muerto vos…”]A pesar del “large assouplissement” (mayor extensión de la flexibilización de las medidas) decretado por la Confederación de Suiza, que en otras palabras significa que se redujo a la mínima expresión la posibilidad de contagio, me sigo revisando porque hasta ahora nadie ha dicho que no se pueda recaer y volverse a enfermar, lo hago solo cada 3 días, no porque sea hipocondriaco, sino porque como soy “dulcito” es mejor ser precavido.
Como ven, a pesar de estar en Suiza, soy del 50% de los ticos que ha tenido “miedo latente” de contagiarse, ¿Y vos? ¿ de qué parte del 50% sos, de los que no ha tenido miedo o de los que sí ha tenido?
Gracias Mauricio, su historia me hizo gozar y eso que por dicha que usted no es hipocondriaco(risas); me lo imaginé frente al espejo sacando la lengua con una paleta y revisándose los ojos, excelente.
jajaja si, hipocondriaco justificado!