Estancia en un templo budista en Corea del Sur, introspección y paz

Por Joachim Hauck (dpa)

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El templo de Beopjusa se ha hecho famoso por su estatua de Maitreya, el “Buda del Futuro”, de 33 metros de altura, que descuella por encima de los 60 edificios del monasterio. Foto: Joachim Hauck/dpa

El programa «Templestay», una estancia en un templo budista en Corea del Sur, promete unos días de descanso del estrés cotidiano.

La estadía tiene lugar en una habitación pequeña sin adornos, sin armario ni cama. La esterilla en el suelo debe ser suficiente para dormir, la ropa mundana queda en la maleta.

Para todos, la vestimenta se restringe solo a una bata de corte sencillo hecha de lino rústico, que proporciona un abrigo bastante improvisado en las temperaturas más bien frescas de las montañas.

Sin embargo, la habitación para los huéspedes tiene ventajas con respecto a las de los residentes permanentes, porque cuenta con calefacción por suelo radiante y un pequeño cuarto de baño con inodoro.

Puro lujo en el templo de Beopjusa, en el corazón de Corea del Sur, donde este programa propone en esta oportunidad dos días de convivencia, meditación y rezo con monjes budistas.

«Templestay» es el nombre del programa en el que cerca de 130 templos surcoreanos invitan a locales y turistas de todo el mundo a un tipo especial de estancia que incluye días de reflexión interior, contemplación y abstinencia.

Cada año llegan varios cientos de miles de visitantes, principalmente coreanos. Antes del estallido de la pandemia, según el director del monasterio, Kim Wan-Sik, había unas pocas docenas de europeos al mes.

La rutina diaria en un monasterio budista requiere, como mínimo, cierto acostumbramiento. El despertador suena alrededor de las tres de la mañana. Si no se oye, el visitante se levantará de la colchoneta a más tardar cuando empiece a sonar el poderoso tambor del templo.

Es la llamada a la ceremonia de oración matutina en la gran sala, al primer «Yebul», con 108 «Baekpalbae»: 108 veces que los monjes se postran de rodillas en honor a las enseñanzas y sufrimientos de Buda, se levantan y se postran de nuevo.

Como todos saben lo torturante que puede ser el procedimiento, nadie toma a mal que los visitantes abandonen la ceremonia con la espalda dolorida tras mucho menos de la mitad.

En cualquier caso, es decisión de los huéspedes si quieren participar en todas las ceremonias o, a veces, tener algo de tiempo para ellos mismos.

Mientras los monjes rezan durante casi tres horas antes del desayuno y meditan con las piernas cruzadas (de nuevo, demasiado agotador para algunos visitantes), se puede utilizar el tiempo para recorrer el recinto del monasterio.

Está bellamente situado en las laderas de la montaña Songnisan, en el parque nacional del mismo nombre, a unas dos horas en coche desde la capital, Seúl, y es un auténtico imán turístico.

El templo se ha hecho famoso por su estatua de Buda de 33 metros de altura, que descuella por encima de los 60 edificios del monasterio.

Además, mucha gente de esta nación asiática conoce el templo por su pagoda de madera de cinco pisos, una de las pocas en Corea del Sur que sigue teniendo el mismo aspecto que tenía hace unos 1.500 años.

Se dice que en los tiempos de mayor esplendor llegaron a vivir hasta 3.000 monjes en Beopjusa. En la actualidad, el monasterio cuenta con un máximo de 40 monjes, que siguen viviendo según las antiguas y estrictas reglas y ritos. La oración y la meditación solo se interrumpen con el trabajo y las tres comidas diarias.

El alimento que se sirve en los cuencos es estrictamente vegano: tres veces al día verduras, arroz y kimchi. Se acompañan de agua, a veces de té. Durante la comida, se mantiene silencio y no se permite que nadie desperdicie ni siquiera un grano de arroz.

En los monasterios estrictos, incluso el agua utilizada para lavar los cuencos de la comida debe beberse. Pero en Beopjusa no se sigue esa tradición.

Al atardecer, Jl-O, que forma parte de la dirección del monasterio, invita a los visitantes a la hora del té. Este hombre tranquilo de unos cuarenta años se alegra de que le interroguen. Y queda claro que el tiempo no se ha detenido en Beopjusa.

Hace ya tiempo que los monjes del lugar no viven de la comida o el dinero que dona la gente de los alrededores. Sus ingresos proceden de la respetable propiedad del monasterio, de las tarifas de estacionamiento y de las entradas, suficiente para cubrir las necesidades.

Aunque las luces se apagan en los dormitorios a las 21:00 horas, momento en que los monjes jóvenes deben ir a acostarse, la hora del té con Jl-O no termina aún.

«Al igual que mis hermanos mayores, no tengo que ir a la cama tan temprano», dice riendo. Según relata, a veces ven un partido de fútbol por la noche. «Entonces bajamos el volumen de la televisión para no despertar a los demás», comenta.

El programa «Templestay» le debe su existencia al fútbol: cuando las camas de los hoteles escaseaban durante el Mundial de Corea del Sur en 2002, los templos se abrieron como anfitriones.

Científicos del Hospital de la Universidad Nacional de Seúl atribuyen un efecto curativo a las estancias en templos.

Tras un estudio de tres años, concluyeron que las personas que han participado en una estancia en un templo, aunque sea breve, se sienten más felices, menos ansiosas o estresadas.

Jl-O suscribiría esta conclusión sin dudarlo. En su vida anterior mundana trabajaba como camarógrafo. En algún momento, según relató, se preguntó: «¿qué sentido tiene esta vida agitada y consumista?». Y entró en el monasterio.

A veces, Jl-O se reúne con amigos del pasado. «Claro que me alegra verlos, pero sigo sintiendo que vivimos en dos mundos (diferentes)», dice.

Estancia en templos en Corea del Sur:

Actualmente, unos 130 templos ofrecen estancias que cuestan entre 40 y 60 euros (41 a 62 dólares) al día. No todas son adecuadas para los turistas occidentales. Los que no hablen coreano deberán elegir uno de los 27 templos que cuentan con asistentes de habla inglesa. Más información en: https://eng.templestay.com/.

Es posible entrar en el país sin visado, pero los turistas necesitan para ello una autorización de viaje electrónica llamada K-ETA. Deben solicitarla en línea al menos 72 horas antes de la salida. Información en: www.koreaeta.kr

dpa

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